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Viernes, 6 de mayo de 2016
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Resistencia en banda

“Rapera latinoamericana” se define Malena D´Alessio e invita a saltar al ritmo de sus canciones este sábado, en la fiesta por los 18 años de Las12.

Por Laura Rosso
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Malena llega apurada al bar de San Telmo. Un asunto doméstico la tuvo ocupada hasta último momento y aun así salió de su casa sin haberlo solucionado. Su gatita Kenia, negra y chiquita como un trozo de carbón, se trepó a la medianera y ahí estaba, sin saber cómo bajar. Una amiga quedó a la espera de los bomberos que –según dijeron- llegarían para el salvataje con una escalera de seis metros. “Ya te eché todo el cuento, ahora empecemos” dice, pero antes busca la foto gatuna en el celular, tal vez queriendo estar más cerca de esa gatita recién llegada a la casa y ya tan intrépida. Malena D´Alessio es fundadora y cantante del grupo de hip hop Actitud María Marta, que empezó a decir aquello que nadie decía a mediados de los noventa, cuando el gobierno de Menem comenzaba a decaer pero faltaba un largo tramo para que la bronca de ese periodo se expresara a través del arte. Si hay algo que le sobra a Malena es actitud.

Casi en simultáneo con Actitud María Marta, Malena se incorporó a H.I.J.O.S. Se acuerda que en ese momento ya había escrito la canción “Hijo de desaparecido”, y que le daba muchos nervios mostrarla: “Pensaba, ¿quién soy yo para atribuirme el derecho de hablar en nombre de los y las hijas de desaparecidos? Y me quedé muy contenta cuando tuve la aprobación”, se ríe. Esa canción como tantas otras eran manifiestos de su historia. El rap rompió el silencio. Los escraches pusieron el grito en la calle y su cuerpo y su voz latían en los escenarios. “Mi única militancia orgánica fue la de H.I.J.O.S. Siempre me sentí más cómoda militando desde la música porque es menos estructurada y una se construye sus propias reglas. A través del arte se pueden decir cosas desde frentes más amplios. Se dicen cosas desde la palabra, pero también desde la estética, desde el sonido, desde la forma.”

Cuando tenía dos años, después del secuestro de su papá, su familia decidió irse a Brasil. Fueron tres años de exilio en San Pablo. Aprendió a hablar portugués y se acuerda que armaba las frases mitad y mitad. Estuvo allí hasta los cinco. Sofía, su abuela paterna, fue un capítulo muy importante en su vida. “Era una mezcla de bruja y ternura. Me retaba, era dura, pero por otro lado me rascaba la espalda y me hacía upa. Un personaje muy fuerte mi abuela, que vivió lúcida hasta los 105 años. Ella y mi abuelo fueron los grandes trasmisores, mi contacto con mi papá.” El trauma de la desaparición hizo su trabajo y Malena sentía que vivía en la oscuridad. Más allá de cualquier terapia fue la música la que la salvó. “La música fue liberadora”, subraya. El descubrimiento de la música afrodescendiente, que la conectaba con una energía vital, poderosa y sensual, la vinculaba también con la tierra, con el cuerpo, con el baile. Eso la impulsó. Cuenta que iba a una disquería en un subsuelo de la calle Santa Fé donde encargaba discos de rap que le grababan en un casete. “Tenía su magia, su sabor conseguir esos discos. A mí me hace muy feliz la música. La sigo sintiendo con la misma pasión que cuando era niña o adolescente. Escucho una canción y tengo una sensación de felicidad muy primaria.”

Ese contacto con el rap fue descubrir una pasión. Siempre estuvo conectada con la danza, con la escritura y con la necesidad de intervenir en la realidad de alguna manera. “Un poco por mi historia y otro poco por mis propias inquietudes encontré en este género en particular un espacio en el cual convergían estas tres cuestiones. Lo corporal del baile, la poética del rap, que es prácticamente lo que lo define, y esta impronta que tiene de militancia. Porque así surgió, es una música muy activista. De todos modos, no sé si esto necesariamente explica algo. A mí me cautivó el género al margen de cualquier explicación. No es racional. Es como el amor, te invade.”

