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Viernes, 24 de abril de 2015
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Contra viento y marea

Entrevista Alika Kinan, una joven sobreviviente del delito de trata de personas en Ushuaia, hizo público un pedido de ayuda desesperado en Facebook a través de una carta donde reclama una protección estatal que recibe a cuentagotas y para evitar el desalojo de la vivienda precaria en la que permanece con sus hijos. Su testimonio narra con crudeza el recorrido interior por las redes de trata y el trabajo íntimo que debió atravesar para dejar de considerarse trabajadora sexual y reconocerse como víctima de trata.

Por Roxana Sandá
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alika kinan en el terreno cedido por el municipio para la construcción de su vivienda

Una carta desesperada que decidió publicar en Facebook actualiza todos los fantasmas de la trata y la explotación sexual de mujeres. Alika Kinan sabe que apelar a acciones institucionales y de género en su condición de víctima sobreviviente podría echar alguna luz sobre la precariedad que la atrapa junto a sus cuatro hijas en una vivienda provisoria otorgada en 2012, tras ser rescatada de una whiskería en Ushuaia, y de la que el Estado provincial intentó desalojarla, porque entonces la adjudicación fue de un mes y 20 días bajo el compromiso de ayudarla a resolver necesidades que quedaron sin respuesta. Según ella, hubo funcionarios que se saltearon capítulos enteros de la Ley de Trata, que dice haberse aprendido gracias a profesionales y compañeras feministas, que la ayudaron a reconocer su carácter de víctima y a desarmar la idea de un ejercicio consentido de la prostitución, algo que siguió creyendo mucho tiempo después de su rescate. “Gran parte de esa reparación la transité sola, sin asistencia integral. Una vivienda deficiente se convirtió en nuestro hogar, donde casi morimos intoxicadas por un calefón defectuoso, y como solución nos cortaron el suministro, supongo que para apurar nuestra salida.” El año pasado, cuando Alika presentó recursos de amparo ante la Justicia provincial, le negaron su condición de víctima por no reconocerse como tal al momento de ser rescatada.

El rumbo torcido de los acontecimientos no le hizo mella: su caso es el primero en el que una víctima se presenta como querellante y actora civil para demandar a los tratantes y al municipio de Ushuaia por haber mantenido, tras la puesta en vigencia de la Ley de Trata, el local donde se ejercía la prostitución bajo el control de inspectores municipales y con la exigencia de exámenes médicos y libreta sanitaria. El daño se irá reparando en buena parte gracias a la gobernadora Fabiana Ríos, comprometida a otorgarle los fondos para la construcción de una vivienda en un terreno que cederá el municipio.

“Desde 1996 fui explotada de manera sistemática y diariamente en la provincia más austral del mundo, donde ser prostituta era un orgullo, ya que las mujeres no venían a esta isla por propia convicción: acá se venía a que los gendarmes, militares, policías, tengan mujeres a su disposición para saciar sus necesidades. Sobreviví no sólo a esto, sino a intentos y violaciones consumadas, manoseo diario, peleas, golpes y sangre, mucha sangre, marcas en la cara y otras partes de mi cuerpo”, dice en su carta. Antes había nacido y crecido en Córdoba, estudiante de “colegio bueno que va a abrir puertas”, descendiente de abuela, tías y madre prostitutas, hija de un padre “vividor”. La abandonaron cuando cumplió 16, dejándole una hermana menor a cargo. El círculo iniciático fue casi espontáneo. Una conocida le ofreció trabajar en un privado de “masajes”, donde también se realizaban despedidas de soltero sin sobresaltos, gracias al flujo constante de chicas y a un sistema efectivo de coimas policiales mantenido por los individuos que regenteaban el sitio.

Fue el inicio de tu mapa de ruta de la trata.

