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Viernes, 23 de mayo de 2014
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medios

El control a la zorra

Por Luciana Peker
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Zorra: quiere decir puta pero más que puta. Es un descalificativo ensañado. Ser una puta –en ese lenguaje televisivo que ya no tiene horarios de protección ni pip pip pip púdico– implica gozar del sexo: disfrutar, buscar, probar, provocar, cambiar. Una mujer que goza de su cuerpo como ella quiere, a veces mucho, a veces con muchos. Incluso, una mujer que puede decidir pedir que le susurren la palabra al oído para algarabiar su clímax o que ella misma puede reverenciarse para entregarse a una desbocada sexualidad en donde hay decisión pero se pierden las censuras de los estribos. En cambio, zorra, ahora que la sexualidad –casi– no es pecaminosa, que es admitida como un don del que las mujeres no tienen por qué privarse sino con el que pueden vibrar, es más que puta. Puta ya no alcanza como insulto. Zorra es un escalón más arriba, es una mujer mala, jodida, maliciosa. No se trata de descalificar a una mujer por querer sexo (ser puta en el diccionario de las descalificaciones misóginas) sino de querer tener sexo para perjudicar al hombre colocado en víctima. Un varón siempre dispuesto a entablar un diálogo sexual que es captado por una mujer que lo provoca, le tiende una trampa a sabiendas de la inercia erótica masculina (en donde no habría lugar para la conciencia, como si fuese apenas un dispensador de calentura). Por eso es mala. Malísima. Zorra. No es una mujer, es una hembra, una animal, una perra o una zorra. No se conforma con ocupar su lugar de receptora, ni siquiera con gozar de su sexualidad, de su atractivo, de su libido, encima busca más. ¿Qué más busca la zorra? El dedo acusador sobre la zorra no solo es, obviamente, machista. También desnuda el miedo masculino a la mujer desacatada.

Marianela Mirra mostró el histeriqueo quenti (ahora se le dice hot) por whats app entre ella y Jorge Rial. A la novia de Jorge Rial, Mariana Antoniale, le molestó. Y le molestó más que se haya ventilado por las redes sociales. Que no haya quedado entre las cuatro paredes de su casa. A Jorge Rial le molestó que lo molesten con la mujer con la que se estaba por casar antes de que Marcelo Tinelli le clavara un llamado telefónico y le dijera “Atendé que es tu mujer” para hacerlo payaso en el circo del pedido de perdón a la mujer con la que –hasta que apareció la otra– hacía los deberes para poder encargar un hijo.

El 2 de abril, en su programa Intrusos, Rial dijo: “Me harté de las putas, me harté de las zorras, me harté de las extorsionadoras”. Y subió la apuesta: “A vos, Marianela, a vos te hablo, que sos una zorra”. En una cloaca violenta sin control también reclamó: “No hay que dejar que esta mierda ande dando vueltas por el mundo”. Y amenazó: “Si no logramos erradicar a esta zorra, va a seguir haciendo daño”. La amenaza tomó forma concreta: “Te voy a pasar con un camión por encima”. ¿Incitación al zorricidio? A la violencia de género, sí. “Las amenazas y humillaciones hacia Marianela Mirra legitiman patrones de desigualdad en los que las mujeres son asociadas al ‘placer’ sexual o a la ‘venta’ de sus cuerpos buscando así obtener otros réditos, en este caso sería un espacio laboral en medios. Se visualiza el discurso de corte patriarcal y machista que deja en evidencia lo más palpable de una situación en la cual hay un varón que ostenta sus influencias o posibles contactos que pueda tener para ‘cerrar el círculo’ de la mujer. Una mujer sobre la cual considera que puede decidir o cuya vida puede ‘dominar’. Queda claro que lo expresado públicamente por Jorge Rial es violencia simbólica y mediática”, dictaminó el Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión. La producción de programación de América se reunió con el organismo integrado por la Afsca, el Inadi y el Consejo de las Mujeres. Admitieron que se pasaron todos los límites y se mostraron interesados en pensar cómo un medio puede alentar o desalentar la violencia hacia las mujeres. Nunca es tarde. Pero la descalificación de zorra ya está aullando contra la autonomía de los deseos de las mujeres incontrolables.

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