Malena tiene identidad rapera, porteña, latinoamericana “y más”. Conoció el rap cubano, el brasilero, el venezolano y cuando explica ese canal expresivo y musical, con poesía de los barrios y compromiso social, dice que es como si estuviera metida en un mantra, en un ritual de tambores que la hace entrar en una especie de trance. “Una caja, un bombo, un bajo profundo y una música que te pega en el pecho, y unos tipos que rapean arriba pero con una cadencia particular. Es una música muy corporal, que te genera un estado. No es un género musical más. Creo que por eso cala tanto en la juventud y en los barrios.” Los viajes y las geografías recorridas fueron el puente para conocer folklores latinoamericanos. “Con Actitud María Marta viajamos mucho y verdaderamente lo común es el hip hop, en todos los barrios latinoamericanos. Es la banda sonora de todo el mundo. Es ese ritmo que pasa por el cuerpo, muy asociado al baile y que genera un estado de bienestar.”

Su nuevo proyecto se llama Malena en bandada, con el que tuvo ganas de retomar la adrenalina de la banda. Define este trabajo musical actual como “una fusión de músicas folklóricas y tradicionales latinoamericanas, con el sonido más contemporáneo del hip hop, como hilo conductor, con algo de soul, dance hall y reggae”. Y en el camino entrelaza géneros como el tango, el candombe, la murga uruguaya, la cumbia y distintos ritmos afro latinos, con letras tan potentes y furiosas como las que le conocemos. Siempre escuchó funk, salsa, bachata, música árabe y africana. Se dedicó a la música sin pensar que iba a ser su profesión. “Empecé casi como una terapia. Sobre todo en los 90, con el indulto, por mi historia y por el silenciamiento que había sobre el tema a nivel social, para mí fue como catártico. Y lo sigue siendo. La música me hace bien. Voy a un ensayo y siento que salgo mejor de lo que entré. Y tocar en vivo es catarsis pura, un intercambio de energías en el que se consuma el acto musical. La razón de todo.”

–¿Con que tienen que ver tus letras?

Desahogos, inquietudes. Siempre estuve conectada con cuestiones de la realidad y de asumir un compromiso concreto con esa realidad, no solo en las canciones sino con la participación en espacios donde nos convocaban. Estar y poner el cuerpo. Pero no me gusta reducirlo a eso. Porque no hago solo letras políticas o sociales. Hay letras más personales, más introspectivas. Trato de dar un punto de vista particular de las cosas, o por lo menos el mío. Hago música porque me hace bien a mí, tengo que ser honesta. Y por supuesto que trato de manifestarme y de incidir sobre la realidad desde este espacio que me estoy creando. Es una estructura generada por mí, con mis propias reglas. Y me siento cómoda en eso.

Hay una canción sobre violencia machista que Malena escribió cuando fue invitada a cantar con la Murga Falta y Resto, en el carnaval uruguayo de 2011. Habla del déspota de mano larga y mente corta, con testosterona en alto grado y neuronas ausentes. Sigue con que no hay negociación con la brutalidad, que primero está la dignidad. “Por todas las mujeres de la historia masacradas, mi nombre es Latinoamérica y no voy a ser su esclava. Tiembla el machismo, tiembla el imperio”. “Vi a muchas mujeres que lloraban con la canción”, cuenta Malena. “La canté en varios tablados de barrio y ese tema, en ese momento, era algo muy tapado en Uruguay. Había un índice de muertes por violencia machista de los más altos de Latinoamérica, cosa que yo no sabía. Cuando la escribí traté de encararla como una analogía entre el sometimiento que sufrieron las mujeres a lo largo de la historia y el que ejercieron los distintos imperios sobre Latinoamérica, esa mujer que nos incluye a todas. La idea de cómo lo pequeño, lo íntimo de la pareja y la familia se reproduce en la construcción y estructura del mundo. Me pregunto si no será el machismo uno de los primeros eslabones de la cadena imperialista. Y era lindo que lo estuviéramos cantando hombres y mujeres. Yo pienso que los reclamos de género no le pertenecen a las mujeres, tienen que ser un reclamo humano. Un reclamo de la humanidad contra la ignorancia, contra la bestialidad, contra el racismo. Un reclamo de todos y de todas.”

Sobre el final de la charla suena una vez más el teléfono de Malena. Su amiga la tuvo al tanto de lo que iba ocurriendo. Una sonrisa interminable le ilumina la cara. El salvataje fue exitoso. Kenia está a salvo.

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