Viernes, 26 de noviembre de 2004
Hay algo peor que un secuestro
Por CEIM San Nicolás*
En estos dÃas en los que a diario nos despertamos con noticias de nuevos secuestros y la sensación de inseguridad nos ahoga hasta sentirnos perseguidas. DÃas en los que no se duda en asistir a marchas pidiendo por la libertad de las vÃctimas, y mayores penas para los culpables. DÃas en los que los medios de todo tipo (gráficos, audiovisuales) nos inundan con detalles morbosos y atemorizantes de cada uno de ellos. Nosotras nos preguntamos, ¿es que no hay nada tan grave como un secuestro? Y creemos que sÃ, claro que lo hay. Son los secuestros de los que son vÃctimas miles de mujeres y niñas/os de quienes serÃa imposible que recordemos sus nombres por la superioridad numérica que representan. Son los y las secuestrados/as sin pedido de rescate, donde las cadenas o las sogas no se ven pero son muy firmes, donde lo que te secuestran es el alma, la voluntad, la sonrisa, la esperanza, la imaginación, los sueños, el futuro. Son las vÃctimas de violencia y abuso sexual. Son los miles y miles de mujeres y niños/as que conviven años, décadas con ese horror y no se organiza una marcha por ellos/as ni se pide con el mismo énfasis el encierro para los responsables. DifÃcilmente consigamos audiencia con ministros y gobernadores y ni pensar presidentes para plantearles la gravedad del problema.
En muchas provincias de nuestro paÃs tenemos la estructura legal, pero no es suficiente. Como sociedad, preferimos mirar para otro lado, más lejano, más ajeno, menos complejo y horroroso.
Frente a un secuestro con pedido de rescate, todos/as estamos a favor de la vÃctima y no dudamos al decir que el secuestrador es un delincuente. Sin embargo, frente a la violencia contra la mujer y frente al abuso sexual se dan otras reacciones, se sospecha de las vÃctimas, no se cree que el perpetrador sea capaz de hacer algo tan horrible, se supone que la vÃctima buscó esas consecuencias, que se queda porque le gusta o que quien ejerce la violencia tiene razones para hacerlo. Como sociedad no queremos escuchar, no queremos ver, no queremos saber, no nos queremos meter. Algunos/as nos hablan de proteger la familia, de conservarla a como dé lugar. Nos preguntamos, ¿de qué familia estamos hablando cuando ocurren estos horrores en su interior? ¿Dónde está la función protectora, posibilitadora, dónde el afecto, el respeto, la contención que todos y todas necesitamos para crecer? Evidentemente en una familia con vÃctimas de violencia y/o abuso sexual no hay nada de eso (...)
No podemos dejar de señalar, a modo de reflexión, algo que suele pasar inadvertido, y es que muchos de los que hoy nos roban, nos secuestran, nos violan o nos matan han vivido en medio del horror en su infancia. Si hiciéramos algo por ellos durante ese tiempo, tal vez podrÃamos cambiar algo en el futuro.
* Equipo de atención a la mujer vÃctima de violencia: Lic. MarÃa Carolina Cánepa, Ps. Fabiana Conti, Dra. Corina Reali, Lic. MarÃa Teresa Gutiérrez.
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