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Viernes, 27 de abril de 2007
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Kontrol

Por Luciana Peker

Las piernas son largas y delgadas. Son esas piernas que más allá de la envidia –insana– en las publicidades funcionan como símbolo de piernas. De buenas piernas. Femeninas, claro. Porque ahora hasta a los futbolistas se les perdona –como en la reivindicación de los petisos que hace Lionel Messi para la campaña de Adidas– tener piernas cortas. En cambio, las piernas de las mujeres tienen que ser delgadas y largas. Y también –al menos parecer– suaves y desvelladas. Todas sabemos que en este país donde una gran cantidad de hormonas capilares bajaron de los barcos (si las criollas se dejaban los bigotes para pavonearse frente a las indígenas), las piernas son algo más que piel y hueso: pelos, muchos pelos.

Pero también sabemos que la depilación es una obsesión tan argentina que en Las/12 la estudiante chilena Angel resaltó como una de las diferencias de la globalización que aquí no hay –válgame Dios y Mónica Brenta– pelos a la vista: “Hay una excesiva obsesión por lo físico. Incluso en cosas que por ahí no tienen mayor importancia como la depilación. En Chile por supuesto que las mujeres se depilan, pero acá es como una obsesión enfermiza de parte de los hombres particularmente y una empieza a ocupar tiempo mental que no gastaba habitualmente en sacarse pelos de algunas partes del cuerpo que jamás se me ocurrió que debía depilar”, contó Angel en la nota de Nancy Garin.

No sólo se pierde tiempo en sacarse pelos, también plata y –¡ay!– también el orgullo por saberse domada en una camilla dándose vueltas como en un spiedo que rostiza a cualquier atisbo de sombra entre los poros. Y si no hay tiempo, dinero, decisión, agallas (o todo lo contrario) para aguantar los tironeos, caldeos y remolinos, hay maquinitas de afeitar que sacan más rápido, aunque tienen en su contra el don de fortalecer al enemigo. ¿Cuál? El pelo mismo y también el que, según dicen en las publicidades, se enoja porque las mujeres le usan su afeitadora (si para eso salieron las navajitas con manguito rosa). Pero de eso no se enteraron los creativos de la propaganda de Speedy, que muestran un par de piernas como deben ser: largas, flacas, cruzadas y afeitadas. Y por eso el eslogan naturaliza el doble control masculino: “Te controla para que no te depiles con su afeitadora” (como si todas las mujeres debieran depilarse y todas con el delito del hurto conyugal y la vergüenza de las escondidas). Y después propone una liberación por revancha: “Con DUO viví sin control”. Lo que sería equivalente a vivir con una promoción –de las que ya dan hastío de tanto plagio a “el primero te lo regalan y el segundo te lo venden”– que incluye Internet más llamadas locales a 45 pesos (por tres meses y sólo tres meses).

La invitación al descontrol es, entonces, usar la afeitadora para quedar lisita como quiere él o examina la suegra. Hablar mucho sin gastar hasta acostumbrarse a gastar más de lo que se gastaba o navegar más de lo que se navegaba.

¿Y para cuándo quitarse de encima el control de la mirada ajena?

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