–Sí, porque años después, en los ’90, otra chica me propuso viajar al sur. Me decía que se ganaba buena plata por los barcos pesqueros extranjeros que llegaban y podías cobrar en dólares. Viajé a Ushuaia, donde por supuesto se quedaban con un porcentaje por cada servicio además de generarte un plan de deudas que nunca saldabas entre pasajes, comida, ausentismo y llegadas tarde. Por cada vez que no iba a trabajar debía 2000 pesos y si llegaba tarde me sacaban 500. Nos retenían la documentación y nos identificaban como las putas del pueblo, donde los cabarets y las whiskerías te queman las manos pero a los que todos concurren como si fueran lugares de amigos y de recreación familiar.

De vida o muerte

Hace poco se suicidó una chica de 18 años. La madre era su explotadora y la dueña de un boliche que también regenteaba. Cecilia P., la chica en cuestión, se drogaba y bebía alcohol en cantidades para soportar las tripulaciones de los barcos pesqueros y también de los cruceros de todo el mundo, recuerda Alika con impotencia por no haber podido salvarla. “Cecilia sufrió una explotación permanente. Estaba en un callejón sin salida. Un día le dije que largara todo, podíamos pedir un subsidio. Me preguntó de cuánto y calculé unos 1500 pesos. ‘Esa plata la hago yo chupando una pija.’ Creo que lo más aberrante era el grado de naturalización del asunto.”

¿Existe una radiografía posible del territorio?

–Ushuaia es puerto y base naval, históricamente provincia de destino. A las putas las traían los gendarmes, los militares, la misma policía. Todos eran cómplices. Hoy se reciben cruceros y barcos pesqueros internacionales. Bajan miles de personas, por lo que la explotación es permanente y de complicidades múltiples entre algunos poderes del Estado provincial. Cuando tocan puerto cruceros rusos o americanos suele bajar personal de nacionalidad filipina, mano de obra barata pero que paga en dólares, y eso es mucho para un proxeneta. Los locales abren a las 8 de la noche, aquí es plena luz del día hasta la mañana siguiente, y tenés que estar a disposición de los clientes. El funcionamiento de whiskerías o cabarets está penado, pero nadie regula. Se terminan abriendo puertas a la trata porque las chicas están tan pasadas de droga que no saben si están siendo secuestradas. Cuando llegué, en 1996, los tratantes que me captaron me bautizaron Carla y después me llevaron al casino para enseñarme cómo debía moverme. De paso era mostrada a los tipos, que a la noche iban a ir a la whiskería a gastarse la plata que ganaron. A las que se portan mal las pasan de un boliche a otro, donde las condiciones empeoran. Es cuestión de vida o muerte.

En 2012, un allanamiento en la whiskería Sheik, regenteada por Pedro Eduardo Montoya y su mujer, Claudia Quiroga, logró rescatar a las mujeres que se encontraban en el lugar. Una asistente social le ofreció a Alika reinsertarse en la sociedad anotándose en un curso de costura. “Imaginate mi cara pasada de todo, de noches, de merca.” También le ofreció un refugio para ella y sus hijas, habitado por otras víctimas de trata. “Me proponía ir a una casa con cinco dominicanas. Nos cerraban a las diez de la noche y venían a abrirnos al otro día. ¡Era una locura! Estaba enojada, me daba lástima Pedro, gritaba ‘por qué lo detienen’. Me llevó muchos años de terapia poder hablarlo; no entendía la sustancia del delito y me negaba a considerarme víctima de trata. Me veía como una mujer fuerte que había llegado hasta ahí porque no me quedó otra opción, un concepto que también forma parte del delito de trata, porque es lo que te hacen creer cuando ingresás al circuito. En estos casos la provincia se ajusta a que la mujer no va a reclamar porque cree que no tiene derecho.” La asistente social concluyó en su informe que Alika no había sido víctima de trata porque no era sumisa. “¡Cómo no vas a ser víctima si arrancaste a corta edad por una situación de vulnerabilidad! Y cómo vas a ser sumisa si tenés que sobrevivir a miles de violencias. Hay desconocimiento, pero también se nota falta de objetividad. Hasta a veces creo que existe un resentimiento marcado.”

¿Existen registros del paso de las mujeres por estos lugares?

