Ya lo dice, palabras, palabras menos, el lugar común: la felicidad perfecta, de cielo despejado permanente, no existe. Apenas hay momentos de felicidad, de esplendor en la hierba, que vale disfrutar y atesorar en el recuerdo. Esto, claro, respecto de las felicidades personales y privadas de cada uno/a, de ciertas situaciones de vida vivida. Paralelamente están los espacios de dicha, exaltación, encanto que nos proporcionan distintas expresiones del arte. Y la verdad es que se está ofreciendo en estos momentos en Buenos Aires un espectáculo que garantiza –a menos que se detesten los ritmos y danzas latinoamericanos, caribeños, que se odie el color, la alegrÃa, el romanticismo– una hora y pico de total felicidad. Un espectáculo llamado Panama’s Affair, que apela –lo anuncia desde el vamos una suerte de Indiana Jones latino– a la nostalgia de “otros cielos, lo desconocido, fieras acechando, aventuras, amores y odios, anhelos de paisajes lejanos, el misterioâ€.
La idea de escenificar una serie de temas musicales en su mayorÃa tropicales brota del universo poético de Helena Tritek, una bordadora de imágenes, hacedora de recordados espectáculos sobre poetas, que en esta oportunidad rinde apasionado tributo a la música que acompañó su infancia, a las hermosas canciones populares de amor que nunca mueren porque expresan con sinceridad sentimientos profundos, atemporales, universales.
Lo maravilloso del caso es que este proyecto de la directora, ya de por sà atractivo, se llevó a cabo con iguales (y elevadas) dosis de inspiración y profesionalidad, con una elección rigurosa de sus intérpretes, una meditada investigación de épocas y ritmos. Todo lo cual se refleja con creces en un show irresistible que aprovecha sabiamente elementos escenográficos y de vestuario que ya estaban en el Maipo –palmeras, blusas y faldas de coloridos volados que usó Eleonora Cassano– y les da nueva vida gracias a la participación de Mónica Mendoza y a las luces de Dana Barber. Dice Tritek que hay unas lÃneas de un poema de Omar Khayyan –que se pronuncian en algún momento de Panama’s Affair– que actuaron como guÃa en esta oportunidad: “Nunca renuncies a las canciones de amor, ni a los prados, ni a los besos, hasta que tu barro se mezcle con un barro más antiguoâ€.
Para hacer esos temas que expresan en contados minutos las variaciones del discurso amoroso, HT llamó a dos intérpretes insuperables: Alejandro Viola, lÃder de Los Amados que aquà deja de lado toda sospecha de parodia, y Gipsy Bonafina, una chica fogueada en lindes del musical, que combina generosamente energÃa y técnica. Después, la directora hizo casting para elegir con tanto tino a los músicos que mucho público se cree que son cubanos de verdad los que hacen sonar de maravillas piano, acordeón, trompeta, guitarra, congas, bongo, cajón, armónica, percusión... Además de hacer coros y entonar ellos mismos ese bolero impar llamado Dos gardenias. “Son mis negritos de Lanúsâ€, dice cariñosamente Helena. “Yo les digo que son unos prÃncipes, porque tienen que estar muy elegantes, aportar una sensibilidad especial.†Los prÃncipes se llaman Ramiro Allende, MatÃas Bahillo, Lisandro Fiks, Black Méndez y Mambo Méndez, con dirección musical y arreglos de Fiks (también de Los Amados).
Asà se suceden gozosamente, cantados, actuados y bailados con el cuerpo que se desarticula y corazón sobre las tablas, temas que balancean alegrÃa y a veces un cachito de pena, ritmos afro y europeos, dramatismo y humor (Tabú, La conga blicotÃ, Veinte años, Palame d’amore, Mariú, Burundanga, Cao-cao manà picado...), en este show que invoca el nombre de Panamá como sitio exótico, de agentes secretos, marineros chicos, amores locos. Perohay un momento en que la primorosa representación levanta un vuelo poético inefable: sucede cuando Alejandro Viola le entona, tan afinado como emocionado, Amapola a una muñeca vestida de holandesa (parecida a la que tuvo HT cuando niña), la cantante y actriz con media máscara en la cara. Ya saben: “Amapola, lindÃsima Amapola, serás siempre mi alma... Amapola, no seas tan ingrata y ámameâ€. El hombre se deshace tratando de arrancar una respuesta de la figura inmóvil, los brazos tiesos en el aire. Y de pronto el milagro, porque asà se lo percibe también desde la platea: cambia la luz, la muñeca empieza a articular sus brazos rÃgidos, de su boca salen dulcÃsimos arpegios que contrapuntean el canto del enamorado. Entonces es cuando la felicidad que procura este espectáculo puede llegar al éxtasis.
Panama’s Affair, en el Maipo, Esmeralda 443, Segundo piso, viernes y sábados a las 21, domingos a las 20, 4322-8238. Entradas desde $ 10.
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