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Viernes, 22 de julio de 2011
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Fahime Mirzahoseni integra, junto a sus tres hermanas, la compañía Apple Tree Group, de Irán

LAS MARIPOSAS MIRZAHOSENI

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Sí: las cuatro hermanas persas comparten compañía teatral. Su desvelo: rescatar raíces, libretos y técnicas tradicionales de la nación islámica. Lo que van a mostrar por estos pagos se llama Pahlevan Kachal (El héroe pelado). Hasta que llegaron ellas, sólo los varones hacían este tipo de espectáculos.

¿Cómo fue recibido en tu país que las mujeres comenzaran a interpretar esta obra?

—Bien. En Irán existen más de 40 grupos que trabajan con títeres. La mayoría hace obras para chicos. Existen, incluso, dos universidades estatales: la Universidad Internacional de Arte y Teherán University. También contamos con una universidad privada. Los grupos iraníes pueden compararse con las compañías extranjeras y participan en festivales internacionales.

Cuatro hermanas y una vocación. ¿De dónde vino en tu familia esta transfusión de sangre artística?

—Cuando nuestro padre era joven, durante un tiempo fue actor. Después tuvo que dejar, por distintas razones. Durante nuestra infancia nos familiarizó con la literatura y la poesía. Es muy buen poeta. Cuando crecí, yo empecé a estudiar teatro. Después me siguió Sima. Y dos años más tarde, las mellizas Saide y Samane hicieron lo mismo. Hace once años formamos este grupo. Por otra parte, vale agregar que todas amamos el arte, entendemos que puede alimentarte el alma y, al mismo tiempo, se relaciona con la vida real.

¿Qué esperan de este encuentro en Buenos Aires?

—Volver a descubrir que las distintas culturas pueden dialogar, comunicarse. Suena extraño, pero la mayoría de las veces es lo que sucede. Y la reacción del auditorio es interesante. Según las personas, tratamos de encontrar los modos de actuar. Adaptamos nuestro show a nuestro público.

Empieza a haber encuentros también sólo de titiriteras... ¿Qué las motiva?

—Es difícil encontrar una respuesta perfecta para esta pregunta. Pero creo que la raíz hay que buscarla en el pasado. Las mujeres están familiarizadas y relacionadas de manera innata con los títeres y aman ese arte. Los descubrieron cuando tuvieron que cuidar a sus hijos.

Los muñecos son usados también en educación, terapias... ¿Hay alguna experiencia que recuerdes en este sentido?

—En Irán empezaron a usarse en psicodrama, hace un tiempo. Pero desde siempre se consideran un buen instrumento para trabajar con los chicos: desde enseñarles a cepillarse los dientes hasta para no decir mentiras.

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