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Viernes, 6 de diciembre de 2002
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No tan elemental, Watson

Por Moira Soto
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Pensar en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan”, presumía Borges en su poema dedicado al popular detective inglés, infalible a la hora de resolver los casos en apariencia más enigmáticos. Si la costumbre borgeana se estaba perdiendo, he aquí que quienes producen, idean y guionan las nuevas series policiales norteamericanas, se han abocado a recuperarla desde el año pasado. Bueno, no es que “CSI: Crime Scene Investigation”, “CSI: Miami”, Monk o –en menor escala– “Without a Trace or Law & Order: Criminal Intent” se basen en las aventuras del sabueso creado por Conan Doyle. Pero sí reivindican el perfil obsesivo, detallista, deductivo de Holmes, claro que con métodos científicos aggiornadísimos: entonces, como en aquellas novelas, un simple cabello puede ser una pista decisiva, siempre y cuando se lo analice e interprete debidamente. Claro, un siglo después, es natural que los nuevos Holmes estén flanqueados por chicas de diversa edad y color, inteligentes y responsables, en general menos sombrías y neuróticas que sus jefes.
El más holmesiano de los detectives que se pueden ver por el cable local en estos pagos australes es, sin duda, el William L. Petersen de “CSI: Crime...”, serie que transcurre en Las Vegas, de explícito título y atractiva negrura para las cultoras del género. La acción –no la violencia, que ya ha acaecido cuando comienza cada capítulo– y el suspenso se concentran en la investigación: se descubre un presunto asesinato y al lugar llegan expertos y expertas, valijita en mano. Despliegan lentes, hisopos, tubitos y se adueñan de la escena del crimen. Después tendrán lugar los trabajos del forense, del laboratorio, etcétera. Y las deducciones, a veces erradas, hasta llegar a la resolución, a menudo sorprendente, de cada caso. Que en “CSI: Crime...” suelen ser dos paralelos –uno que asume Petersen y el otro, su colaboradora Jorja Fox–, y en “CSI: Miami” –a cargo de David Caruso, con una mano de Kim Delaney-, sólo uno. Sin jueguito de química, pero igualmente hermético y lúgubre, Anthony LaPaglia en “Without a Trace...” –con Poppy Montgomery y Mariannne Jean-Baptiste a su vera– sigue los volátiles rastros de personas que acaban de desaparecer.
En estas series realizadas con calculada eficacia y algunas semejanzas de formato –”CSI: Miami” es “hija” de “CSI: Crime...”, a su vez la mejor de las tres comentadas–, algunas chicas se contagian un poco de sus taciturnos y lacónicos superiores: tales los casos de las morochas Fox y Delaney. Mientras que las blondas Marg Halgenberg –jerárquicamente par de Petersen– y Emily Procter –asistente de Caruso– lucen vitales y de buen humor, a pesar del morbo que las rodea. Porque especialmente en “CSI: Crime...” no nos ahorran cadáveres reventados, lacerados, seccionados, mordidos... Pero es así como podemos aprender que una puede ahogarse en un chaparrón, que de un vómito se puede reconstruir una ensalada Caesar, que la pintura artesanal contiene estireno (ojo: no melanimina), que la droga PCP te puede provocar el síndrome del doctor Jekyll y desdoblarte en una canibalesca señora Hyde...


“CSI: Crime Scene Investigation” va los miércoles a las 21 y repite los domingos a la misma hora; “CSI: Miami”, los viernes a las 22, repite domingos a las 20, ambas series por Sony; “Without a Trace or Law & Order: Criminal Intent”, los miércoles a las 21, repite domingos a las 20, por Warner.

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