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Viernes, 21 de enero de 2005
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Todo por un anca

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Por R. S.

Se los vio el fin de semana último henchidos, mordiendo costuras de telas que no los cubrían, con sus redondeces apenas sostenidas en los costados por las manos breves de sus dueñas, cuidadosas de que los dedos no fueran a ocultar el menor centímetro de esas porciones de anatomía que cada verano se posicionan en hilera sobre un escenario y apuntan –cual ganado en camión rutero– sobre millones de ojos y bocas que durante una hora chasquean a la distancia el posible gusto y calidad de tanta vaca joven. Así es que los culos, que de ellos se trata, de una decena de señoritas, volvieron a competir en el tradicional Bikini Open 2005 que todos los eneros se celebra en Mar del Plata. Una muestra infatigable de pieles de gallina, perfectos círculos amarronados, cachitas rosas esforzándose por morder el cielo y esas columnas vertebrales que pugnaban por concluir en testas absolutamente innecesarias. Claro que tanto traste irreal junto requirió, de por sí, del folklore acorde que le dan los aceites corporales, los presentadores en falso estado cuasi orgásmico y una tribuna playera que de a ratos seca los sudores de la emoción en camisetas de la B. Lobos sueltos, corderos atados a su propio hechizo frente al espejo. ¡Qué fascinante imaginar por un segundo los pensamientos que cruzan esas cabezas inundadas por la ilusión de ser elegidas! ¡Y de serlo por el valor que les confiere su atrás! Un atrás hijo de los noventa, que acaso lleve grabada información genética neoliberal acerca del cuerpo femenino como arma para ensayar cualquier acto que aspire a triunfo. Todo en el improvisado salón playero de la fama, donde esos culos pendulares mueven a derecha e izquierda su orgullo inflable. Acaso sean las cajas de resonancia de este nuevo milenio, flamantes cubículos en los que se atesoren la erótica popular, los gozos y el mapa de una feminidad dispuesta a parar bien las asentaderas a precio de hundir cabeza en tierra. ¿No seremos acaso los testigos poco privilegiados del nacimiento de una generación ñandú, tan vaciada como la X pero infinitamente más marketineada que la índigo? Cuidado, desprevenidos, que el fetichismo sexual versión 2005 puede toparnos en cualquier vuelta de esquina con estos ñandúes de carnes generosas, jinetes sin cabeza que lejos de hacer justicia, como el de Tim Burton, apenas pueden mostrar sus ancas para ser colonizados.

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