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Lunes, 15 de mayo de 2006
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BLANQUICELESTE SE MUEVE, PERO EL JUEZ, NUNCA

Ya no está Simeone, lo sucede Merlo, pero Gorostegui no se va

La mayoría de los hinchas se preocupa por la sucesión futbolística, pero sólo unos pocos se calientan por discutir el papel del responsable de la quiebra bajo cuya conducción se triplicó la deuda del club.

Por Gustavo Veiga
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Diego Simeone se despidió el viernes de Racing.

Racing atravesó el triángulo de las Bermudas que significaron las presidencias de Juan De Stéfano, Osvaldo Otero y Daniel Lalín, soportó dos convocatorias de acreedores, no pudo levantar todavía la quiebra, cambió decenas de entrenadores, compró y vendió a centenares de jugadores en los últimos veinte años y su señoría, aún, sigue ahí. Pasó también Fernando Marín, ahora Blanquiceleste es administrada por Fernando De Tomaso y, sin embargo, el juez Enrique Gorostegui continúa manejando la vida del club a control remoto desde La Plata. Integró al órgano fiduciario con sus amigos, designó a un interventor afín, todos cobran suculentos gastos de representación y, pese a ello, el magistrado permanece inalterable en su puesto. Ha soportado escraches en su propia casa; ahora pende sobre su investidura un pedido de juicio político y, como si se tratara del Gran Houdini, el ilusionista famoso, supera, indemne, cada situación comprometida. ¿Hasta cuándo podrá seguir así?, es la pregunta.

La historia del doctor Gorostegui es la historia de los últimos dieciocho años de Racing. El hombre que maneja al club desde su despacho en el Juzgado Civil y Comercial Nº 16 es el personaje omnipresente al que muchos aluden, pero muy pocos conocen. El pasado 3 de abril, una denuncia contra su señoría ingresó en la Procuraduría General de la provincia de Buenos Aires. La presentó el abogado Norberto Pontoriero, uno de los co-redactores de la Ley 25.284, también denominada “Régimen especial de administración de las entidades deportivas con dificultades económicas y fideicomiso con control judicial”. O sea, la misma norma que el denunciante le atribuye haber violado a Gorostegui.

Pontoriero –un letrado con actuación en los Tribunales de Lomas de Zamora y que, además, es graduado en la carrera de Gestión Deportiva del Club de Amigos– sostiene que los cargos contra el juez están comprendidos en los artículos 20, 21, 23, 24 y 25 de la Ley de Enjuiciamiento de Magistrados y Funcionarios. Su solicitud de jury está acompañada por la presentación de diecinueve testigos y es respaldada políticamente por el Movimiento Democrático Racinguista (MO.DE.RA.) que preside Roberto García. En los próximos días, la procuradora general de la provincia, María del Carmen Falbo, podría decidir si la acusación contra Gorostegui prospera, en cuyo caso sería separado de su cargo hasta que se sustancie el juicio político.

La cabeza de su señoría ha sido pedida en varias oportunidades por dirigentes, socios y simpatizantes de Racing. Nadie pudo cumplir su propósito. Ni los asociados que se reúnen en Sarcac, liderados por Oscar Cribari, uno de los hombres que se movilizaron hacia la casa del juez para realizarle un escrache, ni el ex presidente del club, Héctor Rinaldi, quien el 16 de noviembre de 2005 le envió una carta al presidente Néstor Kirchner pidiéndole “cambiar al juez y sancionarlo”, ni otros ex directivos que critican la labor de Gorostegui, pero en su momento peregrinaron a La Plata para saber cuáles iban a ser sus pasos inmediatos.

Fuentes de Racing consultadas durante años por Líbero le atribuyen a distintas relaciones políticas cómo hizo el magistrado para convivir durante tanto tiempo con el expediente de las convocatorias y, luego, con el de la quiebra. El primer concurso de acreedores de la Academia se presentó en mayo de 1984, durante la presidencia de Enrique Taddeo. El cuestionado juez se sentó en su despacho, también por primera vez, cuando finalizaba 1987, tres años y medio más tarde. Que se recuerde, el primer contacto político de Gorostegui data de 1983, cuando revistaba como secretario de gobierno del radicalismo durante la intendencia platense de Juan Carlos Alberti. Como fuere, atravesó las décadas del ’80, ’90 y lo que va de ésta, con esporádicos contratiempos.

De Stéfano y Lalín sobrellevaron días de cárcel y el escarnio, Otero estuvo prófugo de la Justicia y los tres se ganaron el rechazo de los socios e hinchas por sus malas administraciones. Hubo técnicos y jugadores que se alejaron del club envueltos en insultos y desaprobaciones. Hasta se murió Margarita Mattiussi, la legendaria Tita, que habitaba en el estadioy dio cobijo a varias generaciones de futbolistas, sin cobrar los 9220 pesos que reclamaba por su abnegada tarea durante muchos años. Todo eso pasó en Racing desde que el doctor Gorostegui decide qué hacer con los bienes, el dinero, una historia centenaria y el sentimiento de miles de hinchas. La Justicia, quizás esta vez, le llegue también a su señoría, quien durante su prolongada gestión no pudo impedir que la deuda del club se triplicara. Entre otras cosas.

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