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Viernes, 30 de noviembre de 2012
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perfiles I. Cameron Diaz

Objetada

Por Guadalupe Treibel
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Tonto sería caer en el simplismo de criticarla por sus personajes en los que, como en tantísimos roles que ha transitado, interpretaba a la chica objeto: linda, ágil, evidente, sin mayores preocupaciones que el amor, el dinero, unos buenos implantes o, por qué no, salvar el mundo (siempre y cuando no se le corrieran –demasiado– el rímel, las medias y ese qué-sé-yo de preferida hollywoodense). Tonto sería porque, parafraseando a la columnista Mary McGill, del Huffington Post UK, “siempre me ha caído bien Cameron Diaz. En sus entrevistas y roles se la nota cálida, inteligente y enterada de su valor, a la vez que muestra la habilidad de reírse de ella misma”. El problema con la risa, sin embargo, es caer en el furcio de tomar cualquier tema a la ligera y eso, oh Cameron, no lo tapa ni el apoyo a Obama, ni las raíces latinas (su padre era cubano), ni la simpatía desbordante.

¿Cuál fue el error que la otrora modelo cometió la semana pasada y hoy le vale el pequeño descargo de Las 12? Pues declaraciones que de poco felices se pasan de tristes y se vuelven, sí, peligrosas. “Ser sexy empodera”, dijo la rubia al Sunday Times, dando por tierra –con tres palabritas– cualquier lucha de verdadero empoderamiento. “Creo que todas las mujeres quieren ser tratadas como objetos”, redobló, enterrando cualquier dejo de amor propio. Y, por si no quedaba clara su perspectiva, remató al son de: “Hay una pequeña parte de una que siempre sueña con ser objetivada y eso, creo, es saludable”. Ay, ay, ay. Habrá sido la sobreexposición a los rayos UV en la soleada California, el exceso de ideas plásticas inyectadas a la industria de las estrellas o asumir las reglas de un juego misógino que privilegia –tantísimas veces– belleza sobre talento (o game over) lo que derritió, congeló o atrasó las ideas de una Diaz que, con 40 años recién cumplidos, no puede excusarse en un error de juventud.

“Cuando criamos mujeres para que se vean a sí mismas como objetos que deben ser deseados por los hombres y juzgarse a sí mismas en consecuencia, como si nada más importase, estamos cometiendo un error terrible”, argumentó McGill en el artículo que tituló “Por qué Cameron Diaz se equivoca”, donde tildó de trágico, tedioso y deprimente que una mujer en el ojo público se expresase de esa manera. “Nadie cambió el mundo por saber caminar en tacones altos”, continuó la atinada Mary, indignada por otras frases de la otrora novieta de Justin Timberlake del tipo “Tenés que ser muy inteligente para parecer tan tonta”. Viniendo de la autora de la mítica “El sexo es mi deporte favorito. Siempre estoy de humor” o “Para mantener la figura, recomiendo baile y sexo en dosis diarias”, no debería extrañar tanto. Una para la platea masculina y van...

Cabe imaginar que, mientras la muchachada sea como Cameron, soportará por décadas; si, en cambio, aspirantes y figurines toman el ejemplo de Anne Hathaway, Emma Stone o Scarlett Johansson, las tonteras (que se responden, que se preguntan) bajarían dramáticamente. Cuando el mes pasado un varón le preguntó a la primera cuál era su dieta antes de filmar, ella dio un giro al tema y replicó: “¿Cómo es el asunto, man? Vos también te ves bárbaro. ¿Estás tratando de entrar en un catsuit?” y lo dejó picando. Enhorabuena. Hay conciencia, hay equipo y hay –lamentablemente– mujeres como Cameron que juegan para el otro equipo (el de la no equidad) y ponen palos en una rueda que quiere girar, girar, girar. Y no la dejan.

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