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Viernes, 12 de abril de 2013
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La desmesura

Minna Canth (1844-1897)

Por Marisa Avigliano
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El día de su cumpleaños (19 de marzo) es en Finlandia el Día de la Igualdad. Las razones de la celebración del día de Minna Canth –con pastel picante homónimo de naranja amarga y jengibre incluido– se instalan virtuosas en la biografía de una mujer que logró el predominio de los claros en estaciones oscuras. A Minna (Ulrika Wilhelmina Johnsson cuando nació) la oímos en un idioma que pocos dominan y la soñamos en una lengua poética. Viuda a los treinta y cinco, madre de siete hijos y escritora –una de las primeras en escribir en finés, la mayoría de la literatura de Finlandia se escribía en sueco–, fue mucho más que una activista social y un referente del naturalismo y del realismo de la indignación. En Anna Liisa, por ejemplo (una obra que escribió en 1895), la protagonista está embarazada pero como no tiene marido tiene que ocultarse y parir a escondidas. La clandestinidad se convierte en espanto, Anna ahoga al recién nacido y lo entierra con la ayuda de la madre de su novio. Cuando pasa el tiempo y ya no quiere casarse con Mikko porque está enamorada de otro hombre, el pasado se viste de amenaza (Mikko y su madre develarán su secreto) y le impone un pacto que Anna rechaza, prefiere –antes que casarse con un hombre al que no ama– la verdad y la cárcel. Leyéndola en su época, no es difícil imaginar el contorno controvertido de su silueta.

Otra de sus obras, Los hijos del infortunio (de 1888, una representación sobre los efectos de la pobreza absoluta en la clase trabajadora), tuvo sólo una función en el teatro de la ciudad –la del día del estreno– porque de inmediato y por miedo a perder la subvención estatal fue prohibida. Canth no se dio por vencida, al año siguiente publicó una novela en la que la protagonista –de corazón noble y adorable– era cleptómana y alcohólica. La mujer que había nacido cuando empezaba la primavera en Tampere –una ciudad ciento setenta kilómetros al norte de Helsinki–, que se había casado con su maestro (Johan Fernando Canth) y manejaba la tienda de telas de la familia, empezó a escribir y transformó su casa en un salón literario cuando el señor Canth murió. De pronto entre algodones y satenes su hogar en Kuopio, ciudad en la que vivió hasta su muerte, se convirtió en un lugar de encuentro donde en 1890 noveles escritores fundaron el movimiento Joven Finlandia. Minna escribía casi sin parar obras de teatro, cartas, novelas y relatos breves mientras publicaba algunas notas en revistas y anuarios con el seudónimo de Wilja y traducía al finlandés –junto a la actriz y profesora Hilda Asp– textos de George Brandes y Arne Garborg, autores referentes en su obra como lo fueron también Ibsen, Tolstoi y Dostoievski. George Sand –La pequeña Fadette está presente en La mujer del obrero (1885)– acompañó su gusto y delimitó sus dominios ideológicos y literarios frente a Ellen Key, quien no convencía mucho a Minna, decía que sus textos terminaban siendo sólo un panfleto sobre las ideas centrales de la sexualidad y el erotismo.

Lejos quedó aquella función de estreno censurada, hoy el nombre de Minna Canth aparece en museos; su cuerpo se multiplica en esculturas; los títulos de sus obras se exhiben a menudo en las marquesinas de los teatros finlandeses y sus textos se leen en las escuelas. Ahora parece sencillo, natural en un país donde las mujeres votan desde 1906 y ocupan ministerios desde 1907, como si ella no hubiera tenido que caminar sin empeines por la cornisa mimeográfica descifrando con vital desmesura el mayor de los enigmas.

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