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Viernes, 12 de julio de 2013
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libros

La cazadora solitaria

Un texto en el que el personaje cambia de nombre a poco de empezar –para tomar el de la autora– y una autora que no tolera la ansiedad y convierte su muro de Facebook en el mejor soporte de lo que quiere hacer: escribir. Y de escribir y de escritores habla su primera novela, La amante de Stalin, en la que el chisme literario –con nombre y apellido– amenaza con masticarse lo que allí se cuenta y que Luz Marus dice que cuenta “con solidaridad”: cómo convertirse en una autora.

Por Alejandra Varela
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“ESCRIBIR ES IR PROBANDO CON QUIEN TE LLEVAS BIEN”

La chica vuelve a las cinco de la mañana a su casa después de una noche inexplicable, de esas que son posibles en Buenos Aires, entre escritores, diálogos desconcertantes en un baño de mujeres y mucha música. La chica quiere contar todo lo que le pasó en ese momento y recurre a Facebook, a esa red social generosa donde siempre hay alguien del otro lado para orientar la madeja de historias que se filtran en un bar, en la madrugada, en la curiosidad de transitar la ciudad como cronista, como cazadora de situaciones disparatadas.

Escribir es para Luz Marus una forma de vivir la ciudad que ama, una manera lanzada y atenta de transitar por sus calles y de hacer de la propia vida una materia literaria. Porque para Luz se escribe todo el tiempo, no hace falta sentarse frente a la computadora, se trata de entrenar el ojo, de capturar voces, diálogos fascinantes, de encontrar una manera nueva de insertarse en ese paisaje descomunal al que se irá podando y descubriendo gracias a las herramientas que ofrece la literatura. Un modo de hacer de la lectura un ejercicio del cuerpo.

Inventará un personaje llamado Sonia, una joven rusa con unas tetas enormes, pero demasiado rápido va a deshacerse de esa chica que jamás logra tener una entidad en su novela y dirá abiertamente que es ella la protagonista de La amante de Stalin, demostrará sin pudores que recurrió a ese ser inventado para hacer lo que han hecho durante siglos todos los escritores: esconderse detrás de un personaje de ficción. Luz no tiene ganas de simular frente al papel, ella aparece allí como ingrediente de su propia literatura, se anima a convertirse en una figura literaria y a proteger la identidad de su amado, al que alocada pero cruelmente llama Stalin. Escribir es para Luz ponerse en evidencia.

“No reniego de eso. Esta es mi primera novela publicada y creo que es lo más genuino que pude hacer”, explica Luz. “No sé qué voy a escribir de acá a diez años. Creo que la primera novela siempre está muy pegada, yo leí muchas primeras novelas y encuentro lo autobiográfico, la necesidad de contarse a uno y no me peleo con eso que sale. Ya que lo iba a hacer, no ocultarlo. La protagonista se llama Luz, no se llama más Sonia. A mí me gusta cuando leo imaginarme que a Chéjov o a Dostoievski les pasó lo que cuentan. Me engancho más si creo que puedo ver al escritor detrás del autor.”

Texto en apariencia confesional, carta de amor pública a un enamorado secreto, La amante de Stalin es en realidad una intervención sobre el estado de las cosas del mundo editorial y literario de Buenos Aires. Es muy fácil dejarse atrapar por su estrategia marketinera, por esa apelación a la curiosidad devenida en chisme de saber quién es Stalin, un modo de atrapar al lector que puede conspirar contra la novela misma, reducirla a su mera raíz anecdótica. La amante de Stalin es una radiografía del ambiente literario y el registro de la aventura de una joven escritora que quiere publicar sus textos, que ha recorrido talleres literarios, de los que se burla con cierta elegancia, y que descubre con desfachatez que desde su lugar de anónima e inédita sólo podrá llegar a firmar un contrato editorial si consigue cruzar sus vínculos caprichosos y fugaces, sus excursiones a las fiestas literarias, con una trama ficcional que parezca ferozmente real. Si la chica no pide permiso, si se inventa una existencia literaria, un amor o la posibilidad de tenerlo, si le manifiesta en la cara al lector que ella quiere la fama, las luces de neón y el reconocimiento de sus pares y que para lograrlo no se le ocurre un camino más eficaz que escribir como si todo eso fuera cierto, que devorarlos a ellos como personajes de novela, convertir a Daniel Guebel y a Gonzalo Garcés en seres de su mundo literario, es porque se trata del único territorio donde Luz Marus puede hacer de la utopía de la escritora famosa una realidad.

