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Lunes, 2 de enero de 2012
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Una mirada que desnuda la problemática que vive el fútbol argentino

Contrastes futboleros del año que se fue

Por Gustavo Veiga
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Dimos vuelta la página de 2011, comenzamos a explorar el calendario 2012 y dejamos a nuestras espaldas un fútbol de contrastes. Una contraposición o diferencia notable entre personas o cosas –dice cualquier diccionario–, que resultó abrumadora el año pasado. Si empezáramos sólo por el juego, si por juego se entiende a dos equipos, noventa minutos para que muevan la pelota y una suma de resultados que los sitúan al final de cada temporada, la postal más contundente es cómo terminaron Boca y River. Campeón uno, en la B Nacional el otro. Un desenlace impensable aun para los hinchas más exaltados. Hubo otros clásicos que empardaron al más grande de los clásicos en la desgracia futbolera. Aunque el sufrimiento de uno no convivió con el éxito del otro. Descendieron Huracán, Rosario Central y Gimnasia, pero San Lorenzo, Newell’s y Estudiantes anduvieron (o andan) a los tumbos, lejos del campeón invicto dirigido por Julio Falcioni.

Si de contrastes hablamos, en 2011 el que no corrió, voló. Acaso porque fue el año del conejo o la liebre en el horóscopo chino, los dirigentes siguieron haciendo de las suyas. La generosidad del programa Fútbol para Todos –que les acaba de entregar un aumento de 225 millones de pesos– obligó a que la AFA difundiera una política de mayores controles a los clubes. Por ahora es apenas una proclama. Hay que ver cómo se proyectarán en 2012, para el que se aseguran penalizaciones como la quita de puntos al que despilfarre dineros públicos o incumpla las metas presupuestarias. Algo que ya viene sucediendo.

Esperemos que no se cumpla una de las máximas del siempre vigente Dante Panzeri, quien escribió en su libro brújula, Burguesía y gangsterismo en el deporte: “Muchos son los problemas de difícil solución por escasez de dineros. El del fútbol es quizás el único en el que las soluciones son difíciles por abundancia de dinero”. Más contraste que ése, más corrupción estructural que ésa... no existe. El recordado periodista cordobés lo sintetizaba de otra manera impecable: “El fútbol fue un juego que resultaba buen negocio. Hoy es el negocio de un mal juego”.

Volvamos a la cancha por un instante. En 2011, con la excepción hecha de Boca, a los otros grandes les fue muy mal. River descendió por primera vez en su historia, San Lorenzo quedó muy comprometido en la Promoción y ahora deberá remontar una cuesta empinada; a Independiente le fue mal en el juego y en la tesorería, Racing vegeta entre la intrascendencia y las deudas post-quiebra. El contraste aparece cuando se comparan esos anuarios de la decadencia con la consolidación deportiva e institucional de los clubes más chicos (en rigor, son muy populares en el interior).

Belgrano es el mejor ejemplo. Volvió a Primera después de superar a River en la Promoción, hizo una muy buena campaña, levantó su quiebra, pasó de tener un juez y gerenciador a ser gobernado por un presidente: el empresario Armando Pérez no hizo cosmética, a pesar de que vende cremas y perfumes para la piel. En su gestión lo acompañan –entre otros– el periodista Santo Biasatti y los ex jugadores Cos y Laciar, dos glorias en los años ’70. Unión, Atlético Rafaela y San Martín de San Juan también ascendieron e hicieron aceptables campañas en el último semestre, que les dan expectativas de salvarse y permanecer en una categoría donde suelen ser aves de paso.

La que no salvó la ropa fue la Selección Nacional. Tuvo un año flojísimo: la goleó Nigeria en un amistoso (4-1); perdió con Venezuela por primera vez en su historia y en las Eliminatorias (1-0); como local empató dos veces ante Bolivia, por la Copa América y por la clasificación al Mundial de Brasil; cambió de técnico en forma poco convincente, de Sergio Batista a Alejandro Sabella; y en el único torneo que organizó en 24 años ni siquiera pudo superar el cuarto puesto de la Copa América anterior en casa (1987). Uruguay nos eliminó por penales en los cuartos de final.

Hay que remontarse 18 años para establecer un contraste. A la Selección de 2011 habría que compararla con las que dirigió Alfio Basile en 1991 y 1993, cuando ganó sus últimos títulos internacionales importantes, si no contamos las medallas doradas en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y Beijing 2008. Hoy ocupa el décimo puesto en el ranking de la FIFA, detrás de selecciones como Portugal (séptima) y Croacia (octava). Pero la mayor contradicción en tiempo presente es que cuenta con Lionel Messi, el ahora indiscutido mejor jugador del mundo y su nivel colectivo dista de ser el de una gran potencia. En la historia, los más grandes futbolistas siempre estuvieron rodeados de grandes selecciones: Pelé, Cruyff y Maradona.

No alcanza con que nos ilumine un faro (el delantero del Barcelona es uno); hacen falta políticas y hombres para proyectar luces y evitar andar por la sombra. De fracasos como el de River, la Selección y las economías sin control, hay que sacar enseñanzas. En ese sentido, 2011 debería ser un punto de partida para todos. Para los que ganaron y los que perdieron. Nadie tiene el futuro comprado.

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