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Viernes, 15 de febrero de 2013
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musica

Dios existe

Liderado por la frontwoman Brittany Howard, una de las voces más personales y radicales de la escena musiquera actual, Alabama Shakes es la banda del momento. Breve presentación para ir tomando temperatura, antes de su show en Argentina.

Por Guadalupe Treibel
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Cuando Brittany Howard entona las primeras líneas del magnánimo “Hold On”, las rodillas de los agnósticos tiemblan; saben que sólo una voz así puede elevar su voluntad sagrada hasta el cielo de la canción y sacudirle la incredulidad frente a tanto hit hypeado. ¿Hora de prender velas? Sí, sin titubeos. En especial cuando a la frontwoman de la banda rock Alabama Shakes sólo le bastan esas pocas líneas para subvertir incredulidad por fuego renovador, abrir las aguas del negocio y multiplicar el pan que trae el reconocimiento. “Bless my heart/ Bless my soul/ Didn’t think I’d make it/ To 22 years old/ There must be someone/ Up above/ Saying ‘Come on, Brittany’/ You’ve got to come on up/ You’ve got to hoooooooold on”, canturrea ella y, oh milagro, se ha producido la conversión a la única religión que no derrama sangre, sólo notas dulces, rasposas, tenaces, toda la variedad.

Con la vena retro latiendo entre tema y tema, el rock sureño, punksoul y blues que destila el primero y, de momento, único disco de Alabama Shakes (Boys & Girls, de 2012) es –irónicamente– una bocanada de aire fresco, aun cuando las raíces de sus melodías trasladen –casi de inmediato– a los ’60 y ’70, aun cuando la notable voz de Howard recuerde un poco a Janis, un poco a Aretha, un poco a Billie H. Tan amplio es el arco emotivo de su instrumento que Brittany pasa de la ferocidad con carraspera a una melodiosa ternura, mientras el cuerpito hace honor al nombre de la banda y se sacude –poseso– en vivos memorables. Y aquí la buena nueva: la posibilidad de experimentar uno de sus elogiados shows los próximos 2 y 3 de abril en el festival más grande, en Costanera Sur, donde –además de los Alabama– estarán los hermanados (por intención y estilo) The Black Keys y grupos como Hot Chip, Pearl Jam, entre otros.

¿Cómo matar la espera? Memorizando letras (por adicción, sin demandarse), repasando temario y volviendo sobre el meteórico ascenso de B. Howard, Heath Fogg (guitarra), Zac Cockrell (bajo) y Steve Johnson (batería), oriundos ellos de Athens, Alabama (obvio), una petite ciudad de poco más de 20 mil habitantes donde “estas cosas no ocurren”, según ha explicado la banda poco tiempo atrás. Y por “estas cosas” refiere a tres nominaciones al Grammy en categorías como banda nueva o mejor performance rockera, a que en el mundo entero se hable de sus canciones, a que toda la crítica los alabe –toda– y la crême hollywoodense les eche porras. Con sólo un disco amasado. Y en menos de un año.

Apenas doce meses atrás, Brittany repartía cartas para el correo y el resto de los integrantes distribuía sus horas trabajando en una planta nuclear, en una veterinaria, en una tienda de discos. “¡Soy un batero radiactivo!”, juguetea hoy Johnson –que nunca se había subido a un avión, previo a la explosión de la banda– sobre viejas y nuevas obligaciones. Howard, por su parte, sólo ha podido aseverar que su vida “se ha vuelto surrealista”. “Me gustaría poder decir que todo sigue igual, que la única diferencia es que las personas saben la letra de nuestras canciones, pero estaría mintiendo”, ofreció en una entrevista a The Scotsman, donde se refirió a sus nuevos amigos –tipos como Jack White o Robert Plant– y otros sucesos peculiares.

