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Viernes, 13 de septiembre de 2013
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escenas

Por siempre Emilia

El director Claudio Tolcachir indaga sobre el vínculo afectivo entre una mujer cuidadora y un niño cuya única memoria afectiva, ya adulto, será la de aquella que cobraba para amarlo.

Por Sonia Jaroslavsky
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Emilia está escrita y dirigida por Claudio Tolcachir, y tiene un elenco integrado por Elena Boggan como Emilia; Carlos Portaluppi como ese niño ya adulto que se llama Walter; Adriana Ferrer como Caro (en pareja con Walter); Francisco Lumerman que interpreta a Leo, el hijo de Caro con Gabriel, a cargo de Gabriel Correa. El espectáculo concebido en su puesta como un corral hecho de ropa y más ropa propone la expectación alrededor de ese cuadrilátero que será epicentro de esta historia. Emilia se acerca al público y dice: “Hay un momento de la vida en que los muertos están más presentes que los vivos. Y es bonito eso”. Y es que la obra girará sobre la llegada de esa Emilia y contará la historia de cómo sacrificó su vida por Walter, aquel hombre ahora, que cuidó y amó cuando era pequeño, pero con el pequeño detalle de que toda esta historia es narrada desde el punto de vista de esta mujer que recuerda nada menos que desde la cárcel. Porque Emilia es el reencuentro de una niñera con el chico que crió, y a través de su mirada descubrimos qué tipo de construcción afectiva lograron realizar ese niño y esa niñera hasta el punto de terminar en la cárcel.

Tolcachir, con simpleza, va a la esencia de las relaciones, indagando en qué mueve y cómo son los diversos vínculos afectivos entre las personas, en cómo se desenvuelven y en dar un final a cada uno de ellos. Esta vez propone a su público de clase media, además de identificarse o no con esos personajes: algunos crueles, otros locos y otras dulces y entrañables, la reflexión acerca de la indefensión y fragilidad en que estaban inmersas las personas que trabajan en servicio doméstico al cuidado de niños o ancianos. En ese sentido, la obra parecería hablar de otra época, cuando estas mujeres quedaban en un estado de total precariedad ante el despido, antes de la ley que obliga al blanqueo y le da derechos laborales a este rubro. Porque Emilia quedó en la calle y tiene hambre –aunque no lo demostrará–, no tendrá para vestirse, pero por dignidad o por no querer que su niño-adulto se preocupe, tampoco insistirá con alguna prenda vieja que querrán regalarle. Pero el foco de la obra no está puesto en esta situación que vive Emilia, ni en la reivindicación de derechos –aunque no se pueda obviar esto–, sino en ese vínculo amoroso que se construye entre una persona que cuida a otra como un hijo, hasta tal punto de que Emilia pierde el amor de su hijo por su ausencia y, de alguna manera, por quitarle ese amor para su hijo y “alquilarlo” hacia otro. Complejo, bien complejo, este mundo de relaciones que propone este siempre sorpresivo, esencial y creativo Tolcachir.

“Es que Emilia existe –dice su autor y director– en tanto pueda cuidar algo o a alguien. La necesidad del amor es lo que atraviesa la obra. En sus formas naturales y también –y por sobre todo– una manera esforzada de conservar el amor. Sería muy penoso generalizar cualquier tipo de vínculo, pero sí esta obra nace de cierta reflexión incómoda sobre el desequilibrio amoroso que se genera en estas relaciones. Y sobre una idea relajadamente hipócrita de nuestra solidaridad. En el caso de Emilia, tuvo que salir a trabajar y terminó generando su mayor vínculo amoroso con ese niño ajeno, perdiendo el amor de su hijo natural. Pero en esta historia todos están atravesados por el desamor y lo intentan suplir de alguna manera. La obra está hecha de secretos. Lo esencial sucede mientras los personajes hablan de otras cosas.”

Jueves a las 21, sábado a las 21 y a las 23.15. Timbre 4, Sala México 3554. Entradas en venta en boletería de Timbre 4, Sala Boedo 640 o en www.timbre4.com

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