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Lunes, 15 de noviembre de 2004
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QUE HAY DETRAS DE OMAR BUCHACRA, EL BUFFETERO AGRESOR DE ENTRENADORES

Algo huele mal en el buffet de Boca

No son choripanes en mal estado. El episodio ocurrido el miércoles en las inferiores del club boquense desnudó una interna vinculada con los negocios y la política, avivada por una serie de sospechas sobre el modo en que se manejaron las divisiones menores durante la gestión del presidente Mauricio Macri.

Por Gustavo Veiga
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los hinchas de boca comienzan a conocer una trama a la que le restan escribirse algunos capitulos.
El extraño efecto Buchacra está sintetizado en una amenaza de tres palabras: “Se pudre todo”. El matón que el miércoles 10 atacó a los técnicos de las divisiones inferiores de Boca, Abel Almada y César Mendoza, no sólo pegó. También chantajea. Insinúa que él y otras personas denunciarán ante la Justicia lo que pasa en el semillero del club. Pero, ¿a qué se refiere el concesionario de comida, bebidas y golosinas? ¿En qué consiste la vergüenza que siente por las operaciones comerciales con futbolistas menores? ¿De quién habla cuando dice que el 20 por ciento del pase de Carlos Tevez le pertenece a un familiar del vicepresidente 2º, Gregorio Zidar? ¿Por qué levanta el dedo acusador ahora y no lo hizo durante los 23 años que tiene como socio boquense? ¿Por qué pasó del oficialismo de Mauricio Macri a intentar aliarse con la oposición?
En las respuestas a semejantes interrogantes estarían las claves para entender la agresión brutal a los dos entrenadores. Y no tanto en la actitud que adoptó cuando tomó como blanco a Almada por la presunta condición de pederasta que le atribuye. Pero, en cualquier caso, si algunas de las situaciones que sugiere Omar Buchacra pudieran darse por ciertas, con su irracional conducta les hizo un flaco favor a quienes denunciaron con pruebas varias irregularidades en las divisiones menores del club.
El escándalo desatado en el solitario predio que el Sindicato de Empleados de Comercio tiene en Ezeiza, delante de 180 chicos y protagonizado por una banda armada de cinco “pesados”, demanda saber primero quién es Omar Buchacra. Según el anexo 5 de Publicidad y Concesiones de Boca que figura en el último balance, el personaje –que irrumpió de manera violenta en la práctica de los juveniles acompañado por un quebrador de huesos– pagó este año 7 mil pesos en concepto de canon por su concesión. En el 2003 había desembolsado 10.574,98 pesos por una actividad que, durante los dos brillantes ciclos de Carlos Bianchi como entrenador, le permitió obtener importantes ingresos que ahora dejará de tener.
Buchacra, un hombre de acción y militante de la UCR, también disfrutó del trato preferencial que le conferían algunos futbolistas. Desde los colombianos Mauricio Serna –él sostiene que Chicho vivió seis meses en su casa–, Jorge Bermúdez y Oscar Córdoba hasta Martín Palermo, con quien se lo vio en una fotografía tomada en el campo de juego durante un partido. También se vanagloria de la amistad que tendría con varios ex jugadores de Boca, entre los que se cuentan Fabián Carrizo, Roberto Mouzo, Ernesto “Heber” Mastrángelo y el actual técnico de la Primera, Jorge Benítez.
Ahora que lo denunciaron en la UFI Nº 8 de Lomas de Zamora, a cargo del fiscal Domingo Ferrari, tendría que comenzar a precisar en sede judicial algunas de las cuestiones que, según él, hizo por el bien de Boca. Incluido, claro está, el porqué de su injustificable ataque a Almada y Mendoza. Quien en cambio no lo denunció es precisamente uno de los dirigentes que Buchacra cuestiona: el vicepresidente Zidar. El martes 9, momentos antes de que el plantel viajara a Asunción para enfrentar a Cerro Porteño por la Copa Sudamericana, el irascible concesionario le dio una piña en el Hotel Intercontinental. ¿El motivo? No le gustó que el directivo preguntara en voz alta: “¿Qué hace este negro acá?”, según relató un testigo.
