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Viernes, 12 de diciembre de 2014
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el megáfono

El abuso sexual no contempla atenuantes

Por María Eugenia Cuadra, Romina Diurno * y Clara Mayaud **

Laura Gutman es una escritora que logró reconocimiento abordando la maternidad y la crianza, y pareciera haber encontrado su propio límite en su artículo “La sistematización del abuso sexual”, recientemente publicado en su sitio web. Gutman justifica lo injustificable: la violencia sexual contra lxs niñxs. Y para hacerlo despliega un sinfín de explicaciones a un hecho que debe ser condenado socialmente, sin medias tintas.

En lo que pareciera un intento por describir los sentimientos que un niño desprotegido despierta en un adulto, rápidamente vira hacia una justificación de prácticas aberrantes que intenta explicar a partir del propio desvalimiento infantil del adulto abusador, recurriendo a imágenes que buscan generar lástima sobre la persona del violador. “El problema es que somos totalmente inmaduros. ¿Por qué? Porque no fuimos amados durante nuestra niñez, ni cuidados, ni protegidos, ni amparados. Crecimos esperando obtener amor alguna vez (...). ¿Qué nos pasa cuando nos relacionamos con un niño tierno? Lo queremos devorar. ¿Cómo lo devoramos? Lo tocamos. Lo acariciamos. Lo abrazamos, nos frotamos contra él”, escribe.

En su columna, olvida el vínculo asimétrico que implica el abuso, no sólo por la diferencia etaria sino porque esa violencia ejercida contra un niño es la punta de un iceberg que tiene como base la violencia de género. A Gutman se le olvida mencionar que quienes abusan de niñxs son en su gran mayoría varones, que miden la situación y buscan la oportunidad para llevar adelante el abuso.

Constantemente relativiza la crueldad ejercida, la intromisión de la sexualidad adulta en la vida un niño. Estos argumentos que apelan a la “inmadura vida emocional” del adulto, invisibilizan los lazos entre sexualidad, violencia y patriarcado, y buscan quitar responsabilidad a los agresores. Así, víctimas y victimarixs serían sujetos pasivos por igual de un destino fatal.

“La confidencialidad compartida, el secreto guardado” de los que habla Gutman no parecieran tan distantes del silencio exigido a lxs niñxs abusadxs, sostenido en la confianza que éstos depositan en lxs abusadorxs. Para abordar esta problemática tan compleja, elige hacerlo desde la óptica del adulto abusador. Señala livianamente las consecuencias del abuso en sus víctimas, para luego volver a explayarse en la “búsqueda de amor” de lxs victimarixs. El uso de la primera persona del plural tampoco es inocente, o no debiera serlo. Intentando echar un manto de piedad sobre abusadorxs, incluye a lxs lectorxs en esta práctica aberrante. Somos muchxs los que no justificamos estas prácticas, no las naturalizamos y no acordamos en que se trata de una “relación socialmente condenable” sino de un delito que no contempla como atenuante el “vacío que el adultx trata de satisfacer”, y que implica una gravísima vulneración de los derechos humanos de los niñxs.

* Psicólogas.
** Trabajadora social.

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