En nuestras sociedades patriarcales, las mujeres que ejercen alguna forma de poder se exponen a vejaciones. Durante el conflicto con los intereses del campo se dijeron (y se escribieron) frases aberrantes contra nuestra presidenta, insultos cuyo significado central radicaba en su condici贸n de mujer. Era algo previsible desde que asumi贸 y que ha ocurrido con las mujeres ubicadas en los primeros lugares del poder: los conflictos emanados del ejercicio del mando suelen convertirlas en destinatarias de injurias de clara alusi贸n sexual. Los insultos contra las mujeres tienen esa semiolog铆a simploria, dimensi贸n que parece pertenecerles en forma prominente, y redundan en la atribuci贸n de su inmarcesible capacidad de meretrices. Las mujeres p煤blicas lo son de veras. No hay duda de que los imaginarios sociales todav铆a muestran plegamientos arcaicos y que existen reservorios mis贸ginos en todos los estratos. A pesar del notable aumento del protagonismo femenino en nuestra sociedad, no cesa la producci贸n de sentidos descalificatorios de las mujeres.
Pero la Presidenta ha reaccionado a menudo de manera poco consecuente, puesto que se ha limitado a manifestar 鈥渕e lo hacen porque soy mujer鈥. Una buena asesor铆a en materia de g茅nero seguramente le hubiera indicado que no era necesaria esa confesi贸n, y que tal vez entre las respuestas m谩s adecuadas (hay muchas) hubiera sobresalido una rotunda afirmaci贸n de las convicciones sobre la igualdad y la equidad de g茅nero. He sostenido que Cristina se muestra ambivalente en la cuesti贸n, y que el temor a que la confundan con una feminista (como si ello fuera un bald贸n), tal vez ha retaceado la oportunidad de sostener en茅rgicas iniciativas para ampliar la ciudadan铆a de las mujeres y mejorar sus vidas. No obstante, no puede ignorarse el papel que han cumplido algunas 谩reas de su gobierno, muy especialmente la tarea excepcional de la ministra Nilda Garr茅 en el Ministerio de Defensa, en donde ha realizado transformaciones sin precedentes si se compara con el resto de los pa铆ses de Am茅rica latina. En el marco general de las pol铆ticas de derechos humanos con que se ha impuesto consustanciar a las tres fuerzas, la ministra ha intervenido en diversas cuestiones para equiparar a las mujeres con los varones. Algunas iniciativas afectan a ambos sexos, como la extinci贸n de los pedidos de autorizaci贸n a los superiores para casarse. Las Oficinas de G茅nero, creadas en cada fuerza para atender las demandas relacionadas con una mir铆ada de problemas, y sobre todo para intervenir en materia de violencia, es una prueba de los avances de las pol铆ticas de igualdad de g茅nero de la ministra.
Pero volvamos a otro aspecto de los imaginarios relacionados con el ejercicio del poder presidencial en manos de Cristina. M谩s all谩 de los discursos injuriosos y de las alteraciones patol贸gicas, 驴c贸mo vive nuestra sociedad la experiencia de una presidenta mujer? 驴Ha aumentado o disminuido el sentimiento sobre la equiparaci贸n meritocr谩tica de varones y mujeres en la arena pol铆tica? 驴Habr谩 m谩s o menos chances de acompa帽ar candidaturas de mujeres en el futuro? Confieso que ingreso en un terreno conjetural pues no conozco ninguna investigaci贸n que haya abordado estas cuestiones. Creo que a煤n considerando las posiciones opositoras (y me refiero a colectivos, no a dirigentes) la presidencia femenina afecta menos los balances y las opiniones de lo que pueden hacer creer la crispaci贸n injuriosa. Desde mi perspectiva, gran parte de la dis铆mil opini贸n de la gente se expresa hoy en t茅rminos de apoyo/rechazo con cierta prescindencia de la identidad de g茅nero de la primera magistratura. Me refiero a la expresi贸n media, no a los extremos. El gobierno de Cristina es celebrado o atacado per se, m谩s all谩 de esa identidad, y no creo que ha habido mella de lo que se atribuye a la condici贸n femenina para las lides pol铆ticas como resultado de esta experiencia 鈥済enerizada鈥 de poder. No creo, en absoluto, que la oposici贸n al gobierno de Cristina signifique desautorizaci贸n de las mujeres en la pol铆tica, en todo caso porque hay muchas mujeres entre sus m谩s ofuscadas contrincantes. S铆 es verdad que en algunos sectores sociales se ha encarnado la idea 鈥攁 mi juicio completamente equivocada鈥 de que quien manda es N茅stor, la Presidenta con sus errores y sus aciertos gobierna. Guste o no, esto es una evidencia incontestable. Todo lo dicho no equivale a desde帽ar las valoraciones sexuadas: sus atacantes suelen reparar en marcas de g茅nero, y sus simpatizantes suelen esgrimir, en el balance de sus m茅ritos, el valor agregado de que 鈥渁dem谩s, es una mujer鈥. 陇
*Soci贸loga e historiadora, profesora consulta de la UBA, investigadora principal Conicet y directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de G茅nero.
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