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Viernes, 18 de mayo de 2007
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“Una periodista”: c’est moi

Por Moira Soto

La polémica arrancó con una nota exaltatoria al dramaturgo Rafael Spregelburd, firmada por Alejandra Rodríguez Ballester en Ñ (14-4-07), con recuadro elogioso de Eva Halac. En ese artículo, ARB anotaba que RS consideraba que “su generación había logrado recuperar una situación gozosa del teatro, liberado del imperativo de decir lo importante de los ’80, pero de enorme responsabilidad con el presente”, añadiendo luego que el entrevistado defendía el derecho de los argentinos a la ficción, ante la demanda de teatro ideológico que a veces recibía del exterior. El 5-5-07, Griselda Gambaro tuvo la osadía de cuestionar los dichos de Spregelburd en la misma publicación, citando completo el párrafo entre comillas y haciendo un recorte para reflexionar sobre aquello de “decir lo importante”: “Cualesquiera sean los temas y las formas elegidas, lo importante está, y si no está, podemos sospechar que la banalización lo ha reemplazado”. Lo importante puede aparecer con texto y forma aparentemente frívolos o humorísticos, aclaraba Gambaro, recordando que no existen temas menores si se proyectan a una dimensión otra. Pero también decía que sería simplista creer que dramas y tragedias no permiten un encuentro gozoso, “por aquella virtud reparadora del arte, su realización escénica es siempre un encuentro con los enigmas de la condición humana (...), ceremonia festiva porque propone la ruptura de la soledad individual: trae consigo la difícil alegría de compartir y de ampliar los límites de lo que somos y sabemos, que es tan poco”. Gambaro se detenía en la frase que contrapone la ficción al teatro ideológico, “como si la ficción estuviera alejada de la ideología”. “En términos generales, ficción e ideología vienen juntas, y aun el tema menos comprometido con la ideología descubre la del autor, y por consecuente la de las obras en su lectura y puesta en escena con la misma claridad que el denostado ‘teatro de ideas’.”

El sábado pasado, siempre en Ñ, Spregelburd —apuntalado por un recuadro ditirámbico de Jorge Dubatti— retruca los conceptos de GG, y ya de entrada dice que ella decidió pasar por alto lo de “la enorme responsabilidad con el presente” (frase que la escritora rescataba en su texto), y toma opiniones generales y abarcativas de Gambaro como si estuvieran dirigidas exclusivamente hacia su persona de dramaturgo. Opiniones que la escritora, con la coherencia moral y la exigencia artística que son su sello indiscutible, ha sostenido siempre. Ideas sobre el teatro que RS toma para sí y entonces replica: “Nos quieren transmitir modelos que les sirvieron a ellos. Es un síntoma evidente de vejez”. Y agrega con dadivosa hidalguía: “La vejez no es ni buena ni mala, y yo estaré allí algún día. Pero no hoy”. Unas líneas más abajo, acusa a GG de querer “hacer valer el peso de su enorme autoridad más que el de la razón”. Ya que estamos, a RS le gustaría explicarle a GG “que mi teatro es estudiado por decenas de expertos aquí y en el exterior, como un ejemplo de ‘teatro ideológico’, incluso de ‘teatro político’, cosa de la que no reniego”.

Bueno, resulta que en la larga nota de Spregelburd intentando desautorizar a Gambaro, hay un espacio (alrededor del 20%) destinado a contestarle a “una periodista” de “un suplemento femenino”. Pues bien, esa periodista soy yo y el suple (feminista, y a mucha honra) donde salió la nota, Las/12. A continuación transcribo algunos fragmentos de ese “Talk show” de fines de marzo —”¿Todo por el chiste?”— y de la reacción impresa que provocó en Spregelburd.

