El estoicismo que el mexicano Gustavo EnrÃquez opuso como mérito mayor y su propia y natural falta de poder en la pegada obligaron a Hugo Garay a trabajar intensamente para conseguir un amplio triunfo en la pelea de fondo de la velada del Luna Park, que terminó bien entrada la madrugada del domingo. Los jurados le reconocieron ventajas de 13, 12 y 11 puntos al mediopesado de Tigre. Y estuvo bien que asà haya sido. Garay dominó el combate de campana a campana, y es poco lo que se le puede criticar, más allá de lo que le falta y de lo que nunca podrá tener porque natura non dio.
Garay (79,200 kg) hizo una virtud de su principal defecto: porque sus manos carecen de vigor para definir antes del lÃmite (de sus 26 victorias, sólo la mitad las consiguió por fuera de combate), debió emplearse con inusual continuidad en él. Pocas veces sacó tantos golpes, y pocas veces pegó tantos. Criticado y con razón porque en sus dos derrotas por el tÃtulo OMB ante el húngaro Zsolt Erdei cayó en hondos pozos de irregularidad que acabaron costándole el éxito, Garay, ahora conducido desde el rincón por Rudecindo Chávez, subió al ring de Corrientes y Bouchard resuelto a pelear sin descanso los tres minutos de cada uno de los rounds.
El resultado fue satisfactorio. Más allá de que EnrÃquez (79,300 kg) puso a cada momento de manifiesto la guapeza de su estirpe azteca, pero también sus limitaciones boxÃsticas, Garay se mostró siempre muy activo, colocó respetables ganchos al cuerpo y a la cabeza, y cada vez que decidió apurar el ritmo de la pelea, desbordó a EnrÃquez, y terminó por provocarle dos caÃdas en el 4º y 6º asalto, una hemorragia nasal en el 8º y una herida en la ceja izquierda en el 10º. Sólo le faltó el nocaut. Pero la contundencia no figura en el inventario pugilÃstico de Garay. Y eso es lo que condiciona su futuro, ahora que busca por el lado de la AMB, una nueva oportunidad para ser campeón mundial.
Si fuese un noqueador consumado, Garay lo serÃa desde hace rato. Como no lo es ni lo será, debe construir sus sueños golpe a golpe, sin dejar pasar el tiempo. Cada segundo de pelea es importante. Garay recién ahora parece haberlo entendido.
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