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Lunes, 19 de abril de 2010
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Sergio “Maravilla” Martínez, nuevo monarca de los medianos

Un campeón con toda la pimienta

El quilmeño radicado en California se consagró como bicampeón versión CMB y OMB de los medianos tras vencer por puntos a Kelly Pavlik después de un castigo tremendo, con un estilo escurridizo pero implacable, que incluye al show.

Por Daniel Guiñazú
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El fallo de la pelea lo dieron por anticipado las caras de uno y de otro. Mientras que la del bicampeón mediano Kelly Pavlik era un reguero de sangre, con heridas abiertas debajo de ambas cejas e inflamaciones notorias en el pómulo derecho, la del quilmeño Sergio “Maravilla” Martínez, campeón superwelter del Consejo y retador al título que hizo grande a Carlos Monzón, lucía apenas algunas marcas moradas debajo del pómulo derecho que no podían ensuciar una sonrisa enorme de felicidad. Maravilla sabía que había ganado y, más importante que ello, que los jueces no podían birlarle su limpia victoria. Y fue tal cual él lo supuso. El puertorriqueño Robert Ramírez y la estadounidense Bárbara Pérez coincidieron en darle 116/112 a su favor. El jurado restante, el canadiense Craig Metcalfe, aunque menos generoso, le otorgó 115/112 y confirmó que Martínez era el nuevo bicampeón mundial de los medianos en las versiones del Consejo y la Organización y el primer boxeador argentino que ostenta simultáneamente tres coronas mundiales.

Martínez no llega tarde al premio mayor de su brillante trayectoria que suma 45 triunfos, 24 antes del límite, y apenas dos derrotas. A sus 35 años y radicado desde 2007 en Oxnard, California, no es un veterano gastado por mil y una batallas sino un crack que está en el mejor momento de su vida deportiva. En los últimos diez años sólo perdió una vez: el 5 de diciembre del año pasado por puntos ante el estadounidense Paul Williams, en el mismo ring del Boardwalk Hall de Atlantic City donde en la madrugada del domingo derrotó a Pavlik. Por eso no sorprende este presente de niño mimado de la poderosa cadena HBO. Por eso da espectáculo y es bicampeón.

Del primero al último tañido de la campana, Maravilla (72,347 kg) desmintió aquel aserto pugilístico según el cual el boxeador grande siempre le gana al chico. En este caso, el superwelter devenido mediano (Martínez) gobernó mentalmente la pelea y subordinó la estrategia de Pavlik (72,347 kg) a la suya propia. Su velocidad de piernas y de brazos para pelear y pegar desde afuera sin correr riesgos, su derecha en apertura y su izquierda recta o cruzada lanzada detrás, y su, a veces, exagerada fe en sí mismo, resultaron demasiado para la lentitud y la irresolución del ex bicampeón, a quien se lo sabía fuerte y poco creativo, pero no tanto. Sólo en el 7º asalto Pavlik hizo sentir la firmeza de su puño derecho y con un gancho de esa mano, derribó a Martínez más por estar mal parado que por su verdadero poder. Antes y sobre todo después, en los cinco rounds finales, Maravilla hizo lo que quiso. En el 9º y en el 10º incluso le dio una soberana paliza.

Conviene, a esta altura de la crónica, aclarar aquello de la exagerada fe en sí mismo. Porque acaso su pose socarrona y su boxeo sobrador y confiado lo hayan privado de una definición contundente. Pero Martínez es así. Sabe tanto que siente que es imposible que pueda llegar a perder. Y entonces, en lugar de afirmar los golpes y apurar el paso, se excede en bailoteos, amagos o fintas que embellecen su acción, pero que también la acercan demasiado a la burla al adversario. En las últimas vueltas, varias veces a Pavlik pareció faltarle un golpe para irse a la lona y no levantarse más. Pero Martínez se puso en perdonavidas. Prefirió bajar los brazos, amagar con una mano y pegar con la otra a lo Sugar Ray Leonard, y hacer poses o gestos al ringside a ganar por nocaut, y así su rival pudo terminar maltrecho, pero de pie.

Estos gestos despectivos desagradan al público y a los jurados estadounidenses, que reconocen sin disimulo el boxeo directo y de ataque incesante que Martínez practica sólo cuando a él le parece necesario. Por eso, en diciembre, en su primera pelea como mediano, lo castigaron con la derrota ante Paul Williams pese a que no había perdido. Ahora no hubo margen para otra sanción. Maravilla lo rompió todo a Pavlik, le dio una clase magistral de talento en velocidad, y se quedó con sus dos títulos, por más que a los dueños del negocio les guste otro estilo, más frontal, menos escurridizo. Pero Martínez, en verdad, no es un boxeador. Parece un showman que suele convertir la dureza del pugilismo en un espectáculo apto para espíritus sensibles.

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