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Viernes, 6 de junio de 2014
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Escenas

En carne viva

El grupo de investigación teatral Piel de lava, que integran Elisa Carricajo, Pilar Gamboa, Laura Paredes y Valeria Correa, estrenó Museo, obra que explora el mundo del arte para cruzarlo en un juego de espejos, a través de las interpretaciones y los cuerpos de estas cuatro mujeres que siguen festejando el acto teatral en conjunto, más allá de las ideologías, y descarnando sobre las tablas conflictos a corazón abierto.

Por Carolina Selicki Acevedo
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Vivir el teatro como una experimentación diaria, donde el riesgo sea motor, no es fácil. Se necesita confianza y libertad, pero principalmente una buena red de contención para atravesar los supuestos límites y construir. En Piel de lava la red está compuesta por cuatro actrices, directoras y dramaturgas: Elisa Carricajo, Pilar Gamboa, Laura Paredes y Valeria Correa. Desde hace diez años comparten una misma vocación, o “fe”, y una amistad que refuerza los vínculos, la sinceridad y la entrega. En abril estrenaron su nueva obra, Museo, donde parece sintetizarse el camino recorrido y la vuelta a un punto de partida.

La década creada

Desde su formación, Piel de lava, estrenó las obras Colores verdaderos (2003-2004) donde dos compañeras de oficina comprendían que “una cosa es estar con alguien y una muy distinta es estar acompañada”, y la importancia de ir tras un destino; Neblina (2005-2006), en la que interpretaban a un grupo pop en clave militante, con mucho humor, y Tren (2007), obra en la que unas mujeres viajaban a “encontrarse con Dios”, pero que también invitaba a reflexionar sobre “¿Por qué el viaje es la metáfora por excelencia de lo iniciático?”. Siempre el eje fue la investigación teatral que derivó en la construcción de obras donde se profundizara en la “fusión con el recorrido emocional de un sujeto condicionado por su contexto”. Asimismo, se destacaron por la atención puesta en cómo narrar cada historia. Hoy, ya consolidadas en la formación, siguen apostando a la tríada actuación, dramaturgia y dirección como un manifiesto, en la que el crecimiento particular de cada una (en teatro, cine, televisión y múltiples reconocimientos) no opaca ni dinamita el espacio de laboratorio creado por todas, donde como bien lo expresa el nombre, la lava las recorre, las identifica en ese magma caliente en continuo movimiento desde las profundidades de su ser. Y con la compañía de otra integrante-invitada al movimiento, Laura Fernández, quien por segunda vez forma parte de la dirección y la dramaturgia, en una “mirada paralela”.

¿Qué es Piel de lava, hoy, para ustedes?

Elisa: El grupo funciona como un lugar de estudio conjunto. Siendo todas mujeres creo que hay mayor diálogo, pero el ser amigas facilita mucho.

Pilar: Es un espacio de mucha confianza. Y lo que cada una quiera probar o sugerir tiene este lugar. El seguimiento de las demás te permite saber qué marcarle a la otra, qué no debería volver a repetir, por dónde seguir.

Valeria: Desde que comenzamos a tener la conciencia de grupo, luego de trabajar juntas, nos complementamos en el compromiso con que encaramos cada nuevo proyecto. Esto nos permitió estar entrenadas en el marco del laboratorio.

¿En estos años de trabajo de grupo perciben diferentes etapas en cuanto a temáticas o desafíos?

L.: Cuesta pensar en etapas demarcadas, pero creo que una muy significativa fue la de querer desarrollarnos como actrices y ahora vernos ya pudiendo vivir de la profesión. Primero compartiendo una etapa de formación y ahora cada una con su carrera.

P.: Siempre consideramos el teatro como una vocación. Ensayábamos en el living de la casa de Elisa como si ensayáramos en el San Martín. Creo que el festejo incluye esto, festejamos el trabajar juntas. Comulgamos en esta fe al teatro. Yo lo comparo con las situaciones amorosas, más allá de las ideologías está el compartir la fe en algo.

¿Por qué decidieron sumar a Laura al grupo para sus últimas dos obras?

