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Jueves, 2 de abril de 2015
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Marcela Fillol murió sin ver a su hija

Por Liliana Hendel *

Marcela Fillol murió el 22 de febrero de 2015.

Si la muerte llegó con anuncios previos y podría haber sido digna y no fue, debemos hablar de la responsabilidad de quienes lo impidieron. Si están en juego la salud y emocionalidad de una niña, los responsables de cuidar de la niñez deben dar cuenta de sus actos por no haber cumplimentado con la debida diligencia de la que hablan los tratados de derechos humanos y los recursos disponibles para evitar los daños. O disminuirlos.

Marcela Fillol, igual que Alicia Muñiz, igual que Wanda Taddei, pasará a ser un emblema de los movimientos que reclaman justicia para las mujeres y las niñas. Ella se fue del país y se enfermó gravemente estando afuera, un dato que el padre de la niña –del cual ella huía por violento– aprovechó para denunciarla por obstrucción del vínculo. La Justicia no tomó en consideración la enfermedad e internación de Marcela. No le preguntó ni la escuchó.

La jueza Marcela Trillini primero y luego Silvia Celina Sendra, del Juzgado de Familia Número 3 de San Isidro, separan drásticamente a Marcela de su hija Jazmín –de siete años–, la acusan de Síndrome de Alienación Parental (SAP), un inexistente cuadro diagnóstico derivado del modelo de la Guerra Fría de lavado de cerebro, que supone que se puede convencer a un niño/a de haber sufrido una violación. La Justicia no toma en cuenta los estudios de género, la cámara Gesell y los dichos de la niña. No le pregunta. No la escucha.

Marcela vive en el Sur. Su enfermedad avanza, sólo desea ver a la niña y despedirse. La Justicia actúa lenta. La orden de revinculación, tan rápida con padres probadamente abusadores, es más lenta que la veloz metástasis. La defensora que debía cuidar de Jazmín no pregunta ni escucha.

El estado es terminal. La orden judicial llega; el padre incumple. Nadie sanciona.

La niña llega a Bariloche horas después del fallecimiento de Marcela.

¿Quién le pidió explicaciones a la jueza Trillini? Nadie.

¿Quién reclamó a la defensora Ana María Fernández Irungaray, que debió protegerla? Nadie.

¿Quién evalúo si, efectivamente, la niña está en manos de un abusador y eso confirma que vive en riesgo psicofísico? Nadie.

¿Quién le devuelve las últimas horas a Marcela que, sabiendo que se moría, sólo quería despedirse de su hija? Nadie.

¿Quién le devuelve a Jazmín la infancia? Nadie.

Marcela Fillol será un emblema para que su muerte ayude a construir el camino hacia otra Justicia y para que Jazmín sepa que su madre pidió por ella. Que la amó e intentó cuidarla. Que pensar en ella le arrancaba sonrisas de recuerdos alegres.

Digamos fuerte “Marcela Fillol” y otras voces gritarán “¡Presente!” y se sacudirán las estructuras de organismos canallas que no cumplen con sus mandatos, de juezas corruptas que se jubilan rápidamente para evitar los juicios que merecen y de defensoras que dan discursos para ocultar que sus ausencias matan, golpean y dañan.

* Psicóloga y periodista de Visión 7, en la Televisión Pública, y coordinadora de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (Ripvg) en Argentina.

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