Es que, hace unos cuantos meses, cuando sus sets todavía incluían algún que otro cover de Led Zeppelin, el mismísimo Plant los fue a ver en vivo y, más tarde, los invitó a hospedarse en su casa de Austin, Texas. “El lugar era adorable, pero estoy bastante segura de que estaba embrujado. ¡Las canillas se abrían solas! Y había sonidos de alguien golpeando la puerta de la habitación pero, cuando chequeaba, no había nadie”, ¿bromea? la cantante sobre experiencias cercanas de cualquier tipo. Hay más (desprovisto de esoterismo, lamentablemente) en la larga lista de logros farandulescos: el visto bueno de Adele y Alex Turner, de Arctic Monkeys, la visita inesperada de Russel Crowe a su primer gig en un pub irlandés del norte de Londres y tocatas en programas televisivos number one, como el eterno Later... with Jools Holland, Letterman, Saturday Night Live y Conan, entre otros. Ojo, también David Byrne, Jarvis Cocker y Neil Young han profesado amor incondicional por este cuarteto norteamericano. Para colmo de la visibilidad, ellos ya tienen cruces con algunos maliciosos que comparan su fugaz estrellato con el de Lana del Rey y se debaten sobre la autenticidad de su rock. “Todas mis canciones son canciones reales; son bastante autobiográficas. Todo el asunto es estúpido. La música es sólo música; es la gente la que la complica. Y, realmente, no sabría cómo ser nadie más que yo misma”, descartó la veinteañera Brittany.

Con los pies bien plantados, no es extraño que la otrora repartidora de cartas encuentre curiosa su nueva (ir)realidad. Menos que menos cuando la asaltan a pistolazos y la noticia sale en todos los medios. O la convocan de programas como The X Factor para ser jurado de talentos televisivos, ella se niega y, pum, revolución en la prensa amarilla. “Me llamaron para participar y les dije que no, que estaba involucrada en algo en lo que creía y me quería focalizar en eso. Quedaron shockeados”, contó a The Independent el pasado noviembre. Y siguió con el descargo: “Es un espectáculo de mierda. Uno va, se expone y la gente te ama o te odia, pero no significas nada para ellos, aun cuando signifique todo para uno”. También dejó una sana estela su participación en una petición donde músicos como Alicia Keys o miembros de R.E.M., pidiendo que el Village Voice dejara de publicar avisos sexuales en su última página. Bien por Brittany, su dream team y la carrera que van cimentando.

Porque aunque la fama pareciera haberles llegado de la noche a la mañana, los previamente llamados The Shakes estuvieron dos años moviendo sus canciones en un circuito que incluía, a saber, bowlings, pasillos y pequeñísimos bares donde lo peor era ser ignorados y lo mejor (atenti), ¡que les arrojasen botellas de cerveza! “Nos estaban tirando su amor”, asegura la rulosa Howard que, de mano de sus tres amigos, dice sentirse “invencible”: “Me toca cantar en un micrófono sobre lo que estoy sintiendo con una banda de rock&roll de 24 decibeles que me da coraje y me apoya. En ese momento, me siento libre, no me importa lo que nadie más piense, me olvido del sufrimiento, de cualquier preocupación. Sólo me estoy revelando en mi propio mundo”. Habrá que remitirse, entonces, al track “You ain’t alone”, donde Britanny se deshace para que el escucha entienda: “No estás sólo / déjame ser tu ticket para volver a casa”. Un ticket hacia Alabama donde “no todo el mundo es negro y emana soul, como Brittany” (Fogg dixit). Ojo, solía emanar punk... Bueno, aún lo hace, de alguna manera.

En sus palabras: “A los 11 realmente quería estar en una banda punk, pero a la gente del lugar de donde vengo no le gusta esa música”. Y continúa: “Nadie me tomaba en serio, así que decidí hacerlo por mi cuenta: escribía mis propias canciones y las grababa caseramente. Eso hasta llegar a la secundaria y conocer a Zac”. Howard y Cockrell comenzaron a volcarse, entonces, a la canción de (sus) raíces, sumaron a Fogg y Jonhson y el resto es historia. Una historia que ojalá siga vendiendo discos. Nadie pareciera merecerlo más que esta mujer de voz y talento excepcionales que, hasta los cuatro años, vivió en un remolque y, en su primera mudanza, desde el asiento trasero del auto, miró su primera casa “de verdad” –una casa humilde, cerca de una colina y un arroyo–, llamó a su mamá y le preguntó: “¿Somos ricos?”.

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