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Viernes, 8 de abril de 2005
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Claves para la dicha matrimonial

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La felicidad perpetua es posible dentro del matrimonio a pesar de las acechanzas de la vida moderna, siempre y cuando tengamos muy en cuenta los preceptos del doctor Willi Feyerabend, que figura en El arte del amor (Ediciones Picazo, Barcelona, 1967). Como certeramente señala el prólogo de este estudio, el autor descubre “incógnitos secretos” de lo que debe ser una vida sexual sana dentro de la sagrada institución, sin olvidar por cierto “las plagas que azotan al individuo con sus perversiones de homosexualidad, sadismo o prostitución”. Un horror del que ustedes se verán resguardadas si cumplen, junto a sus esposos, las siguientes reglas del sabio doctor F.:

1) No dejes morir el matrimonio en lo cotidiano. Cualquier pretexto lícito vale para encender de nuevo la llama del amor y mantener vivo el romanticismo de los primeros tiempos.

2) Demuestra buen humor, incluso en los días difíciles. Es decir, a mal tiempo, por más tormentoso que se presente, poner siempre buena cara.

3) Evita cuidadosamente las pequeñas e inútiles diferencias conyugales. Porque, asegura el autor de El arte..., se ha demostrado que las grandes diferencias son, casi siempre, matemáticamente, la suma de las pequeñas.

4) Asegura cada día la paz conyugal, sabiendo disculparte por tus errores o perdonando al compañero con sencillez y grandeza de espíritu.

Estos consejos –y muchos otros que ofrece el manual citado– se podrán practicar con mayor facilidad si con suficiente anticipación se aceptan las condiciones previas al compromiso, que enumera Willi Feyerabend, a saber:

Los candidatos al matrimonio, pues, según el autor consultado, deberían sujetarse a estos tres puntos antes de dar el sí definitivo. Asimismo, conviene que las lectoras conozcan los principales motivos de queja de los hombres respecto de las mujeres, a fin de poner el mayor empeño en corregirse: irritabilidad, vanidad, afán de diversiones, falta de sinceridad, pereza, charlatanería. Ahora bien, si ya están ustedes casadas y no existe en la pareja la suficiente adecuación nacional y racial, traten de superar el problema con un poco de caridad cristiana. Hasta que la muerte los separe, desde luego.

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