Naci贸 en el vag贸n de un tren, o en Viareggio, o en las v铆speras de una funci贸n pueblerina por la Toscana, falsas certezas y una sola verdad: la hija de comediantes de carromato naci贸 tan cerca de un escenario que fue natural y sencillo verla a los tres a帽os haciendo de la peque帽a Cosette en Los miserables. Debut ideal para dise帽ar el repertorio de un programa teatral m铆tico que complet贸 antes de cumplir los veinte 鈥揷omo no pod铆a ser de otra manera鈥 con los nombres de Julieta y Electra. Despu茅s fue Th茅r猫se Raquin (con Emile Zola aplaudi茅ndola desde la platea) y Margarita Gautier. Ya entonces la Duse era la primera actriz moderna, la primera en despojarse de sus recuerdos y hambres infantiles para componer un personaje. Ninguna como ella antes, casi ninguna despu茅s. Ni los desplantes amorosos de Gabriele D鈥橝nnunzio ni el apretujado podio de mejor actriz del mundo donde sub铆an al mismo tiempo sus pies y los de Sarah Bernhardt lograron que Eleonora perdiera el rumbo de su composici贸n: ella era la obra, ella, el personaje. Duse pod铆a salir a escena sin maquillaje, s贸lo bastaba su cara grande 鈥搒铆, grande, ni vasta ni infinita porque ser铆a impreciso, cara grande es perfecto porque da idea (casi en repetici贸n borgeana) de volumen material鈥 para contar la historia. Un noviazgo trunco con el periodista Martino Cafiero, un embarazo perdido, un matrimonio breve con el actor Tebaldo Checchi, una hija, el amor devoto de Arrigo Boito (el libretista de Verdi y quien le present贸 a Ibsen, creador de los personajes m谩s aplaudidos de Eleonora), los enga帽os de Gabriele D鈥橝nnunzio (disfrutaba de que Sarah y Eleonora se lo disputaran), su amor por Isadora Duncan y su apasionado romance con Lina Poletti, completaron el mapa amoroso de la mujer que supo ser independiente (pagaba su alquiler y cre贸 su propia compa帽铆a teatral) cuando las otras mujeres viv铆an del bolsillo de sus maridos.
La musa de Joyce (dicen que un portarretrato con la foto de Eleonora lo miraba desde su escritorio), los halagos de Chaplin y un Ch茅jov despabilado despu茅s de verla actuar son algunos de los souvenirs inspiradores que entreg贸 la mujer que supo que deb铆a 鈥渆liminarse鈥 para componer un personaje. Con Febo Mari film贸 en 1917 Cenere (Cenizas), una pel铆cula muda ambientada en Cerde帽a a fines del siglo XIX en la que personifica a Rosal铆a, una madre soltera que renuncia a su hijo para que no lo llamen bastardo. Desprecio y muerte completan el melodrama en el que Duse logra que act煤en hasta los trapos negros que la cubren. El cuerpo en escena de Duse traspasa el tiempo, lo perfora y rompe con cualquier clich茅 m铆mico que endulzaba la antojadiza Bernhardt, a quien le gustaba decir que le atra铆an los aerostatos porque su 鈥渘aturaleza so帽adora la transportaba a las regiones m谩s altas鈥, caprichos de proscenio que tan bien retrata Julian Barnes en una de las historias de Niveles de vida y que ayudan a dibujar la vi帽eta del juego de los siete errores o de las siete diferencias entre las dos actrices, duelo sin fin 鈥搇as apuestas perduran鈥 entre la italiana y la francesa.
La fluorescencia fantasmal de Eleonora Duse ser谩 otra vez cuerpo en unos meses cuando Alessandra Ferri la baile (ser谩 en La Scala, en un ballet inspirado en la vida de E. D. con coreograf铆a de John Neumeier), ser谩 perpetua materia m贸vil en los cuentos de escenario que los actores italianos se pasan de lengua en boca y ser谩 por siempre la cara del teatro, privilegio de cara en el rictus de su aire fastuoso sin apego al tiempo ni a la moda.
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