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Viernes, 2 de mayo de 2014
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La elegida

Lidia Borda

Por Roxana Sand谩
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Hace no tanto tiempo de una noche en el teatro SHA se presentaban las cantoras de La Jaula Abierta, esa reuni贸n de artistas nacida de una presentaci贸n para el pueblo toba que hab铆a organizado Patricia Sosa. El grupo que formaron Rita Cortese, Teresa Parodi, Carolina Peleritti, Dolores Sol谩 y Lidia Borda (m谩s tarde con intervenciones po茅ticas de Fernando Noy) se gust贸 desde el principio; se desconoce si juraron amor eterno, pero aquella noche en cuesti贸n estaba particularmente iluminado. Las acompa帽aba la uruguaya Ana Prada, reci茅n llegada para otras presentaciones. Sobre el escenario, ubicadas todas en un gran sill贸n de pana roja 鈥揘oy y su abanico sentando reales sobre un apoyabrazos鈥, iban invit谩ndose y provoc谩ndose para la actuaci贸n solista. Divinas, inmensas, se paraban frente a un p煤blico que agradec铆a con aplauso cerrado las melod铆as tan encarnadas en esas voces. Desde el sill贸n, con las piernas juntas y las manos entrelazadas de t铆mida irredimible, Lidia observaba a sus compa帽eras en silencio, sin intervenir (el clima de caf茅 concert 鈥撀縜hora debe decirse standapero?鈥 de La Jaula permite el encime). Hasta que lleg贸 su turno, pidi贸 disculpas por un resfr铆o tremendo de 煤ltima hora y comenz贸 a cantar frente a una audiencia que esper贸 con actitud solidaria la traici贸n de alg煤n carraspeo, la opacidad de una congesti贸n, en fin, cualquier traspi茅 que por supuesto iba a ser perdonado de antemano. Pero entonces hubo un viraje en el espacio, uno de esos instantes en los que se altera el orden de las cosas, y de su boca surgi贸 una melod铆a de arrabal. Desgarrada, acaso heroica. Era un fuego l铆quido paralizando los corazones de gente que empez贸 a mirarse y a mirar a su alrededor, como buscando en el aire d贸nde estaban las chispas del hechizo que se les met铆a en las tripas. Abri贸 los ojos que mantuvo entrecerrados hasta el 煤ltimo acorde, junt贸 las manos sobre el regazo y mir贸 hacia adelante y hacia la nada, como volviendo de alg煤n lugar. Y la ovaci贸n se convirti贸 en una obviedad. 鈥淭rabajo mucho con la emoci贸n y, sin embargo, no fue algo que me impuse. Con los a帽os me fui dando cuenta de que hab铆a una gran comunicaci贸n emotiva desde m铆 hacia la gente, y desde ella conmigo. Siempre me emocion茅: cuando era chica me pon铆a a cantar sola y lloraba. Creo que los bordes de la transmisi贸n emotiva son notables鈥, dice cuando le preguntan por sus versiones de Manzi, de Cedr贸n, por el relato intimista que va tejiendo su voz cuando se escucha 鈥淔ruta amarga鈥, 鈥淕ricel鈥, 鈥淓n un corral贸n de Barracas鈥, 鈥淕ota de lluvia鈥 o 鈥淓l aguacero鈥, 鈥減orque me meto por los m谩rgenes tambi茅n, para seguir buscando鈥. No le gusta definirse como una cantante de tango, pero logr贸 lo que pocas: que sus versiones empezaran a pasarse en las milongas, territorios hist贸ricamente vedados a las cancionistas. 鈥淢e dec铆an: 鈥極lvidate, a los milongueros no les gustan las cantantes mujeres鈥. Bueno, hicimos 鈥榁ida m铆a鈥 y 鈥楩ruta amarga鈥, y comenzaron a escucharse en esos lugares. Fue como un peque帽o triunfo.鈥 Siempre fue propensa a los desaf铆os. De entender, por ejemplo, por qu茅 las tangueras de los 鈥90 no homenajeaban el lirismo de los 鈥30, ni las encandilaban las luces de Azucena Maizani, Rosita Quiroga o Ada Falc贸n, acaso los esp铆ritus y colores m谩s cercanos a Lidia desde una dimensi贸n propia y diferente de todo lo escuchado hasta el momento. En una entrevista con uno de sus admiradores incondicionales, el o铆do absoluto H茅ctor Larrea, reconoc铆a que 鈥渆n los devenires de una canci贸n una puede ir como nadando o flotando sobre el tema, y eso me da un placer muy grande. Esas piezas de principios del 鈥30 transmiten la geograf铆a y el paisaje de un pueblo. La quietud, la soledad, la austeridad鈥. Acaso por la gen茅tica del Lincoln materno, ese mismo tr铆o de cuerdas vino a conmoverla para reproducir Atahualpa, su 煤ltimo disco dedicado a Yupanqui. 鈥淪u poes铆a pasa por el existencialismo como pensamiento, y a m铆 me gusta el silencio, la soledad y esa mirada introspectiva, pero universal.鈥 Mujer astuta, conjug贸 un repertorio coherente y entra帽able donde transcurren la 鈥淐hacarera de las piedras鈥, 鈥淓l arriero鈥, 鈥淟a pobrecita鈥, 鈥淕uitarra d铆melo鈥, 鈥淟a flecha鈥 y 鈥淐amino del indio鈥, algunos de los doce t铆tulos que completan la experiencia. Esta noche, con la m铆stica de su voz y sin falsas promesas, la mujer volver谩 a alterar el orden de las cosas m谩s queridas, aquellas que necesitan estar en movimiento para seguir manteni茅ndose vivas.

Lidia Borda presenta Atahualpa en Sala Siranush, Armenia 1353. Esta noche, a las 21.30. Informes y reservas: 4899-4101.

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