El partido regal贸 un mundo de sensaciones.
Admiraci贸n de los neutrales por lo que hizo Riquelme en el mejor tiempo, una extraordinaria lecci贸n de f煤tbol, con luz de mil matices.
Desilusi贸n de los hinchas de Boca porque el equipo no liquid贸 el partido en el primer per铆odo, en los momentos m谩s felices que pudo regalar.
Bronca de los hinchas de River porque a Ruben se le escaparon, como el agua entre los dedos, dos jugadas de gol en el tramo final.
Alivio de los hinchas de Boca en el 煤ltimo minuto porque si algo hab铆a de morir, se mor铆an todos los boquenses si Ruben clavaba ese zurdazo del final.
Sufrimiento de los hinchas de River que se pod铆a presentir por las miradas palpitantes cada vez que Carrizo, en el primer tiempo, cumpl铆a con el rol de superh茅roe, evitando un gol tras otro, cuando Boca era una m谩quina.
Satisfacci贸n de todo River porque el equipo fue de menor a mayor y termin贸 dejando una buena imagen despu茅s de haberse mostrado en el primer tiempo como un viento que no tiene rumbo.
Contradicciones de los cr铆ticos por la actuaci贸n del pibe Ever Banega, que jug贸 su primer supercl谩sico con una personalidad que mereci贸 mil brazos para abrazarlo y con una inconciencia que mereci贸 mil brazos para ahorcarlo. Su peligrosa insolencia estremece.
Alegr铆a de los hinchas de River por Mauro Rosales, que fue el 煤nico que mostr贸 algo en el primer tiempo y el abanderado de la recuperaci贸n en el segundo, lo que permite vislumbrar el futuro con optimismo.
Encanto de los hinchas de Boca por la regularidad de Ledesma, que fue el socio ideal de Riquelme en el primer tiempo y mantuvo un buen nivel en el segundo, cuando Riquelme desapareci贸 de la cancha como se marcha la noche con el d铆a.
Desencanto de los hinchas de Boca por lo poco que aport贸 Palacio y porque Palermo anduvo torcido. Si hubieran jugado medianamente bien tal vez ahora se estar铆a hablando de la goleada de Boca y de poemas de amor y rosas.
Sorpresa por el planteo de River, que lo dej贸 demasiado libre a Riquelme cuando estaba f铆sicamente entero; y por la decisi贸n de Miguel Angel Russo de dejar en la cancha a Cardozo, que en todo el segundo tiempo se mostr贸 tan cansado como impreciso.
Los hinchas de cada uno ordenar谩n las sensaciones a su antojo y las acomodar谩n seg煤n quien sea el interlocutor de turno.
鈥溌stedes gallinearon!鈥, dir谩n los de River a los de Boca.
鈥淓quipo chico que festeja empates鈥, dir谩n los de Boca a los de River.
鈥淣o tienen un jugador como Riquelme鈥, dir谩n los de Boca.
鈥淣o tienen un arquero como Carrizo鈥, dir谩n los de River.
鈥淪omos unos verdes鈥, se dir谩n los de Boca.
鈥淢ejoramos muy poquito鈥, se dir谩n los de River.
Como sea, no podr谩n ir demasiado lejos ni en el optimismo ni en las cargadas. Hoy no habr谩 afiches pegados en las paredes porque el empate no defini贸 nada y en el fondo ninguno se enojar谩 con los jugadores propios ni los usar谩 como chivo expiatorio, y nadie se podr谩 agarrar del 谩rbitro para justificar lo que no se pudo conseguir.
El silencio que acompa帽贸 en primera instancia a la pitada final no se condijo con el esfuerzo que hicieron los jugadores, ni con un 煤ltimo tramo vibrante, con muchas llegadas. Unos instantes despu茅s, s铆, todos reaccionaron con aplausos.
Los jugadores se los merec铆an. Por el mundo de sensaciones y vibraciones que regalaron en noventa minutos cl谩sicos.
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