El es escritor y está por casarse. Antes de dar el sÃ, decide encontrarse con sus ex novias en cuartos de hotel para intentar cerrar las heridas que les dejó y empezar una nueva vida sin culpas ni fantasmas. En cada habitación aparecen recuerdos de sufrimiento femenino, mujeres abandonadas o que dejaron cuando no podÃan más, historias repetidas de desamor. Ellas son las que quieren y él es el que no puede, aunque para eso tenga siempre una justificación.
Primero se encuentra con una mujer de pueblo (MarÃa Del Cerro), una chica que abandonó para irse a recorrer el mundo. Ella ahora está casada y tiene hijos, pero al verlo vuelve como las gaviotas al mar el resentimiento por el dolor provocado por un amor que no fue. Después se encuentra con la chica sexy (Miriam Lanzani), que lo busca para tener sexo, hasta que confiesa que terminó con el corazón roto y una parte de su vida destrozada. La tercera en cuestión es su ex amante burguesa rosarina, con la que tuvo relaciones durante su vida universitaria. Laura Bruni da vida a un personaje repleto de hostilidad por haberse sentido manipulada y herida por ese hombre que sólo buscaba una descarga fÃsica entre el cansancio académico. La cuarta es una profesional (MarÃa Fernanda Callejón), con la que tuvo una relación más larga y estable, pero que no pudo escapar de nuevo al abandono y el destrato de un hombre con problemas para entablar vÃnculos profundos y duraderos. Ellas lo acusan de haberse quedado con una parte de sus vidas y hacerlas sufrir.
La obra muestra situaciones reales que se reproducen, pero no puede evitar caer en estereotipos y exagerar las caracterÃsticas de cada mujer hasta volverlas todas iguales: tontas. La pueblerina ilusionada, la comehombres, la profesional dura y la déspota se representan sin matices, mientras que el hombre (interpretado por el también director Marcelo Cosentino) es el canchero acostumbrado a no mostrar lo que siente. La trama naturaliza a la mujer vÃctima de relaciones amorosas sufridas y al hombre como el ser libre que necesita irse, un modo de vincularse que muchas veces sucede, es cierto, pero que por suerte está en crisis. El texto utiliza un lenguaje cotidiano, llano, simple y concreto, sin ninguna pretensión de profundidad, que es acompañado por una escenografÃa que juega con los colores de un modo bastante sencillo: cada mujer viste de un color que combina con las sábanas de la habitación. Entre acto y acto entran a escena dos figuras femeninas vestidas de mucamas, que ayudan a crear otro lugar común relacionado con la clase social. Algunas mujeres a las que les c... la vida (extraña traducción, ya que el tÃtulo de la obra original de Neil Labute es Some Girls) anuncia desde el tÃtulo algo que no se puede decir pero está implÃcito, cierto resguardo infantil en no escribir lo que transmite la obra, que los hombres son los que deciden y las mujeres las que aceptan, y todo eso bajo la mueca graciosa del chanta y seductor argentino medio.
Todas las actuaciones son correctas, pero sobresale Laura Bruni con un personaje que le deja lugar para destacarse en una interpretación que sorpresivamente recuerda a la imitadora de la Presidenta, Fátima Florez. El papel de Bruni tiene gestos, modos de hablar y tics de Cristina Fernández, tan exagerados que la emparientan más con su imitadora que con la real. Esta irrupción coyuntural se vuelve efectiva, aunque no tenga una relación directa con el resto de la obra, una puesta en escena que sin haberse cuestionado demasiado hace reÃr a la platea, pero huele a rancio.
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