–Recién llegada a la isla, Claudia Quiroga me llevó a la policía y confeccionaron una apertura de legajo. Ella me indicó que dijera que iba a trabajar de alternadora en el boliche Sheik. Los mismos policías que hacen la ficha van a la noche a los boliches, porque forman parte de esa red. Con el legajo, en la municipalidad se abre un expediente y se emite la libreta sanitaria, un registro donde consta el análisis de HIV y un exudado vaginal que debe hacerse todos los meses para corroborar que la mujer está sana. Las mujeres son objetos que deben mantenerse en buenas condiciones para ser violados con tranquilidad, porque en la red nadie puede perder plata.

¿Cuándo tomaste conciencia de que eras una víctima de trata?

–Con los años, con mucha terapia, con la ayuda de mi abogado, Jorge Pintos, y de una organización feminista que me acompañó siempre y me enseñó a construir una visión de género. Fue un proceso difícil porque no podés creer lo que te pasa y debés resolver en soledad el tema familiar. Tuve que desarmar preconceptos, no era un orgullo ser prostituta. Que me acostara con tipos y cobrara no significaba mantener relaciones consentidas. Eran violaciones, entregas sexuales con riesgo permanente. Tengo cuatro hijas de 14, 8, 6 y 3 años y un bebé de un año y medio. A ellas les digo todo el tiempo que manden sobre sus cuerpos, que deben amarlos y cuidarlos. Viví muchos años en ambientes violentos donde me decían cosas como puta de mierda o tomás pala en balde, no valés nada. Demasiados insultos. Y dentro mío había un quiebre que costó reparar. No quiero que les pase lo mismo.

¿Quiénes te decían eso?

–Todos. Los tratantes, los compradores de cuerpos, los que nos soltaban todos sus demonios a cambio de algo.

Uno de ellos, un español que venía de los pesqueros y conoció a Alika en un desembarco, pagaba al tratante sin que ella supiera para que la dejara quedarse con él. Quería más, le aseguraba. Unas vacaciones en España, una compañera de vida. “Me fui a vivir con él y su familia a España, y me encontré con un hogar donde la violencia estaba naturalizada. Empezó golpeándome a mí y después a nuestra hija mayor, que tenía ocho años. Decidí escapar de ahí y volver a Ushuaia con los tratantes, que por supuesto me recibieron con los brazos abiertos.” Con él fueron idas y venidas, las cuatro hijas en común, demandas de divorcio. “Pensaba que yo era puta porque quería, no porque mi cerebro estaba triturado. Si las víctimas no se reconocen como tales, imaginate cómo nos piensa la sociedad.”

El tsunami fóbico

En abril de 2013 resolvió constituirse como parte querellante de la causa contra Montoya y Quiroga, hoy libres. Funcionarios de la fiscalía general evaluaron la situación de riesgo y le otorgaron vivienda mediante un acta acuerdo amarreta, de un mes y veinte días. Recurrió a la Fundación María de los Angeles, intervino Susana Trimarco. Las abogadas de la fundación la pusieron al día sobre sus derechos a vivienda digna, trabajo, subsidios, inserción social. Estrategias contra una estigmatización que sigue sufriendo, porque en Ushuaia todos se conocen. “Se respira desigualdad cuando vemos que los defensores oficiales son para las víctimas de trata, para lxs que trabajan en la barra de los locales y lxs que limpian, y los abogados caros son para los proxenetas. Aquí hay dos o tres estudios jurídicos que se dedican a representarlos.”

Presentar reclamos un año y medio después del allanamiento te jugó en contra.

–Claro, porque la Justicia se basó en un supuesto consentimiento y en que me habría cabido la figura de víctima si me hubiera reconocido como tal al momento de ser rescatada. Me presenté ante las autoridades del Ministerio de Desarrollo Social y la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia en el momento en que pude tomar conciencia de mi situación de víctima, sin resultados. Interpuse una acción de amparo ante el Juzgado de Familia y Minoridad N° 1, que el juez rechazó por considerar que hubo consentimiento. Recurrí el fallo ante la Cámara, que admitió la posibilidad de haber sido víctima de trata pero sólo cuando ocurrió el rescate, por lo que si no reclamé mis derechos en ese momento no podía hacerlo después. Soy única causa a nivel nacional en la que la víctima es querellante en la Justicia Federal y actora civil en el fuero provincial, por eso le pusieron tantas trabas a mi abogado en todo el curso de la causa.