“Yo veía el escritor y la novela publicada, y nadie te cuenta el proceso. Es un misterio. ‘Sí, yo publiqué tantos libros’, te dicen, pero no te cuentan cómo. Yo quería saber cómo se llega, si es fácil, es difícil. Muchos me decían ‘es imposible publicar, te lleva años’. Todo ese cómo lo quise contar a modo de solidaridad, de decir ‘a mí me fue pasando esto’. No fue tan consciente, fue como desayunarme de ciertas cosas, pero si lo leés a posteriori puede parecer una estrategia. Al principio hay una mirada más inocente de todo, como la mirada que tenía de los premios, los concursos y las becas, que ahora no la tengo. Toda beca, todo premio es sospechado, siempre sabés que hay un contacto, un acomodo. Yo me gané un premio y sé que es porque le caía bien a alguien del jurado. Son las reglas del juego, no te podés pelear con eso, pero lo sabés. Yo no mando a concursos ni nada, no digo que el ciento por ciento de los casos sea así, pero sabés que es muy común, tampoco voy a ponerme a denunciar. En vez de pelearte con eso, ves que podés hacer que te sirva y que te guste. Pero me costó entenderlo. Yo me acuerdo de que mi novela Nieve en Buenos Aires la mandé a un concurso pensando que yo podía llegar a ganar; me acuerdo de que hice las carpetitas... ahora no haría eso, sé que no se hacen así las cosas. Que una chica desconocida que nunca escribió nada y que no conoce a nadie no manda una novela de ciento cincuenta páginas a Planeta y gana, no sé cuánto era el premio, 100 mil dólares o algo así. Está bueno saber que tu camino no es por ahí. Tenés que meterte en el mundo literario. Escribir es ir probando con quién te llevás bien. Es muy mágico, como descubrir con quién encajás para una relación en este momento de tu vida. Qué editorial, en este momento de tu vida, encaja con lo que escribís. El trabajo que debería hacer cada escritor es ése, ir probando con lo que hay en la realidad, no con lo que uno cree que es escribir y publicar. Por eso conocer y salir para mí es muy importante; conocer a los escritores, a los editores, es fundamental para ver qué se está jugando ahí. Yo sé que mi editor, más allá de que le gustó, dijo ‘esto se va a vender’, de hecho me contaban que él dijo ‘va a agotar’.”

Stalin es un personaje, pero también es el corrector de Nieve en Buenos Aires. Mientras Luz escribe, comenta las objeciones que le haría Stalin a la trama que lo involucra con un nombre falso. La escritura del yo se convierte en un procedimiento estético a partir de esa mirada de afuera que comienza a cuestionar el desarrollo del mismo texto. Es que la novela es una gran desmitificación de la figura del escritor. Luz lleva a la práctica una consigna de su maestro Stalin, la literatura no está allá lejos, por el contrario, es todo aquello que ocurre bien cerca, hay que tomar la realidad, las anécdotas cotidianas y ficcionalizarlas. Luz corta y pega de Internet. No publica un libro porque sabe más que el resto sino por la potente voluntad de contar.

“Me corrí de esta postura de algunos escritores y escritoras de hacerse los serios. No estás en otro lugar, es mentira, es una pose que a mí no me cae muy bien. Me parece ridículo hacerse la inteligente, o hacerse la seria. Escribir es una cosa más, como cualquier otra.”

Luz lleva su novela al barro de la literatura donde están las rivalidades, los libros como mercancía, las otras chicas que se quieren meter en la peripecia de su historia. “Las locas de Stalin que se me aparecían y me decían ‘yo también estuve con Stalin’, y todas pensaban que era una persona distinta y me decían yo soy la verdadera amante, ‘¿vos en qué mes estuviste?’. Y yo les contestaba ‘¿de qué hablás?’, es un personaje de ficción.”

Lo político aparece para nombrar etapas amorosas: “Ya estamos en la clandestinidad”. O la fantasía de una reencarnación del régimen comunista a partir de un sistema que divida las zonas donde viven las parejas de los solitarios, así ninguna chica se tienta con la posibilidad de enamorarse de un hombre casado. La banalidad, la voz de una narradora que se deja caer en cuestionables estereotipos femeninos para identificarse en un mecanismo que parece más paródico que realista, se vuelven inquietantes cuando llevan el ropaje de lo frívolo, cuando Luz empieza a encarnar el prototipo de la tonta, de la chica que se hace la tonta para conquistar, mientras los diálogos con el muchacho de turno empiezan a contagiarse de una tensión que lleva al lector a la sospecha de que ha sido envuelto en un dulce y encantador engaño. La posibilidad de que todo sea real como la gran ficción que construye Luz convierte a la mentira en la herramienta por excelencia de la persuasión literaria.

“Yo leí la otra vez El museo del chisme de Edgardo Cozarinsky, que me gustó mucho, y él sostiene que al que no le interesa el chisme no le gusta la literatura, y hablaba de Marcel Proust: en realidad es cómo lo contás, porque si de Proust sacás la anécdota, es él contando su vida en Francia con las mujeres, pero lo hace de un modo genial. El tema no es si contás algo verdadero o no. La literatura te permite canalizar muchas cosas que no querés que pasen, o no pasan, o no pueden pasar en la vida real, es catártico. El 2012 fue un año muy insatisfecho desde el punto de vista amoroso. Fue una elección mía poner en la escritura cosas que por ahí yo no quería que pasaran, que no te convienen, porque estar con un tipo casado... ¿a quién le conviene? Justamente se llama La amante de Stalin porque yo no tengo personalidad de amante, no me lo banco, pero, ¿qué pasa si te pasa? A una mina que no tiene esa característica le gusta un tipo casado, ¿qué hacés con eso? Una forma de canalizarlo es a partir de la escritura, y después es otra cosa.”

Podría tratarse de una falsa novela histórica, del descubrimiento de alguna amante escondida del tirano soviético, pero su imposibilidad, lo irreal de su título, tiene que ver con el territorio y el tiempo donde los hechos van a ocurrir. En el mundo de Luz todo se ha vuelto explícito, una escritura que se preocupa por borrar la invención y mostrar el esqueleto brutal que la sostiene. El detrás de la escena. La última capa de lo real devenida en texto.

La amante de Stalin. Luz Marus - Editorial Pánico el Pánico. La revista literaria que dirige Luz Marus se llama La Unica y puede leerse en www.launicarevista.com

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