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Viernes, 17 de enero de 2014
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De pieles, escoceses y mariposas

Por Victoria Lescano
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Los libros de estilo y los catálogos que ilustran los anticipos de colecciones invierno 2014 de las principales firmas internacionales emergen en locaciones austeras. Louis Vuitton, la marca cuyo actual diseñador es Nicolas Ghesquière (tras la salida de Marc Jacobs), presentó una colección ideada por el equipo de diseño anclado en Nueva York, entre cuyos destacados se encuentran los abrigos y los recursos con piel. Así, un falso mink aparece tanto en una boina como en las solapas de un trench de cuero o de una cartera. Otro rasgo acentuado es el nuevo largo de los pantalones, orgullosos de sus costuras varios centímetros por encima del tobillo. Ese gesto abre el juego a las medias en todas sus variantes, ya con trama de red, así como también las botas ceñidas que calzan como medias, extralargas y cortas y con acentuado taco stiletto.

Del lado del casual elegante y el nuevo rescate de etnias, están Humberto León y Carol Lim para la firma Kenzo, quienes en su imaginario estético recurrieron a la geografía y la iconografía del noroeste norteamericano. Las modelos llevan estampas escocesas que emiten psicodelia, tanto en los trajes con variedades cromáticas –negro, rojo y azulino en el pantalón– como en sobres complementarios al tono, donde saltan a ecuaciones de negro y violeta en una sastrería compuesta de saco entallado y ceñido con un lazo, así también en faldas de paño con corte asimétrico. Entre unos y otros, desde Kenzo exaltaron los buzos con la proclama Fuego. La locación y los decorados para el shooting transcurrieron en una asociación de mecánica y las imágenes que surgen del registro denotan laberintos que recuerdan a bibliotecas y pasillos de hoteles.

MCQ, la línea más democrática de la firma McQueen, recurrió a los tartanes, que fueron un manifiesto para el creador de la firma y hasta disparadores de una polémica circa 1998, y los aplicó a vestidos en celeste, rojo y negro, con énfasis en cinturones de cuero, símil arneses, que extendieron su función en las diversas páginas y pasarela virtual del catálogo de modas ideado bajo la dirección creativa de Sarah Burton. Otro de los ardides de quien fuera la mano derecha de Alexander McQueen consistió en recurrir a otra estampa vintage de la bitácora de la firma. Se trata de una variedad de estampa animal, ahora digitalizada y remozada: el resultado es una estampa símil 3D que emerge tanto en chaquetas de estilo bomber, en minivestidos, en monos, en el relieve de sobres de mano, pasando por las mangas de una blusa y la remera bajo un abrigo. Aunque en ocasiones conviven con rescates de pantalones de jean raído y con parches de cuero.

La incorporación de estampas escocesas en gamas de rojo, amarillo y negro, que McQueen llevó a una pasarela extravagante en representación de su clan familiar, fue refutada por una cronista de la publicación Women’s Wear Daily y por entonces, el diseñador recurrió a su gusto por las tramas gore. Mientras que en Valentino, la amplia colección admite tanto vestidos de tricot con estampas de animales, pasando por maxitapados de lana con recursos geométricos que recuerdan artilugios de Pierre Cardin, de las artista textiles Sonia Delaunay y Elsa Schiaparelli.

Además de las excéntricas apropiaciones de los tejidos, emergen vestidos en blanco y negro de suprema elegancia, así como también una vasta colección con estampas de mariposas que ellos apodaron “una tormenta de mariposas”. En los días previos a la presentación de su colección masculina en el contexto de pasarelas de Milán, los diseñadores de Valentino, Maria Grazia Chiuri and Pierpaolo Piccioli, reconocieron como musas de esa colección los usos y costumbres pregonados por las extravagantes editoras de moda Anna Piaggi e Isabella Blow.

Pucci, en versión 2014, exaltó los abrigos de piel en diversas gamas de rosa –del Dior al Barbie– y en diversidad de largos. Uno y otro convivieron con largas botas dignas de Bettie Page, así como también con largas túnicas de inspiración años setenta. Aunque las tomas no omitieron una pieza de sastrería dorada que hubiera dejado estupefactos y algo deslucidos tanto a Elvis Presley como a David Bowie en sus apariciones más fulgurantes.

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