Muchas de las que “siguen” llegaron desde Corrientes, Misiones y Chaco, pobres todas y calladas. “Los clientes usan tu cuerpo y compran el silencio de tu violación. La sociedad consiente. Una legisladora me dijo un día que si se cierran todos los locales van a salir estos tipos ‘a violar a nuestras adolescentes’. Entonces –le pregunté–, ¿nosotras estamos para atajar el mal social que ustedes tendrían que resolver de otra manera?”

Desde hace un tiempo piensa en la buena educación, esa que deberían recibir los hombres desde chicos “y enseñarles que unas no están para que se las cojan y las otras para ser mujeres de familia”. Alika sostiene una teoría: el fenómeno de la explotación sexual y la trata se replica en los femicidios y en ataques homofóbicos y lesbofóbicos. “Los tipos son como un tsunami que abordan a las adolescentes o a las mujeres más vulnerables. Si hubiera sido sumisa, me habrían encontrado en una zanja o en una bolsa. Ellos nos ven como materiales que pueden descartar. Debemos crear conciencia sobre la clase de hijos que queremos tener.”

Manifestaste públicamente tu adhesión a una postura abolicionista.

–Porque considero que cualquier mujer en su sano juicio y que tenga trabajo digno, vivienda digna y atención en salud, jamás va a elegir cambiar esa estabilidad por estar con alguien que mancille su cuerpo. No podemos sindicalizar este delito. Ammar hacía las reuniones en locales regenteados por mujeres que explotaban a adolescentes. La prostitución deja la puerta entreabierta a la trata porque le conviene y mucha gente se hace la distraída para mantener un negocio que da ganancia pura. Seamos un país abolicionista sin criminalizar a las víctimas.

Sapa Kippa significa “sangre de mujer” en lengua originaria de las comunidades onas y yámanas que habitaron Tierra del Fuego, creyentes de que en el pasado las mujeres habían gobernado por su magia y astucia. Alika abrazó el término para convertirlo en instituto de género y fundación de asistencia y capacitación de otras mujeres que atravesaron infiernos similares. “Un anhelo que tenemos con otras activistas, psicólogas, asistentes sociales especializadas en abuso y mi abogado, que hoy es casi un guía espiritual. La idea es reinsertarlas, transferirles una experiencia nueva, libre de conceptos machistas y patriarcales, que les devuelva su autoestima.” El espacio funcionaría en terrenos adjudicados por el gobierno provincial junto con los fondos para construir su vivienda. Mientras tanto, un puesto en la Universidad de Tierra del Fuego y algunas changas abren un camino de reinserción lento. “Para un empleador no es fácil confiar en una persona que fue explotada.”

En el acto homenaje del 2 de abril en Tierra del Fuego estuviste con la Presidenta.

–Le dije que era sobreviviente del delito de trata y le entregué una carta explicándole mi situación. A mí me rescató el modelo, que es el que me deja ver al menos un horizonte prometedor. Yo no soy K porque me copan las acciones de YPF, sino por ser una muestra viviente de este proyecto nacional. Sufrí la explotación sexual en la paridad del uno a uno, donde mi vida cayó en picada y Ushuaia era la panacea de la prostitución, con todos los extranjeros que llegaban. Si eras negra, pobre o inculta estabas destinada a ser prostituta o a casarte con un golpeador. Néstor y Cristina fueron los autores de muchos rescates. Pero todavía falta. El plan Pro.Cre.Ar, por ejemplo, debería destinar un porcentaje para las víctimas de trata y de violencia de género. Hoy estoy contenta, el intendente Federico Sciurano me dijo que quieren darle solución a la violencia de género porque la consideran muy ligada a la explotación y al abuso sexual infantil. Ya ves, seguimos abriendo caminos, ahora quizá con sangre buena de las mujeres.

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