Buchacra suele relacionarse con cierta facilidad en el mundo del fútbol. En Boca cuentan que tiene ciertas afinidades con dirigentes de otros clubes y hasta se lo vio, a fines de julio pasado, en el velatorio de José Omar Pastoriza. Pero ahora este personaje, que también mantiene fluidos contactos con los jefes de la barra brava, busca adhesiones entre la activa oposición al ingeniero Macri. “Tenemos que juntarnos para destruirlo...”, le sugirió a un adversario del presidente. Al destinatario de la propuesta lo invadió un súbito escozor, más que por la propuesta de Buchacra, por la reputación de quien la hizo. “En la época de Bianchi, para él estaba todo bien. Empezó a hacer política ahora, pero fue oficialista cuando lo favorecían cuestiones comerciales”, lo describió una fuente consultada por Líbero.
El matón, quien dice revistar como socio del club desde hace 23 años –la época en que lo presidía Alberto J. Armando–, ya tenía una larga trayectoria en esa condición cuando, en 1996, empezaron a conocerse denuncias de supuestos ilícitos en Boca. El 19 de junio de ese año, el economista Miguel Angel Broda, por entonces un hombre clave en la administración de los dineros de Atlanta, les confió a sus socios durante una asamblea en el estadio de Villa Crespo: “Herrera (por Martín, el actual arquero de Estudiantes) se quiere quedar en Atlanta, está convencido de que le van a dar el pase libre y nosotros estamos trabajando para poder comprarlo. La verdad, nos cuesta dos jugadores de séptima y quince lucas en negro para... coimear”, según consta en grabaciones tomadas por una audición partidaria.
Martín Herrera había realizado las divisiones inferiores en Boca, estaba a punto de obtener su pase en el club y en la institución que controlaba Broda lo esperaban con los brazos abiertos. El consultor, en aquella reunión pública del ‘96, fue más lejos aún. Dijo que Boca era “un antro de corrupción”, aunque dejó al margen a su presidente. “A él lo pasan por arriba”, comentó sobre Macri.
Ocho años después, Buchacra denuncia que el 20 por ciento del pase de Carlos Tevez pertenece a un familiar de Zidar. Se trataría de un socio del vocal titular del club, Juan José Etala (h), al que Boca deberá pagarle ese porcentaje si se concreta una futura transferencia. Esta operación está en sintonía con otras que, desde fines de 1995 hasta hoy, condimentan una historia de sospechas sobre el modo en que el club manejó sus divisiones inferiores.
En septiembre de 1996 se despojó a Argentinos de los derechos federativos de Juan Román Riquelme por 640 mil pesos en un negocio que además involucró el pago de una comisión de 220 mil pesos a la ignota compañía Eventos Deportivos, de Luis Aguerre y Milton Viera. En agosto de 1997, el propio Tevez fue sacado de las divisiones menores de All Boys a cambio de 10 mil pesos, aunque en el club de Floresta todavía sospechan que alguien se quedó con 25 mil más. Carlos Marinelli, el volante izquierdo que ahora juega en Racing, llegó a La Boca a cambio del pago de una hipoteca que no podía levantar su padre. Y podrían enumerarse muchas otras transferencias de futbolistas amateurs que fueron cuestionadas por una comisión investigadora creada el 2 de octubre de 1997, tanto como por directivos oficialistas u opositores en todos estos años.
El moño que decoró el paquete se llamó ACE, una empresa subsidiada por el club hasta el 2002, con la suma anual de 180 mil pesos y que presidía, vaya casualidad, un ex dirigente que simultáneamente había administrado las divisiones inferiores: Lucio Bernasconi. Este se convirtió en una especie de embajador itinerante que colocaba jugadores en distintos países de América, Europa y Asia y que, más recientemente, se abrió camino en el mercado ruso, sospechado de lavar dinero en el fútbol con operaciones multimillonarias.
El intemperante Buchacra quizá conozca algunos pormenores de esta saga boquense dominada por un desmedido afán de hegemonía, directivos puestos a empresarios, el dólar barato y las corruptelas que dominaron los años ’90. Sea como fuere, el brutal ataque del miércoles 10 ha puesto al descubierto una trama a la que le restan escribirse algunos capítulos.

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