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Viernes, 20 de febrero de 2004
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El milagro de Belén

Por Moira Soto
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Querría que la gente salga del teatro sintiéndose mejor que cuando entró. (...) Más viviente y despierta; hay que despertar a la gente para que se interese también por lo insólito en el teatro, y entonces quizás también lo acepten en la vida”, proponía hace unos años Peter Zadek, notable director del teatro alemán que en alguna ocasión convocó como escenógrafo al –en el más alto sentido del adjetivo– escandaloso artista plástico Gottfried Helnwein, quien a su vez iluminó con su sombría visión de las violencias ejercidas sobre la infancia –uno de los temas más shockeantes de su obra– al dramaturgo y, entre otras cosas, puestista argentino Rodrigo Malmsten, quien, muy joven, escribió esta pieza despertadora de conciencias, de sensibilidades morales, sociales, estéticas que tituló Kleines Helnwein. Y que encontró en Belén Blanco a una intérprete tan íntegra, jugada y afinada que parecería casi imposible sustituirla, encontrar a otra actriz igualmente prodigiosa y apropiada –físicamente, mentalmente, técnicamente– para este rol que fluctúa, oscila de continuo, exige modulaciones y tonalidades cambiantes, y a la vez un acople a la excelente música (de Mariano Durand y Marcelo Vignolo). Lo que aproxima esta pieza de cámara a una moderna cantata (u oratorio) a cargo de una solista de la calidad de BB (qué buena Juana de Arco en la hoguera podría hacer esta chica en el mismísimo Colón, o en cualquier otro sitio adecuado).
Kleines Helnwein (kleines alude en alemán a lo pequeño) se estrenó en el 2000, con suceso de crítica y de público (alerta a este tipo de manifestaciones), y ahora los organizadores del Festival Verano Porteño han tenido la encomiable idea de reponer esta pieza, con el mismo equipo, pero revisada y mejorada. Ahí la tenemos, pues, a Belén Blanco transfigurándose, balanceándose sin transiciones entre la niña maltratada y la mujer adaptada a un sistema cruel y fariseo, como una poseída que provoca escalofríos en el público, aunque está clarísimo que ella controla perfectamente a los demonios que pasan por su cuerpo, su voz, su mirada...
“Rota mi lengua (...), rotas mis lágrimas, rotas mis uñas, rotos mis párpados (...). Rota la piel de mi estómago, la planta de mis pies, la sombra de mi cabeza, el escorpión de mi columna, el aula de mis pulmones, la cueva de mi boca, rotas las bóvedas de mis ovarios que agonizan sobre esta humedad de semen y de mierda”, clama en el desierto la niña abusada, aplastada por la autoridad paterna. “Dejame ir, quiero correr hacia algún lugar donde pueda respirar (...) quisiera volar infinitamente para escapar de mí, no sé adónde, pero volar. Huir de mis huesos.” Y a la muñeca, también con huellas de maltrato: “Te baño porque soy una madre y soy buena, ¿me oís?”.
Estremecida, estremecedora, Belén Blanco interpreta el poético texto de Malmsten con infinitas mutaciones en una escenografía de paredes semitransparentes de plástico que dejan adivinar las formas de los músicos detrás, mientras que por delante se proyectan imágenes de Gottfried Helnwein (en la ilustración, una de las fotocopias que se ofrecen al público), un artista que, además de su obra personal y de geniales escenografías por encargo, ha trabajado, entre otras figuras del espectáculo, con Marilyn Manson, realizando diseños de portadas y también el arte del video mObscene. Helnwein, un creador austríaco que viene molestando a la gente tranquila y conforme desde hace más de tres décadas, en su primera etapa hizo fotos de chicos atados, heridos, que perturbaron a las buenas gentes de sus latitudes. Y en 1979, como gesto de protesta por la designación del verdugo nazi Gross, que envenenó a cientos de chicos judíos, envió a los medios una carta con la foto de un chico muerto, la cabeza sobre un platode comida tóxica. Más tarde, a fines de los ‘80, realizó una instalación de 4 metros por 100 (sí, una cuadra), para recordar el comienzo del Holocausto el 9/11/38 con una fila de enormes fotos de chicos que evocaban una tristísima marcha camino del campo de concentración.
Futura Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131, viernes y sábados a las 22.30, a $ 12.

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