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Viernes, 3 de octubre de 2003
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moda

Las mujeres superpoderosas de Toledo

Empezó vistiendo a las chicas de Mercedes, su ciudad natal. Ahora, sus desfiles se caracterizan por algún exceso o toque hiperparticular. Su última colección está inspirada en la obra del artista Luis Wells, y en ella hay trajes que parecen diseñados “para geishas del futuro”.

Por Victoria Lescano
En las puestas de moda de Mariano Toledo suele haber un tono épico y mujeres amazonas. A veces usan pelucas de canecalón albino a tono con chaquetas de una textura que simula papel, otras veces tienen las caras maquilladas con sangre y betún, y en ocasiones antiparras de cuero como las que protegen a los caballos a modo de accesorios. Otras señas particulares del estilo Toledo son los vestidos mini y maxi, los escotes pronunciados en espaldas y las construcciones en cuero tramadas con precisión arquitectónica al punto tal que los sastres de su equipo reciben maquetas en cartulina como manual de instrucciones.
“Con frecuencia me hablan del lugar de poder en que sitúo a la mujeres, que las imágenes de mis desfiles recuerdan al zoo de cristal, con mujeres bestia y bestias mujeres. Tiendo a sujetar prendas con cintas o lazos, lo veo como una constante que adopta distintas formas. Para mí es importante la idea de cambio y transformación a través de la moda, no me comprometo con ninguna estética en particular. Luego pueden decirme que el resultado es algo sexy”, dice el diseñador.
Su colección para esta primavera verano fue un homenaje a la obra del artista Luis Wells. Se la vio primero –a mediados de agosto– en una gala a beneficio del Museo Arte de Moderno y luego en el Fashion Week. Modelos de agencia, esposas de alta sociedad y de industriales de la moda (Inés Palenque de Pujals, Patricia Pearson de Vergez, Sabrina Maino de Karagozian fueron algunos nombres). Allí el estilismo consistió en una línea de antifaces mezcla con bonetes, artilugio cuasi bondage en los rostros, y una puesta arquitectónica de Malcom Pozzi con estructuras de tubos de tela que caían sobre la pasarela y literalmente entubaban a las chicas.
–Describa su colección para este verano, que surgió de un cruce literal entre moda y arte.
–El tema de lo japonés está siempre presente en la obra de Luis Wells y por eso mi colección tiene un cariz bastante japonés, muchos de los trajes podrían pasar por geishas del futuro. Wells es un pintor con treinta años de trayectoria: de su etapa informalista tomé metales oxidados y maderas, para trasladar a mis estampas, trabajé el cuero como textura y algunas camperas y faldas están bordadas con canutillos de cuero superpuestos que responden a su lenguaje brutalista. A su etapa más arquitectónica y pura, cuando vivía en Nueva York y junto a un grupo de artistas argentinos habló de una pinacoteca imaginaria, la cité en superposiciones de planos. Wells habla del señor Tadanori, y lo representa en personitas con brazos muy largos y yo cité ese efecto en las prendas. También tomé estampas pictóricas y usé símbolos que se repiten constantemente, como los poliedros, que aparecieron en las remeras y los zapatos.

