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Lunes, 24 de mayo de 2004
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OPINION

Ellos arriba, nosotros abajo

Por Diego Bonadeo

No acatar las reglas forma parte de un montón de intoxicaciones y desgracias que, por estos tiempos, hacen que el mundo en el que vivimos esté muy lejos del que tantas veces se dijo era el que merecía ser vivido. Pero, reglas aparte, y ahora de fútbol se trata, no basta que pese a la lluvia –la que cayó y la que sigue cayendo–, el viento, el granizo y, en algún caso en algún hemisferio, la nieve, no sean obstáculos para que la pelota pique. Inexorablemente, el juego, en ciertas condiciones, como las de ayer, se desnaturaliza.
Es que la inmensa mayoría de los partidos jugados hasta ahora en este Clausura 2004 se jugaron en condiciones climáticas normales. Queda en claro, entonces, que en términos de cómo debe jugarse, los de ayer fueron partidos de otro torneo.
Es que, una vez más, el colonialismo cultural decide, desde el norte (donde llueve más que entre nosotros, hay más niebla y viento que entre nosotros, donde se juega bajo la nieve, lo que no sucede entre nosotros) de acuerdo con lo que el norte necesita. O, en todo caso, de acuerdo con lo que el clima del norte requiere. El norte escribe las reglas y obliga a que se cumplan a rajatabla.
Pero aprovechando que mañana, en el día de la patria, se recuerda entre otras cosas el trigésimo aniversario de la muerte de Arturo Jauretche, vale la reflexión de aquel inigualable portaestandarte del pensamiento nacional. Con un solo movimiento, dando vuelta el mapamundi colgado del pizarrón del aula, el sur quedará arriba y el norte abajo. No es casual entonces, ni mucho menos un convencionalismo, que desde siempre hayamos aprendido que ellos están arriba y nosotros abajo.

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