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Lunes, 9 de noviembre de 2009
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Perfume de gol

La brillante pluma del escritor y periodista Rodolfo Braceli sigue produciendo. Esta vez se trata de Perfume de gol, un libro que contiene 17 divertidos y profundos cuentos de fútbol, con la mujer como protagonista directa o indirecta. Dice en el prólogo Héctor Tizón: “Sobre el asunto del fútbol yo tenía hasta la lectura de estos cuentos una opinión que ha comenzado a variar. Es que el fútbol no es aquí más que un gran pretexto, absolutamente válido y digno, para meditar con hondura y con gracia sobre lo esencial de nuestra vida”. Del libro del mismo título, publicado por editorial Planeta, son estos dos hermosos cuentos.

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Antonia

Mandato

–¿Te vas?

–Sí. Me voy.

–Pero volvés enseguida.

–A la noche vuelvo.

–A tu madre la vamos a enterrar a las tres y media, ¿estabas enterado?

–Papá, yo me voy al partido.

–¡Pedazo de hijo de puta!

–No la insultés a la vieja. Y no me insultés a mí.

–Ah, claro, tengo que felicitarte por lo que vas a hacer.

–No te pedí eso.

–Pero carajo: ¡por ir al partido dejás de estar en el entierro de tu madre!

–Sí.

–¿No se te ocurrió pensar que en esta re vinagre vida, muerte de madre hay una sola?

–Esperá papá, escuchame: ¿te acordás que ayer la mamá...?

–... tu mamá, Antonia; tu mamá, la que quedó inválida desde el día que te parió; tu mamá, la que te enseñó a leer y a escribir y a sonarte los mocos; tu mamá, la que con su trabajo de modista costeó tu carrera de abogado; tu mamá, la que te dio su córnea del ojo izquierdo para recuperar el tuyo después del accidente; tu mamá, la que te hizo de comer como en la reputísima vida te van a hacer de comer; tu mamá, que ahora está en ese ataúd durmiendo para siempre, durmiendo, tuertita y sola; tu mamá va a ser enterrada en un par de horas y vos...

–Escuchame de una vez, papá...

–¿Con qué me vas a salir...?

–¿Te acordás que ayer la mamá recuperó el conocimiento un ratito?

–Y cómo no me voy a acordar, pedazo de hij...

–Ayer, en ese ratito, te pidió que me dejaras solo con ella.

–Y los dejé solos.

–Entonces ella me dijo: “Sacate los zapatos, Franco; y las medias también”.

–¿Qué estás diciendo?

–Y me saqué los zapatos y las medias, y me dijo: “Acercame los pies”; y me besó dedo por dedo; más el meñique izquierdo, que me fisuré por jugar descalzo a la pelota... Y después me tomó la cabeza con las dos manos y me besó los párpados y me lamió las cejas y las pestañas y me mordió dulcemente las yemas de cada dedo de la mano y ahí me preguntó al oído: “Mi papito querido del alma, si te pido algo para cuando yo aquí ya no esté, ¿lo vas a hacer?”. “Mamá, por favor, no me hable así.” “Si te pido algo para después, ¿me lo vas cumplir?” “Sí, mamá, lo que sea, lo voy a cumplir.” “Jurámelo por la Virgen de la Carrodilla.” “Se lo juro por la Virgen de la Carrodilla.”

–Dejá de llorar. Terminá de contarme.

–Entonces la mamá me dijo que iba a morirse enseguida y que... si el entierro se juntaba con el partido, “¡vos te vas al partido, eh!”.

–Y vas a ir nomás.

–Papá, fue su último deseo.

Zulema

Dice la esposa emputecida

Mi marido hace años que saca pecho y a todo el mundo le cuenta que vio el gol de Capote de la Mata cuando eludió como a setenta jugadores, que vio el gol de Grillo a los ingleses desde un ángulo imposible, que vio en el Centenario el gol de Cárdenas desde fuera del área a los rubios escoceses del Celtic, que justamente vio el debut de Maradona en Boca, que... Es cierto: yo sé que el desgraciado no miente, no exagera, dice la pura verdad: mi marido vio todo eso y mucho más.

Ayer lo senté en esa silla, en ésa, la que quedó libre junto al ramo de gladiolos.

Y yo le dije: Escuchame.

Y él me dijo: Te estoy escuchando, gorda.

Y yo le dije: Gorda las pelotas. Tengo nombre.

Y él me dijo: Te estoy escuchando, Zulema.

Y yo le dije: Hijo de puta, viste todo lo que decís que viste, pero no viste nacer a ninguno de tus cinco hijos.

Y él me dijo: Bueh, había partido.

Y yo le dije: Grandísimo de hijo de puta.

Y él me dijo: ¿Qué culpa tengo yo de que todos los chicos nacieran justo justo justo en día domingo?

Y yo le dije: Hijo de puta, no tenés perdón de Dios.

Y él me dijo: Zulema, pura coincidencia. No ha sido mala voluntad.

Y yo le dije: Hijo... hijo... hijo de re mil putas.

Y él me dijo: Tenés razón, Zulema, pero cuidado: ¡con la vieja no, eh!

Y yo le dije: Tu vieja habrá sido una santa y que Dios la hospede en su santa gloria... Una santa habrá sido tu vieja, pero vos sos un reverendo hijo de puta.

Y él me dijo: Zulemita, amor mío, sé comprensiva. Calmate de una buena vez.

Y yo le dije: Te maldigo. No viste nacer a ninguno de nuestros cinco hijos. ¡Y vas a pagar muy caro por eso!

Y él me dijo: ¿Ah, sí? Y, a ver, ¿cómo?

Y yo le dije: Ninguno de tus cinco hijos servirá para el fútbol. Ninguno.

Y él me dijo: ¡Decime que eso es mentira! Decímelo, o me mato.

Y yo le dije: Es verdad. ¡Todos con pie plano! Ninguno de los cinco podrá ir muy lejos con el fútbol.

Y él crujió: Ayyyyggh...

Crujió como alcanzado por un relámpago y se llevó las manos al pecho. Y cayó redondo, el pelotudo. Todo fue tan rápido: grité, vinieron los vecinos y mis hijos y se hizo lo que se pudo; pero no hubo nada que hacerle.

Posdata

De los cinco hijos de esta señora sólo dos le vinieron, realmente, con pie plano. Pero no los afectó mayormente porque uno salió comerciante y el otro abogado. En cuanto a los otros: los tres practicaron fútbol: uno abandonó en la tercera de San Lorenzo, malogrado por una doble rotura de ligamentos; el otro jugó decorosamente hasta los 33 años en un club de Río Cuarto. El restante (por lo menos hasta octubre del año 2000) militaba en uno de los más poderosos clubes italianos y era frecuente titular de la Selección Argentina. La señora mamá de estos muchachos ha vivido rodeada de afecto y hasta podría decirse de una sosegada felicidad. En 1997, inesperadamente, se le dio por ingresar en un taller literario. Dos años después comenzó a escribir una novela, policial la novela, titulada El crimen perfecto.

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