El comienzo
Fue el ganador de la Segunda edición de la Bienal de Arte Joven, donde mostró un traje de novia con pelotas de telgopor. Luego, en las pasarelas del Banco Patricios, mientras los representantes de moda de la primeramitad de los noventa recurrían al grunge con patchworks de frazadas o trapos de piso, Toledo construía trajes de shantung. Participó de un envío de moda argentina a Milán, alta costura y t-shirts con estampas de Maradona y Evita, armó un apartado escuela de moda con seminarios de diseño, dibujo, moldería y, experimentación formal en el piso de Callao 481 que concentra su estudio y boutique.
Ahora Dolores de Olazábal, una de sus mejores clientas, devino en socia: lo acompañó a cargar maletas para mostrar su colección a Milán y asistir a una entrevista en el atelier Fendi donde quedó en la lista de suplentes de estilistas para esa marca. También le transmitieron un elogio de Karl Lägerlfed hacía su colección blanca y con pelucas del verano 2001.
Dice Toledo sobre su formación “creo que no haría lo que hago de no haber estudiado arquitectura, claro luego estudié moldería con distintos profesores, tuve una profesora de moldería de alta costura que en su casa me enseñó trucos y secretos de costura. Se llama Totona y fue presidenta de la Cámara de la Moda. Pero el verdadero comienzo, fueron los vestidos para mi hermana y las fiestas de quince de chicas de Mercedes, mi ciudad de origen”.
–¿Y cómo era vestir a las chicas de Mercedes?
–Yo era bastante exagerado, quería que cada una de ellas llamara la atención. Creo que fue mi momento de mayor libertad creativa. A la que fue mi novia de adolescencia le hice un traje cortado por la mitad, con una sola manga, era de terciopelo color verde con un nudo al costado y por debajo se asomaba algo con brillo. Fue difícil encontrar la modista en el pueblo que se animara a hacerlo.
–¿Cómo evolucionó su mirada sobre el diseño?
–Para mí es muy importante que la base de pensamiento sea sólida pero que las adaptaciones al uso sean flexibles, nada riguroso en extremo me parece bueno. Encontré un equilibrio interesante que tiene que ver con crear en función de las mujeres y no estropearlas en pos de mi idea. Implica no olvidar que el fin es vestir a una mujer y embellecerla; porque el servicio que prestamos es hacer cosas bellas para que las mujeres puedan usarlas, que estén bien hechas, sean confortables y además hablen de mundos internos. El atelier es bastante atípico, fusiona alta costura y dénim, porque la alta costura brinda un campo de trabajo interesante pero el dénim también. No nos interesa solamente la alta costura sino el prêt-à-porter de lujo, que creo que es el concepto que están manejando las marcas en el mundo. Tengo una clientela de minas geniales, que no solo vienen acá, también usan ropa de otros diseñadores. Están las que quieren un vestido de novia para llegar en canoa al altar improvisado en una playita de Brasil las que quieren un traje exacto de una colección, artistas plásticas, extranjeras que suelen visitar Buenos Aires. Los vestidos son muy diversos y tengo gente con técnica para los superclásico y también lo muy moderno. En los jeans –la línea se llama Human Being– respetamos a ultranza que toda mujer que se prueba uno primero mira como le va de cola. Tenemos un invento de Dolores que consiste en un tiro especial para que la cola quede bien, las modelistas al principio no le daban crédito pero fue muy exitoso, hace buena cola a cualquier mujer. Aquí también hablamos del efecto pijama, que no es otra cosa que vestidos tan cómodos como ponerse un pijama y que puedan usarse tanto con un par de ojotas como con zapatos de Manolo Blahnik.
–En ocasiones mencionaste al modisto Gino Bogani como un referente. Ahora, cuando aparecés al final de cada desfile con tus caps de béisbol y zapatillas, parecés burlarte de los tics de la alta costura.
–El es el maestro en cuestión de técnicas y oficio y sus vestidos son maravillosos, pero no me siento parecido en esa cuestión de imagen de diseñador divo. La importancia de mi trabajo, lo potente está en los vestidos y no en mí. Además, quisiera que cuando llevo un vestido paraprobar piensen que soy el cadete que los está llevando y no me vean como un divo con foulard. Cuanto más crezco en esta profesión más quiero estar inmunizado de tics que veo muy instaurados en el mundo de la moda y tienen que ver con lo frívolo y lo gagá. Lo cierto es que tanto la frivolidad, la muerte, lo bello, lo feo, lo terrible y lo magnífico entran y salen de la moda con mucha facilidad. En las colecciones internacionales de alta costura hay mucha diversidad, las imágenes no se monopolizan y me parece que hay una celebración del brillo, del glamour exacto, por eso quise que en mis desfiles el rouge fuera rouge verdadero y muy rojo, que no lucieran extrañas ni sobrevivientes de una guerra atómica como en el desfile anterior sino simplemente bellas. Es difícil llegar a la emoción de la gente que va a ver los desfiles casi como un show de teatro. Así como Jeremy Scott hace desfiles geniales donde se impone la puesta y la ropa casi no existe en mis desfiles más allá del make-up, la ropa siempre es ropa.

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