Carmelo Caciacucco. Com煤nmente conocido como Colorado o Calabr茅s. Centrocampista. Caminaba la cancha con categor铆a. Con claras cualidades para la conducci贸n en su car谩cter de capit谩n: cabr贸n con los contrarios, condescendiente con los compa帽eros. Conquist贸 campeonatos y copas con cuanto cuadro lo contrat贸: Col贸n, Cobreloa, Colo Colo y Celtic. Concluy贸 su convincente campa帽a en Cambaceres cuando cumpli贸 cuarenta y se complic贸 con una contractura en el cu谩driceps, una cardiopat铆a y un corte en el cuero cabelludo al caer un cascote a la cancha. Hoy cuida caballos de calesita y contrabandea cigarrillos en Clorinda; cay贸 como calz贸n de casquivana.
El 8 se la toc贸 al 10, el 10 pate贸, la pelota peg贸 en el muslo de un defensor, descoloc贸 al arquero y con ese gol ganaron el partido. Cuando le pusieron adelante un micr贸fono, el t茅cnico, feliz con el resultado, canchero, habl贸 de la importancia del trabajo de la semana en la elaboraci贸n de jugadas de pelota parada.
As铆 no se puede, un partido por a帽o, 驴me entend茅s? Entr谩s a una cancha marr贸n achocolatado, con un poquito de verde, la misma de siempre, con una iluminaci贸n berreta, cinco o seis velitas rasposas, y el canto de la hinchada que se repite, como si festejaran que volviste: 鈥淨ue los cumplas feliz, que los cumplas feliz鈥. As铆 no se puede, es muy dura la vida del futbolista porque encima te ten茅s que aguantar que te llamen mu帽eco de torta.
En la noche previa a la gran final incre铆blemente ganada ante un adversario claramente superior, el director t茅cnico se apareci贸 en la concentraci贸n con un puzzle de m谩s de 200 piezas de diferentes colores y formatos. Los cartoncitos verdes eran del c茅sped y los otros de un moderno bot铆n. M谩s de tres horas estuvieron los futbolistas entretenidos en el jueguito hasta que lograron la imagen final. Al d铆a siguiente el que mejor capt贸 el mensaje del entrenador fue uno de los mediocampistas. A los cinco minutos del partido hundi贸 los tapones en el cr谩neo del enganche rival. Se fue expulsado, pero al otro lo llevaron al hospital.
La triangulaci贸n con el volante central y el enganche era la especialidad de la botinera.
Le preguntaron en qu茅 estaba pensando y sali贸 de la cuevana, la baj贸 sin problemas, qued贸 face to face con el 煤ltimo hombre y antes de que lo bloquearan, poste贸 fuerte para mandarle al fondo de la red social. Despu茅s recibi贸 comentarios de todo tipo.
El arquero dijo que son cosas del f煤tbol, pero pens贸 que la culpa la tuvo el 2 que no encim贸 al 9 de los contrarios; el 2 dijo que no hay que dramatizar, pero pens贸 que la culpa de la dram谩tica derrota la tuvo el 6 que no salt贸 a cabecear en los centros; el 6 dijo que no hay que andar buscando culpables, pero pens贸 que la culpa la tuvo el 3 que no apret贸 al wing derecho de los contrarios; el 3 dijo que no pas贸 nada, pero pens贸 que lo que pas贸, pas贸 porque el 4 le dej贸 tirar un mont贸n de centros al que llegaba por la izquierda; el 8 dijo que un tropez贸n no es ca铆da, pero pens贸 que la culpa de la ca铆da estrepitosa la tuvo el 5, que se iba arriba y dejaba huecos a sus espaldas; el 5 dijo que fue un partido raro, pero pens贸 que no ser铆a raro que siguieran perdiendo si el 10 continuaba con sus pisadas caprichosas; el 10 dijo que lo bueno fue que tuvieron algunas situaciones de gol, pero pens贸 que la culpa la tuvo el 9, que no aprovech贸 ni una sola de las situaciones de gol que tuvo; el 9 dijo que est谩 todo bien, pero pens贸 que todo iba a seguir estando mal si continuaba jugando el 7; el 7 dijo que la hinchada ten铆a que ser paciente, pero pens贸 que la paciencia se le hab铆a agotado viendo c贸mo el 11 se met铆a siempre en offside; el 11 dijo que hab铆a que tomar la derrota sin desesperarse, pero pens贸 que era desesperante ver que el arquero no tiene manos, y el arquero repiti贸: son cosas del f煤tbol.
Juegan en el pasillo con una plastiball padre e hijo. A doce goles juegan. El pibe, que tiene cuatro a帽os, saca ventajas. Cuatro, cinco a cero. El padre reacciona, pasa a ganar seis a cinco, el pibe redobla el esfuerzo y con amor propio se pone diez a ocho, parece que la cosa ya est谩 liquidada, pero el padre estira el partido y pasa a ganar once a diez, el pibe siente que est谩 todo perdido, que el mundo se derrumba, pero mete un chumbazo y empata. El padre tira d茅bil, pero igual al pibe se le escapa y es el gol del triunfo, aunque el mismo padre lo anula. 鈥淣o vale, fue offside鈥, dice. El pibe no sabe qu茅 es el offside, pero acata contento la decisi贸n del padre/谩rbitro. Y en el 煤ltimo tiro manda otro chumbazo que el padre quiere parar, pero de verdad no puede. Doce a once gana el pibe, un resultado que ya se hab铆a dado otras veces. Termina el partido y los dos jugadores se abrazan fuerte. Muchos a帽os despu茅s, cada vez que hace un gol por el campeonato local o por la Copa, cuando se abraza con sus compa帽eros, el crack siente que ah铆 est谩 el padre.
Hasta ahora se ven铆an arreglando con viejas camisas blancas de padres y t铆os, con un n煤mero escrito con marcador rojo en la espalda, pero llega el tiempo de tener un equipo completo con camisetas. No hay plata. A alguien se le ocurre una soluci贸n m谩gica: una rifa. Cien n煤meros. Una canasta con sidra, pan dulce y nueces que el almacenero deja a precio de costo. Se sortea con la grande de Navidad. Diez d铆as despu茅s alguien llega con el paquete de las camisetas. Bien colorinche: rojas con rayas finitas amarillas y verdes. Y una amarilla para el arquero. La estrenan un s谩bado. Es un S谩bado de Gloria. Si 茅ste no es el f煤tbol...
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