El partido de gala que se disputaba en el Gran Estadio era tan malo, pero tan malo que los espectadores se empezaron a asomar a los murallones de las grader铆as para espiar desde ah铆 el encuentro improvisado que estaban jugando hijos y sobrinos de los profesionales en un campo lindero. Su Majestad, presente en el Gran Estadio, fue notificada de lo que estaba ocurriendo y tom贸 inmediatamente una medida demag贸gica de esas a las que ya ten铆a acostumbrada a la poblaci贸n: mand贸 traer a los j贸venes al Gran Estadio y orden贸 que los cracks pasasen castigados a la cancha auxiliar. La plebe celebr贸 alborozada la novedad, pero diez minutos m谩s tarde todos desde帽aron lo que estaba ocurriendo en el Gran Estadio y empezaron a mirar el partido, abierto y divertido que jugaban los profesionales en el campo contiguo.
Cuando Gregorio Samsa (en tiempos no muy lejanos, crack indiscutible) se despert贸 una ma帽ana despu茅s de un sue帽o intranquilo (producido por el recuerdo fresco del gol en contra y el penal errado que hicieron perder un campeonato) se encontr贸 sobre su cama convertido (por los mismos hinchas que antes lo adoraban) en un monstruoso insecto.
Hac铆a como cien a帽os que no met铆a un gol. Un buen d铆a, que por extra帽a paradoja era un d铆a de lluvia interminable en aquel pueblito colombiano, Aureliano hizo, abracadabra, aracataca, una jugada m谩gica y se encontr贸 en soledad frente al arco. Todos empezaron a escribir la cr贸nica de un golazo anunciado, pero inexplicablemente el c谩ndido delantero se puso a recordar a sus putas tristes y demor贸 el tiro, aunque un instante despu茅s decidi贸 que no habr铆a m谩s penas ni olvido y marc贸 el gol. Fue un gol de otro partido.
Uno de los p谩rvulos solicit贸 formalmente a la honorable vecina de la vivienda ubicada a mitad de la calle tuviera a bien reintegrarles a los all铆 presentes el redondo elemento que estaba haciendo las delicias de todos hasta el preciso instante en que un imprevisto rechazo alto oblig贸 a la suspensi贸n de la actividad que se estaba desarrollando. La solicitud se formul贸, contrariamente a lo que cualquier persona educada pudiera suponer, de un modo directo y sin circunloquios. Uno de los requirentes se expres贸 del siguiente modo: 鈥淪e帽ora, 驴me da la pelota?鈥
Sebasti谩n Vigili del Fuoco (+qepd). Los simpatizantes de la populosa hinchada de Sportivo Patria y su patrocinante, el letrado Hugo S谩nchez Barra, participan a la comunidad futbol铆stica en general del fallecimiento del venerable 谩rbitro Sebasti谩n Vigili del Fuoco, el cual permanecer谩 en nuestros corazones desde el d铆a en que cobr贸 tres penales y expuls贸 a dos rivales en el partido que signific贸 nuestro ascenso a Primera Divisi贸n en la inolvidable tarde del 5 de diciembre de 1996, y que no obstante en el encuentro cl谩sico del domingo pr贸ximo pasado tuvo algunos deslices que generaron nuestra l贸gica reacci贸n en la cual el proyectil que se le fue arrojado pretend铆a actuar como correctivo, pero nunca destinado a producir el fatal desenlace. Sus restos ser谩n inhumados en el Cementerio de la Chacarita.
El r煤stico marcador de punta lleg贸 al entrenamiento con impecable saco azul de terciopelo, fina camisa blanca de seda, corbata con discretos lunares azules, pantal贸n de franela gris, lustrosos zapatos de charol y medias negras de hilo. En el vestuario, el nuevo entrenador, uno flaco, alt铆simo, no pudo reprimir la reflexi贸n:
鈥揈sc煤cheme, Quique: usted viste bien, combina muy bien los colores y tiene muy buen gusto, por lo que se ve. 驴Me puede explicar por qu茅 en la cancha juega con pantal贸n verde y saco rojo?
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