R. S.: “Yo acabo de estrenar Acassuso, por ejemplo, y veo que surgen análisis de ‘género’ sobre la obra: una periodista incluso habla indignada, traumatizada, en un suplemento femenino, del horrendo papel al que quedan relegadas las mujeres en Acassuso (donde hay muchas maestras). En vez de pensar el conflicto de la obra en términos de lucha de clases, que es algo que bien podría hacerse, esta periodista decide que ‘lo importante’ allí es la lucha de géneros. No ve que los hombres de esta pieza cumplen un papel mucho más triste que esas mujeres”.

M. S.: “¿Se puede hacer reír al público a cualquier precio, aunque ese precio implique afianzar estereotipos que alimentan el prejuicio? (...) ¿La lucha antisexista1 nos corresponde únicamente a las mujeres con mínima conciencia de género, o a todas aquellas personas que se sientan concernidas por la plena vigencia de los derechos humanos en general? Preguntas para plantearse después de ver Acassuso (...), suerte de comedia negra de situaciones con una leve estructura argumental, escrita con minucioso cuidado respecto del lenguaje coloquial y con evidente conocimiento del ambiente que retrata y satiriza (una escuela pobre de Merlo). La pieza ofrece algunas escenas brillantes”.

R. S.: “La periodista se ofende con la risa del público, al que prácticamente acusa de idiota o fascista, y no dice que a lo mejor lo que pasa es que la obra es sencillamente desopilante y amoral 2. Los conflictos de esas maestras no surgen sólo de su condición de mujeres sino, sobre todo, de su tremenda marginalidad”.

M. S.: “Desafortunadamente, el perfil y el comportamiento de los 9 personajes femeninos (...) responden a estereotipos acentuados y reduccionistas acuñados por la misoginia, una suma de rasgos negativos deplorables que el autor se aplica diligentemente a ridiculizar, siendo sus ocurrencias muy celebradas por la platea. Lo concreto es que estas maestras son brutas, estúpidas, volubles, desleales, histéricas. (...) También el personaje de la madre indigente que, es evidente, vive en condiciones atroces de necesidad y promiscuidad, es usado para provocar risas despiadadas en la platea. (...) La misoginia tiende a inferiorizar a las mujeres en distintos niveles y está tan incorporada a la vida cotidiana, tan naturalizada (...), que no es de sorprender que mucha gente que se cree de lo más humanista, no la note. Más aún, que se ría con ganas de chistes sexistas, cosa que no harían –quizá– con burlas de contenido homofóbico o antisemita, por ejemplo”.

R. S.: “Pero una mirada ‘de género’, si bien sensata, obturaría otras miradas, incluso las profundamente importantes: que el mundo está dividido en clases, por ejemplo. (...) La ficción lo tergiversa todo justamente para poder volver a analizar el mundo, desprendidos del recurso retórico de lo sensato, y ver aquello que no se veía con claridad con los ojos responsables de la moral. ¡Delatar esas apariencias no implica una actitud frívola!”.

M. S.: “(...) Pero el tipo se da vuelta y las amenaza, revólver en mano, para que entreguen dinero y cosas de valor. Ahí es cuando Delia, la directora ansiosa, se ‘sacrifica’: ‘¿Vos me querés violar? ¿Querés sexo?’. Más risas en la sala porque en realidad Delia está expresando sus deseos y por extensión la idea machista de que todas las mujeres quieren ser violadas. Cuando arranca la obra con la vieja maestra que todavía no se pudo jubilar, renegando de mitos sobre la vocación docente y la escuela como segundo hogar, Acassuso parece entrar en un registro irreverente y cuestionador que después se diluye bastante, sobre todo porque, más adelante, esta Marta produce gags verbales basados casi exclusivamente en su falta de memoria. Este recurso fácil de causarle gracia al público con una discapacidad también aflora en el caso de Martita, la tartamuda, fonoaudióloga para más inri”.

1 Antisexismo no supone lucha de géneros sino todo lo contrario, igualdad e integración.
2 “Se puede entender que amoral expresa completa neutralidad moral (...). Si algo es amoral, no por ello deja de ser de algún modo moral” (Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora).

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