Desde que saliĂł la tapa de Noticias, donde cuenta que su ex, Jorge Rial, recibĂa sobres de famosos polĂticos a cambio de protecciĂłn y promociĂłn, chimenteros y panelistas varios se asombran de que ella, su ex, Silvia D’Auro, la que nunca manejĂł los medios y siempre se mantuvo en las sombras, se meta con Ă©l. Angel de Brito dijo desde la pantalla de Intratables que si Rial quiere la destruye; otros y otras fueron más cautos, pero todos con esa cara de “ohhhh, ÂżquiĂ©n se anima a meterse con Rial?”. Y asĂ avivan el fuego de que Ă©l no es ninguna otra cosa que lo que cualquiera que lo haya seguido estos años puede sospechar: que Rial les hace ole a los escrĂşpulos, con ese borde popular que lo hace parecer un chico de barrio cualquiera mezclado con el flamante dandy entrenado en el arte del buen vivir: vacaciones reparadores con la novia joven en Venecia, pañuelos al cuello, tatuajes cancheros.
Hace poco más de una dĂ©cada se tiraba al piso para besar el mapa de la Argentina y tildarla de “demasiado generosa” por acoger tanto chanta y mal nacido. Desde entonces, Rial no hizo otra cosa que proyectar la pelĂcula de su propia vida: asĂ vimos cĂłmo se transformĂł en conductor estrella a fuerza de maltratar a su gente, panquequear en dos minutos sin razĂłn aparente (como cuando insultĂł en vivo a un hombre de su equipo, Camilo GarcĂa, por bancar a Shakira en plena era delarruista a poco tiempo de ser el elegido para entrevistarla y no parar de chuparle las medias en toda la entrevista) y reducir a escombros estigmatizados a cuanta estrella fugaz quisiera algo del polvo mágico de su piso intruso. Todo eso podĂa estallar algĂşn dĂa, y durante 2012 la bomba de tiempo pareciĂł llenarse de la pĂłlvora que supone mezclar a los hijos, amenazar en cámara, mandar mensajes por Twitter donde la saña es la ley primera: “Sos mi ex mujer, no te conviertas en la ex madre de tus hijas” le dijo ahora pĂşblicamente a D’Auro y dijo ser vĂctima de un complot de ella para quedarse con toda su plata (en blanco) y comprarse muchas Louis Vuitton. Pero D’Auro dice que además de la plata quiere que se sepa: que Ă©l recibĂa motos con sobres de tipos tan variados como Macri y Sergio Massa (lo que explicarĂa la obsesiĂłn por promocionar el evento que puso a Federer jugando al tenis en tierras atigradas), que las hijas quieren estar con Ă©l porque Ă©l las deja hacer cualquier cosa, desde fumar hasta pasearse por la calle a las 11 de la noche (deducciĂłn obvia desde el incidente en el que las adolescentes fueron a comprar algo a una hora insĂłlita y el bueno del padre tuvo que salir a defenderlas a las piñas). A D’Auro no le importa ser cĂłmplice, sobre eso dice sĂłlo que en su momento “le hacĂa ruido” pero ahora quiere que se sepa la verdad, está dispuesta a perder la tenencia de las niñas si ellas no quieren renunciar a vivir con “la niña Loly” y hace valer su derecho a divertirse, a pesar de esa piedra pĂşblica que se pone sobre los hombros de cualquier mujer que se pasea en bikini por la playa al mismo tiempo que hace cualquier otra cosa que no sea sonreĂr: basta el ejemplo de Donda para entender lo insoportable que es para el argentino medio que piel y discurso vayan en el mismo envase. La operaciĂłn que la revista Noticias hace desde que puso a MarĂa Julia en tapado de piel es efectiva: “Nadie puede escucharte, rubia, si mientras movĂ©s la boca, movĂ©s la cadera, porque mientras decĂs todas esas cosas feas de Jorge, una sospecha se cierne sobre tu cabeza: que estás despechada” parecen decir.
Despechada o no, indignada por la joven vedette de turno que se pasea con Guccis y gafas enormes alardeando por la masculinidad de su nuevo novio, D’Auro no confiesa nada espectacular para el mundo periodĂstico, pero lo interesante es ver que lo hace mientras se divierte y eso es lo Ăşnico que a panelistas diversos les da “un poco de cosita”, como dijo la periodista Silvia Fernández Barrio, porque una madre que denuncia debe hacerlo en tailleur oscuro y lágrimas en los ojos, nunca en Punta del Este, menos recibiendo una mensualidad de 45 mil pesos si no tiene a las hijas con ella y mucho, muchĂsimo menos, bailando con un Fulano, un poco sudada y con unas copas demás.
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