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Viernes, 5 de mayo de 2006
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Por Naty Menstrual

Querido Sarmiento:

Cuando era chica, la referencia que tenía de Sarmiento era que siempre había sido súper puntual y no faltaba nunca al colegio. Cuando me hice grande tuve la oportunidad de conocer a otro bastante diferente, con vagones y burocracia rondándole por donde lo miren. Sarmiento ya no era un prócer ejemplar, el pequeño hijo abnegado de una provinciana tejiendo en un telar como loca, rezando para que se invente la Singer antes que muera. Era un tren, un convoy, un gusano metálico transportador de fantasías, miserias, dolores, amores.

El otro día tomé el bendito trencito que hace Once-Moreno/Moreno-Once. Es como un mundo donde se resume gran parte de lo que somos. Un chico de unos 27 años con una marca de quemadura en el 75 % de la cara color bordó y un bebé de unos meses en sus brazos:

–Por más que sea una moneda chica que a usté le parezca se lo agradecería...

Un gordo con cara de feliz cumpleaños, grabador al hombro y buen humor como si fuera locutor de una radio de bailanta puso a todo lo que da un cd de éxitos ochenteros.

Un chico de unos 35 años sin una pierna, dolorosa falta si no tenés más que la otra al lado, también pedía su moneda a los gritos aduciendo que tenía no sé cuántos hijos y por un accidente... y que sea lo que sea le venía bien...Y todo junto, como un cóctel explosivo para mi cabeza, la parejita que llamó al de la música y le compró un cd a sólo 3 pesitos. Barata felicidad.

Fantástico mundo. Amplio universo. Alejado de los diarios, de la tele, de los políticos, de las radios. Cerca del dolor, de la carne viva, de las soledades, de la verdad y aún así caras sonrientes, grupos de amigos jugando al truco riendo sin parar brindando con cerveza...

Cientos de brazos por las ventanillas, las puertas abiertas con trabajadores cansados tomando fresco peligroso. La muchedumbre amuchada, amuchados los muchachos, las muchachas, como en la cancha en un clásico. Las embarazadas y los viejos parados con sus asientos ocupados por gente roncando. Ése era mi Sarmiento, ése era mi Sarmiento privatizado. Privatizado no, mejordicho privado. Privado de libertades, de derechos, de sueños, de proyectos a largo o a corto plazo.

¿Seguridad? Bien gracias... sólo presente en los molinetes por si alguien que trabaja doce horas por algunos pesos osaba pasar sin su boleto

Una chiquita con síndrome de Down repartía tarjetitas con dibujitos infantiles y frases estereotipadas, no sonreía, ¿y por qué habría de hacerlo? Al pensar en eso me sentí con mis deficiencias a flor de piel habitando un mundo caníbal que espera que tropieces para devorarte.

Somos ganado. Somos números. Somos índices. Somos encuestas mentirosas. Y sin embargo, la mayoría, o quizá no tantos, sólo queremos viajar para llegar a algún lado. Algún lado. Dónde, no sé. Quizás algunos lo sepan y los envidio... quizás y eso espero ansiosamente porque no hay viaje sin destino... o sí... o quizás sea ése el significado de viajar en sí.... La búsqueda permanente del puerto adonde nuestro corazón va a estar anclado. Yo... por ahora sigo de viaje... esperando el puerto donde quedarme sin tener que viajar más en ese amado Sarmiento inhumano.

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