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Lunes, 2 de abril de 2007
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Iluminado por la vida

A los 43 años, Gabriel Osvaldo Massei es líder del campeonato de Turismo Nacional Clase 3. Pero un cuarto de siglo atrás, el piloto era un conscripto a punto de partir a las Malvinas. Massei sufrió todo el conflicto en las islas, fue hecho prisionero por los ingleses y revive esos días con Líbero.

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“Fui a Malvinas con 18 años. Ni siquiera sabía ubicarlas bien en el mapa. Al principio pensé que había problemas con Chile. Los que nos llevaron nunca se imaginaron lo que iba a pasar”, cuenta con impotencia. Gabriel Osvaldo Massei habla con total naturalidad, como si la Guerra de Malvinas fuera un acontecimiento más de su vida. Pero le cuesta terminar de cerrar historias. Cada vez que intenta ahondar en detalles se tropieza con otro recuerdo. “Este 2 de abril es especial. Hace poco me puse a releer cartas y recordé cosas que había olvidado”, comenta el cordobés. Líder de la Clase 3 de Turismo Nacional y múltiple campeón de la desaparecida Fórmula 2 Nacional, el piloto de Marcos Juárez charló con Página/12 y contó su experiencia en las islas. “Las Malvinas son y serán argentinas, pero sé que me voy a morir, y en los términos diplomáticos van a seguir siendo inglesas.”

El 27 de marzo de 1982 Massei se enteró de que debía viajar a las Islas Malvinas. Casi no hubo tiempo para despedirse. Lo subieron a un camión cubierto junto con varios compañeros y luego abordó un barco con destino a Puerto Argentino. “Fue un viaje de terror. El barco se inclinaba y parecía que nos íbamos a dar vuelta. Cuando llegamos nos recibió un oficial y nos dijo: ‘Ustedes son los encargados de recuperar las islas’”, recuerda Massei. Vivió unos días en una escuela y, unos días después, viajó a San Carlos. El 1º de mayo Massei recibió el primer ataque por parte de la Fuerza Aérea inglesa. “Era una mezcla de miedo y coraje. Ni un tiro le pegamos, mientras que ellos destruyeron aviones. Siempre sentí que volvía, pero en esos momentos creí que nos mataban a todos”, admite el piloto.

No fue la única batalla desigual. Los soldados argentinos debieron enfrentarse al frío y al hambre. “Todo el tiempo estábamos mojados, no teníamos cómo combatir el frío. Me acuerdo de cabos a los que les tuvieron que cortar extremidades por el enfriamiento. Yo no sentía los pies y me frotaba para darme un poco de calor”, precisa. La alimentación fue otro de los dramas con el que debió aprender a convivir. Massei se escapaba con otro soldado amigo y con la plata de las pocas encomiendas que llegaban salían desesperados a comprar comida en el pueblo. “Usábamos plata argentina y comprábamos más cosas de lo que realmente nos alcanzaba. También me hice amigo de una familia de kelpers, que me llevaban café, maníes enlatados, tortas”, señala Massei.

El miedo se convirtió en el compañero de turno. Los continuos ataques ingleses, que generalmente buscaban desgastar a los soldados argentinos, lograban su cometido. Pero no sólo los jóvenes de 18 años sentían temor. “Los suboficiales tenían más miedo que nosotros y buscaban cómo descargarlo”, aclara. Para Massei ésa fue una de las principales razones para que sus superiores cometieran excesos. “Una vez un soldado perdió una boina, algo que era una estupidez, y lo estaquearon. No siempre les salía bien. Un día lo vio un oficial y le hizo hacer salto rana adelante de todos”, recuerda el cordobés.

El 14 junio de 1982 las tropas argentinas formalizaron la rendición ante el general británico Jeremy Moore. Lejos de la incertidumbre que despertaba ser un prisionero de guerra, Massei remarca que la primera sensación fue de “alivio”. “En ese momento sentí que volvía a casa”, explica. Después llegaría el turno del regreso. Apenas llegados a Buenos Aires, la mayoría de los soldados fueron ocultos en Campo de Mayo. “Obvio que cuando llegamos fue muy diferente a lo que había pasado unos meses antes. Creo que nos ocultaron para rumbearnos sobre qué teníamos que decir de la guerra”, asegura.

Desde que volvió de las Islas Malvinas, Massei comenzó a transcribir cada recuerdo. Con la ayuda de su mujer, Patricia Leiser, terminó de darle forma a su “Diario de Guerra” (ver recuadro), que saldrá publicado en los próximos días. Conocido en sus comienzos como el “ex combatiente”, el piloto suele gozar del cariño de muchos fanáticos. “La gente me viene a saludar, pero la relación no cambia mucho. Igual muchos no tienen gran familiaridad con esta causa”, remarca preocupado.

–Quizá cuando todos tomen conciencia, además de ser héroe de Malvinas, vas a ser héroe de los hinchas de Ford y Chevrolet...

–Con que se tome conciencia, me conformo.

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