V.: Siempre contamos con una mirada paralela. Héctor Díaz asistió anteriormente, Vale también. El teatro se forma a partir de la mirada y, como las cinco estamos involucradas, es necesario que alguien nos aporte desde afuera.

Laura Fernández: La experiencia es súper grata porque ellas son muy permeables a los cambios. Para Museo apelamos a un trabajo de desaprensión, como si fuese volver a los inicios, a través de la entrega, con una óptica luego muy firme e implacable al momento del acuerdo grupal.

El cuerpo-andamio

En este proyecto, Piel de lava apostó nuevamente a explorar un mundo que podría serles ajeno pero que en un punto se roza con el teatro. La escena es trasladada a un museo de arte contemporáneo en construcción, llevado adelante por cuatro amigas –con la ayuda económica del padre de una de ellas– y donde dos son pareja (interpretadas por Pilar y Elisa). Allí, la gran estructura de andamios y planos aún mentales será el telón de fondo de conflictos internos tanto del grupo como de cada una de las integrantes. Los cambios de roles, el trabajo corporal, el excelente dominio del espacio y la fluida verborragia, junto con una gran labor dramatúrgica, hacen de esta puesta de una hora y media de duración una interpelación al ser colectivo y a qué o quién determina qué es arte. La crítica está en el aire en forma de pregunta y una a una irán sincerándose en un juego de espejos, dejando caer la máscara, poniéndose en el lugar de la otra o, quizá, sólo reparando en la visión que se tiene de ella. Con mínimos recursos logran convocar la atención de quienes somos invitados al work in progress de su futuro museo. Luego de la oscuridad total las luces se encienden, pasan a ser obras vivientes y nosotros a contemplarlas en la aparente quietud.

¿Cómo surge Museo? ¿Cuál fue el disparador?

P.: Desde lo grupal, qué pasaría si alguna se fuese. En un momento fue un miedo atávico que nadie conversaba pero nos interesó llevarlo a escena. Todo surgió desde la ficción y luego aparecieron significaciones del grupo. Intentamos no repetir ninguna forma, sino explorar la red de vínculos grupales. Si bien estamos protegidas por la ficción, tenemos mucha exposición. Después de tres años de ensayos, volcamos lo que pensamos de la vida, del teatro, de todo.

V.: Ya no nos daban ganas de ir a buscar afuera. Queríamos ir por el lado inverso, generar un universo ficcional trabajando elementos muy personales. Es sostenerse en la otra. Tal vez en alguna escena estás agotada y te detenés en la mirada de una de ellas como si fuese una columna, la respiración depositada ahí. No tener más soporte que el cuerpo o la palabra.

¿Por qué eligieron un museo como contexto?

E.: En un momento exploramos el mundo del arte contemporáneo como paralelo, no propio, y a la vez que nos convocaba. Leímos un trabajo de Eliseo Verón sobre el comportamiento de los visitantes a un museo y toda esa información fue circulando hasta que la relacionamos con el trabajo de grupo. Quién valida el arte también. Ahí empezó a cerrar la idea.

¿Cómo es crear en conjunto desde los tres frentes: actuación, dramaturgia y dirección?

E.: Es difícil crear todas, nos lleva mucho tiempo. Una puede reconocer partes que son muy de una y otras que no recordamos quién las creó o pensó. Lo más difícil de sostener es el ser tantas y seguir funcionando.

V.: Por ejemplo, la imagen del final (proyectada desde un espejo en el centro de la escena) surgió un poco azarosamente. El fotógrafo nos mandó esa foto como un juego luego de la producción y decidimos que fuera parte de la puesta. O cuando convocamos al grupo Mondongo, porque la obra misma lo pidió. Nos pareció ideal integrar una metáfora de la obra dentro de la obra.

Pilar Gamboa aprueba, asiente con su cabeza y sus manos, como rodeando la escena diaria de comulgue que todas vienen sosteniendo y disfrutando desde que son una y muchas. “Lo que vale es estar ahí, en el puro presente –concluye–. Como cuatro principiantes. Atravesar la oscuridad, estar en carne viva. Necesitamos de las cuatro ahí. Si no, el mecanismo no funciona.”

Museo. Viernes a las 21.30. Espacio Callejón. Humahuaca 3759. Localidades desde $ 100. Reservas en www.alternativateatral.com

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