En Historias de familia (The Squid and the Whale), film estrenado la semana pasada, Laura Linney no hace m谩s que confirmar, por si hac铆a falta, que es una extraordinaria actriz, capaz de concentrarse en personajes bien diversos, siempre disponible para lo que pida cada rol. A trav茅s de las pocas entrevistas personales que suele dar y de sus interpretaciones en el cine, se la nota despegada de su ego, poco vanidosa, sin demasiadas ansias de tener un Oscar en la repisa. Lo suyo es puramente vocacional desde que eligi贸 cursar el bachillerato en Artes, antes de estudiar en la exigente academia Julliard y en el Moscow Art Theatre. Ya con una conocida trayectoria sobre las tablas (a las que vuelve regularmente) empez贸 a hacer algunos papeles en la pantalla, hasta que descoll贸 a fuerza de talento y oficio dejando chiquito al cabez贸n Richard Gere en Primal Fear (1996).
Sin embargo, esta acuariana que cumpli贸 44 en febrero pasado, de quijada fuerte y frente despejada que no responden a los estereotipos convencionales de belleza femenina, no fue llamada para un protag贸nico absoluto 鈥搒alvo en la olvidable Congo (1995)鈥 digno de sus merecimientos, aunque su presencia no pas贸 precisamente inadvertida en Searching Bobby Fisher (1993, vista reiteradamente por el cable) o The Truman Show (1998). Clint Eastwood repar贸 en ella y se propuso que fuera su hija en Poder absoluto (1997), film donde Linney entendi贸 n铆tidamente su papel de referente moral de un padre dividido entre el arte de robar y el arte de dibujar. Pocos a帽os despu茅s, Eastwood la volvi贸 a convocar para el papel de Annabeth, la endurecida segunda esposa de Sean Penn en Mystic River. 鈥淎ceptar铆a trabajar con Clint aunque s贸lo fuera para leer la gu铆a telef贸nica鈥, asegur贸 la actriz durante el rodaje de esa tragedia norteamericana.
A Laura Linney, hija del dramaturgo Romulus Linney e int茅rprete en el teatro de Chejov e Ibsen, de Arthur Miller y John Guare, le encant贸 el gui贸n de Historias de familia, plagado de gui帽os y citas literarias, adem谩s de vetas francamente autobiogr谩ficas de Noah Baumbach, tambi茅n director del film actualmente en cartel (chisme social al margen: Baumbach tuvo el buen gusto de casarse el a帽o pasado con otra gran actriz, Jennifer Jason Leigh, tambi茅n de 44, siete a帽os mayor que 茅l, como se encargaron de se帽alar puntualmente ciertos medios). En este condensado, reconocible relato de un proceso de divorcio con hijos, libro y un gato tironeados en la distribuci贸n de bienes, Laura Linney es Joan, la esposa infiel que decide la separaci贸n, la madre cari帽osa pero indiscreta al revelar a su hijo menor de 12 alguna antigua aventura sexual, la mujer desprejuiciada a la hora de elegir nuevo amante (un filisteo, dir谩 su ex) y embalada con su ascendente carrera literaria, que florece a medida que se marchita la del antes exitoso Bernard, ahora rechazado por los editores y dedicado a dar clases.
Frente al resentimiento, la pedanter铆a, el ego铆smo evidentes del quebrado Bernard, el personaje de Joan parece mucho m谩s complejo y misterioso en sus distintas facetas. En las primeras secuencias queda claro que ella ech贸 a su todav铆a marido del dormitorio, aunque no se asiste a ninguna pelea, s贸lo a la tirantez que se respira en el partido inicial de tenis, en la comida familiar. No es dif铆cil deducir los motivos de desamor de Joan 鈥搎uien, por cierto, no es ninguna santa, tampoco v铆ctima鈥 al asistir a la conducta de Bernard respecto de sus hijos adolescentes, a los que impone cambiar a diario de casa en una custodia compartida, sin escuchar sus deseos. El marido abandonado manipula la admiraci贸n de su hijo mayor, subestima a su primera novia, lo induce a traicionarla. A su vez, Bernard tiene un affaire con una alumna a la que da hospedaje. Mejor dicho, ella lo tiene con 茅l y luego se lo quita de encima.
En cambio, de la historia de Joan con el maestro de tenis no se sabe ning煤n detalle, tampoco hay datos de la novela que va a editar ni sobre el cuento que acaba de publicar el New Yorker (para mayor amargura de Bernard). De esta mujer elusiva que representa a la madre del director, la cr铆tica del Village Voice Georgia Brown, apenas sabemos que esconde algunos libros (que dice que le pertenecen) debajo de la cama de su hijo menor para que no se los lleve Bernard. Y que, con ese pelo suelto tan largo, quiz谩s intente aferrarse a una imagen juvenil que ha comenzado a empa帽arse.
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