Viernes, 30 de enero de 2004
La deleitable levedad de las parejas
(O todo lo que pueden hacer los buenos diálogos -de la serie Coupling- por dignificar la mesa del bar)
Por Moira Soto

Tres tipos divagan en la mesa de un bar; tres chicas parlotean en otra mesa; en ocasiones, ellos y ellas –que mantienen relaciones amistosas, han sido, son o serán amantes alternadamente, sin excluir a ciertas/os extrañas/os al grupo– se reĂşnen alrededor de una misma mesa y siguen platicando, casi siempre en torno del sexo (ellos), de las relaciones entre unas y otras/os (ellas). Salvo algunas situaciones que ocurren en la casa de los personajes, el escenario habitual de estos/as treintañeros/as que discurren en la serie inglesa –de la BBC– Coupling (media hora -¡sin cortes!– los viernes a las 21, repite los domingos a las 19, por I-Sat) es el bar. Al que, por ejemplo, llega Jeff, un tierno lunático cuyas ansias sexuales se frustran de continuo, y le dice a su amigo Steve –un lánguido melanco reciĂ©n caĂdo del catre– que tiene miedo de decir la palabra incorrecta en una entrevista de trabajo. “Por ejemplo, pezones”, detalla. “¿Por quĂ© la dirĂas?”, quiere saber Steve. “Porque acabo de metĂ©rmela en la cabeza”, es la respuesta. “¿Por quĂ© pezones y no nalgas?”, indaga indiscreto Steve. “Oh, perfecto, te lo agradezco. Ahora además se me metieron las nalgas. ÂżPor quĂ© no me dices tambiĂ©n vulva?” AquĂ es cuando llega el tercer amigo, Patrick, el superdotado que alardea de sus medidas, y quiere saber quĂ© es lo que altera tanto a Jeff. “Tiene partes femeninas multiplicándose en su cerebro”, anuncia con su gesto más displicente, la cejita arqueada, Steve. Patrick, cĂłmo no, tiene la soluciĂłn: “Imagina al panel desnudo”. Pero Jeff no tiene paz: “Ellos podrĂan imaginarme a mĂ desnudo; ¡entonces, serĂ© un hombre desnudo que dice vulva!”.
Tal el registro de esta serie brillantemente escrita e interpretada, que algunos se empeñan en comparar con Friends cuando en verdad -especialmente en la zona masculina– el registro de Coupling está más cerca de la lĂłgica de los sueños, del sinsentido que se va por las ramas: ellos suelen poner el inconsciente (sexual) sobre la mesa del bar, al lado del vaso de cerveza y asĂ deschavar sus fantasĂas, miedos, desatinadas estrategias, incluso traumas de infancia. AsĂ, el contenido es picante, pero su formulaciĂłn es oblicua, indirecta, cargada de sugerencias, pero jamás obvia. Ellas, por su lado, no son más sensatas, aunque Susan –que nunca fue santa ni lo será– tiene los pies más cerca de la tierra que la loca de atar de Jane –que informa por radio sobre el tránsito desde un helicĂłptero, y es muy capaz de provocar accidentes con sus mensajes erĂłticos–, mientras que Sally –que se queja de que su cara engordĂł por ponerse muchas cremas nutritivas– es más mala que los alacranes a la hora de la siesta.
La gracia deliciosa de Coupling no sĂłlo reside en la velocidad e inventiva de los disparatados diálogos y en la inteligente parodia con que se trata el tema básico y principal. Las actuaciones de Jack Davenport, Sara Alexander, Gina Bellman, Kate Isitt, Ben Miles y Richard Coyle contribuyen felizmente a que la diversiĂłn sea incesante. A ninguno/a se le ocurre payasear, parodiar, hacer monerĂas para que se entienda el chiste. Actrices, actores y director tienen clarĂsimo que la comedia desbocada funciona si las lĂneas chistosas se dicen con seriedad. Porque merced a ese choque, a esa aparente oposiciĂłn, surge el humor, la risa inteligente. Por eso, cuando las chicas creen que Steve –por ahora novio de Susan– es infiel masturbándose, Sally dictamina con toda gravedad: “El tema es que los hombres no deben tener acceso solitario a sus erecciones. No son como nosotras: sĂłlo tienen unos pocos cartuchos por dĂa”.
Ah, hay una copia casi textual de Coupling hecha en Estados Unidos que va los martes a las 21.30, por Sony, y que es al original lo que la Psycho de Gus van Sant a la obra maestra homĂłnima de Hitchcock. Pueden correr el riesgo, pero no se aceptan reclamos.
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