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Viernes, 24 de enero de 2014
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Bibi, la depiladora de Gerli

Por Magalí Etchebarne*
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Me empecé a depilar cuando era muy chica con cremas depilatorias. Eran unas cremas en pomo blancas con olor a amoníaco que te las dejabas sobre los pelos hasta que los debilitaba y podías sacarlos con un palito de helado, raspando, como una espátula. Lo empecé a hacer porque veía a mi hermana depilarse y el mundo de las mujeres grandes me parecía algo genial, con olores, productos para todo, pasos, blabla.

Después empecé a ir a depiladoras. Durante años fui a lo de Bibi, en Gerli. Tenía 68 años y atendía en un cuartito adentro de su casa. Me decía “hacete concha bebé que si no no cogés más”, yo tenía bastantes problemas para tener relaciones sexuales por ese entonces, no porque no tuviera con quién, sino porque me dolía. Ella decía que no lo podía creer y cada vez que me iba de su casa me despedía como se despide a un soldado. Me decía que esta vez iba a poder.

Bibi depilaba a todas mis amigas, al menos a las de mi grupo más íntimo, a dos travestis y a la cuñada de mi hermana. Me contaba todo lo que todas hablaban ahí, así que lo mismo haría con lo que yo le contaba. Era jugadora, ganaba muchísima plata depilando, atendía cerca de 25 chicas por día, me lo contaba, pero su casa era bastante fea, y venida abajo. Bibi perdía todo lo ganado en el bingo de Lanús.

La última vez que fui debe haber sido en el año 2003, así que no me acuerdo las tarifas, pero sí me acuerdo de que llegué a pagar 15 pesos por todo: pierna entera, cavado profundísimo (no había otra opción con ella) axilas y tira de cola.

Cuando me vine a vivir a Capital empecé a ir a depiladoras de “centros de belleza”, ahora me depilo en la otra cuadra de mi casa, sobre Las Heras. Siempre que voy me atiende alguien distinto, pero siempre terminamos hablando de nuestras vidas privadas: sexo, parejas, trabajos, jefes, etc. Y siempre me llama la atención la variedad de formas de recortar el cuerpo que tienen estos centros: lo que en un lugar es cavado, y se cobra aparte de “pierna entera”, en otro, es considerado “alto de pierna”, algunas te ponen cera hasta entrada la cola, no alrededor del ano propiamente, pero sí en los cachetes, lo que queda apoyado en una camilla cuando estás boca arriba y con las piernas un poco levantadas no lo consideran tu cola y lo hacen como cavado, y lo cobran dentro de ese precio, otras apenas te ponen un poquito y si sugerís que lo hagan te dicen que deben cobrarlo aparte. Me pone nerviosa siempre porque no encuentro argumentos para defender qué parte del cuerpo es cavado y cuál no, no hay algo afuera que nos diga “depilamos hasta acá o hasta acá”, son palabras, cavado, pierna entera, no hay un dibujo de un cuerpo humano diseccionado que nos indique a qué llaman qué, y sería raro que pasara, pero a los fines económicos sería más justo. Podríamos saber de qué hablamos cuando hablamos de cavado profundo.

El marido de Bibi era el encargado de calentar la cera, así que cuando tenía los tachos nuevos derretidos y filtrados se paraba atrás de la cortina y decía “Bibi”, y Bibi te dejaba abierta de piernas para salir a agarrarlos. Siempre pensaba que el tipo podía entrar y vernos pero no lo hacía, se llamaba Plácido y tenía cáncer. Cuando murió, Bibi se deprimió mucho, pero yo ya no iba.

* Periodista.

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