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Viernes, 25 de noviembre de 2005
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Sepa cómo dejar un recuerdo imborrable (está bien, al menos duradero)

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Cuidado, estimado/da/s, que el recuerdo se impregne en el alma y no en los huesos, que ese permanece pero duele y poco/cas quieren reincidir.

Seguramente Ud. se está haciendo la misma pregunta que mi compañera de banco, la atildada señora que escribe consejos para el hogar y que suele mirarme de costado (si la habré visto) mientras yo me entrego a mi placer de cada semana: ¿Y para qué corno/na desearía/mos dejar un recuerdo imborrable?, ¿eh? Cada quién tendrá sus razones: autoestima baja, deseo de volver y no tener que explicar quién es una/o, a modo de plan de ahorro, para realizar alguna vez aquella fantasía del millón de amantes (reunidos en torno de mí)... Vaya a saber. Lo cierto es que el deseo de trascendencia es tan humano como la envidia y ya que nombramos ese sentimiento abyecto que sirva la marca en la memoria a modo de escudo para saber que no seremos todo/a pero somos quién hizo ESE surco... bue, está bien, si quiere envuelva los huevos con este papel, no será un destino trascendente pero al menos es útil.

1. Invente su propia historia: En este espacio, amiguete/ta/s, la verdad jamás le hará sombra a un buen relato. ¿A quién le importa, en definitiva, si andan diciendo por ahí que no tiene remedio? ¡Pues claro que sí, adoradoras/res de lo/la bueno/a! Un pasado circense, una fantasía cumplida con el gran danés de su vecina, ¡una buena fobia! Hay tantas de las últimas que es hora de que sirvan para algo: ¿Ud cree que es posible que se olviden de Ud. si asegura que tiene fobia a la saliva, por ejemplo?, ¿o era otra cosa el sexo seco? Invente la suya y sorprenda a sus amantes, algunos/as, incluso, se lo agradecerán.

2. Doble la apuesta (siempre que pueda y bajo su propia responsabilidad): ¿El/lla quiere invitar al vecino? ¿Y por qué no al equipo entero de rugby con el que el vecino entrena el fin de semana? ¿El/lla/llo quiere saber lo que es pararse en una esquina y complacer a cualquiera que pague? ¿Y por qué no intentarlo en la puerta de la Vucetich? Pruebe, pero ruegue. Que locos y locas hay en todas partes y no siempre se puede seguir multiplicando.

3. Pida Ud. un recuerdito: Una cosita de nada, un pedacito de su partecita, para el museo, digo; una gota de su fluido, una lágrima en un tubo de ensayo. Cualquier cosa que pertenezca a otro/a cuerpo y que Ud. quiera conservar pondrá los pies en polvorosa del/la sujeto/ta que se sienta amenazado/da en su integridad física. Acordarse de Ud. se van a acordar, lo que no puedo asegurarle es que le responderán la llamada.

4. Haga lo que siempre quiso y no se animó a concretar: ¡Sí!, ¿por qué no?, ¡entrene al gran danés de su vecina!, ¡pruebe hasta dónde se expanden los materiales!, ¡compruebe cómo sabe el lóbulo de su amante!, ¡dele de beber de su propia e interna agüita!, ¡sea la bestia que siempre deseó ser! Eso sí, trate de que haya alguien mirando porque si no nadie le va a creer.

Y recuerde: dígale no a hacerlo en lugares públicos, usar disfraces, ir a boliches swingers, son opciones tan remanidas que su compañero/ra no sabrá si efectivamente lo hizo con Ud. o lo leyó en la peluquería.

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