De más está decir: Arabia Saudita no es para nada amigable respecto de los derechos de señoras y señoritas. Alcanza con recordar la fresca noticia del pasado 26 de octubre, cuando cientos de mujeres se manifestaron contra la prohibiciĂłn que les impide conducir automĂłviles e, insumisiĂłn mediante, se pusieron tras el volante –gesto que podrĂa haberles significado multas o, incluso, la cárcel–. “Es el Ăşnico paĂs del mundo con semejante anacronismo”, definĂa el diario español El PaĂs en aquel entonces, tras hacerse eco de las barbaridades dichas por el jeque, jurista y asesor del gobierno SalĂ© Al Lohaidan, cuyas palabras se volvieron virales por el nivel de sonsera: “Si una mujer maneja un coche sin que sea absolutamente necesario podrĂa sufrir impactos psicolĂłgicos negativos. Estudios mĂ©dicos fisiolĂłgicos y funcionales demuestran que manejar afecta automáticamente a los ovarios y presiona la pelvis hacia arriba”. Teniendo en cuenta que reciĂ©n en 2011 el rey Abdullah anunciĂł que, a partir de 2015, las sauditas podrán votar, y que la homosexualidad es castigada con la muerte, el ensañamiento encuadra con el contexto a la perfecciĂłn. Demasiada “coherencia”, lamentablemente.
Sin embargo, en los Ăşltimos dĂas ha aparecido una luz al final del oscurantista tĂşnel al hacerse pĂşblica una novedad que, aunque de apariencia menor, tiene un peso insoslayable. Y es que cuatro mujeres han abierto el primer despacho de abogadas exclusivamente femenino de Arabia Saudita y, portafolio en mano, jihad sobre las curvas, ya se las ve accionando con hermandad de gĂ©nero y fabulosas intenciones. Nuevamente: en una monarquĂa arábiga donde las muchachas no pueden salir solas de su casa o usar transporte pĂşblico sin la autorizaciĂłn del marido –o un familiar–, el hecho es lisa y llanamente revolucionario. Pero, antes del papel picado, un poquito de cronologĂa...
Tras un año y medio de tire y afloje, hace apenas tres meses las mujeres abogadas –recibidas, con tĂtulo, pero siempre limitadas a cargos menores– tuvieron la buena nueva de que recibirĂan licencia para ejercer efectivamente (lĂ©ase: abrir una firma, tener casos, presentarlos frente a los respectivos departamentos, proveer asistencia legal, entre otras cuestiones). Para llegar a esa instancia, necesitaban –eso sĂ– llenar ciertos requisitos, como experiencia previa comprobable y de tres años en instituciones acreditadas. Acto seguido, la primera abogada mujer de Arabia Saudita: Bayan Mahmoud al Zahran. (Segundo) acto seguido, otras tres ladies habilitadas para el ejercicio pleno. “Esta licencia nos permitirá ser reconocidas como abogadas practicantes en el registro”, ofrecĂa entonces la primera dama, chocha de contenta por tener la chance –¡enhorabuena!– de poner sus dotes al servicio de la ley.
Con todo, ni lenta ni perezosa, Al Zahran fue por más y, asociándose con el trĂo restante, armĂł un cuarteto para el infarto (de los sobrados misĂłginos saudĂes) que acaba de abrir la primera firma legal exclusivamente femenina, dedicada a representar a mujeres y darles a sus derechos el sitio que merecen. “Las fĂ©minas han sido continuamente descuidadas por el sistema judicial de Arabia Saudita por numerosas razones, incluida el no ser tomadas en serio por los abogados hombres. Asuntos como conflictos de herencia, violencia domĂ©stica, matrimonio o conducir automĂłviles son sencillamente desechados. Además, mientras más y más mujeres se unen a la fuerza de trabajo, el paĂs todavĂa necesita ponerse al dĂa en tĂ©rminos de apoyo jurĂdico para las trabajadoras”, ofreciĂł el sitio web –especializado en gĂ©nero– Jezebel.
Ergo, Al Zahran sentará precedente en varios aspectos; uno de ellos: volcarse primeramente a las necesidades femeninas y luego ampliar el campo de acciĂłn a casos de varones. Siempre, dicho sea de paso, con el espĂritu en alto: “Creo fervientemente que las abogadas podemos contribuir al sistema legal. Este despacho marcará un antes y un despuĂ©s en la Justicia del Reino. Estoy muy esperanzada y agradezco el apoyo que muchos me han dado para dar este paso histĂłrico”.
Paso histĂłrico para una gran historia que, en honor a los biopics o las inspiraciones ligeras, bien podrĂa devenir en show televisivo. De modo que si alguien se topa con el maridito de Michelle Pfeiffer, David E. Kelley, guionista y productor de las iluminadas –y voladas– Boston Legal o Ally McBeal, que le cuente el cuento. Ya va siendo la hora de que el mister vuelva a cranear magnánimos personajes como la propia McBeal o el clan femenino –en las pieles de Lucy Liu, Portia de Rossi, Jane Krakowski– que hizo de las suyas y logrĂł lo inesperado: una tapa en la revista Time en junio del ’98 que titulaba: “¿Está el feminismo muerto?”. Pues, no lo estaba entonces y no lo está ahora. Mientras haya señoras en las leyes –u otros oficios– dispuestas a proteger derechos o, segĂşn el caso, ampliarlos, la integridad de la causa seguirá intacta. Y Ă©sa sĂ que es una idea que no necesita apelaciĂłn. Lo Ăşnico: ojalá pronto puedan ir manejando hasta el trabajo...
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