En Europa se sorprenden de que tengamos poca confianza en la Selección y por acá nos sorprendemos de la confianza que tienen ellos. Maradona sigue sangrando por la herida y fustiga a Sabella. Pero la Selección es demasiado grande como para regalársela al ego de Maradona o a nuestras propias objeciones.
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Sabella se define como un tipo moderadamente optimista. A mà me agrada definirlo como un incesante buceador de equilibrios.
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De la grandeza de Sabella nos habla que ha renunciado a los sistemas que más cómodo le saben para privilegiar la materia prima de tres cuartos calle arriba. Si sumamos que afianzó la ductilidad del doble cinco y persevera en consolidar una defensa de elenco estable, pues allà tenemos un abanico de elementos que invitan a soñar. (Sin la argentinada de tirar manteca al techo: digamos que son sueños legÃtimos.)
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Eso sÃ: entre otras cosas, Sabella debe resistir la complejidad de sus tareas pendientes y la mirada torva de las parroquias que detentan el copyright de la belleza y exigen que la Selección gane todos los partidos 30.
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O sea: amén de lo propio, Sabella debe resistir dos acosos: el del Club de Preservación del Buen Gusto y el de los 40 millones de entrenadores que anidan en cada argentino.
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A Sabella más vale no atosigarlo con la demanda de la pronta identidad. En los equipos que dirige Sabella la identidad no es idea fija ni demagogia, ni sanata, sino más bien lucidez y plasticidad para adaptarse a todos los climas.
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Lo veo a Gonzalo HiguaÃn convertir un gol bajo la nieve y creo registrar la confirmación de una hipótesis de vieja data: el Pipita es un gran delantero. Un delantero de las cuatro estaciones. Sobrevivir a la galaxia del vestuario del Madrid no es para cualquiera y el Pipita demostró que no es un cualquiera y también lo demostrará con la próxima camiseta que vista.
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Dicen que el interlocutor más válido para Messi es el Kun Agüero. Tal vez. A mà se me hace que HiguaÃn y Messi conforman una dupla de lujo. ¿Qué mejor alquimia que un punta de diagonales venenosas y definiciones sutiles, y un duende de gambeta atormentante y estiletazos de cobro inmediato?
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Me preocupan los jugadores de la Selección que se contentan con constar en una lista, subirse al avión, hacer número, y ya. Una formalidad polÃticamente correcta pero hueca de torrente sanguÃneo. A otro perro con el hueso del presentismo. El certificado de pertenencia no se juega pidiéndole un exprimido de naranja a la azafata. Se juega en el verde césped.
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Ya que tenemos espléndidos delanteros, más un fenómeno extracurricular, se vuelve urgente disponer de una Selección que defienda más o menos bien. Passarella se quedó a media agua entre el fervor europeizante y la nostalgia de la nuestra. Bielsa y Pekerman, cada quien con su estilo, corrieron detrás de la quimera del equilibrio, pero el equipo de uno pisó el palito del vértigo y el equipo del otro pagó sus dudas con languidez. A Basile y Batista, qué decir, disponer de una buena retaguardia los desveló tanto como a Bush y Khadafi la democracia.
Y Maradona arrancó sin regalar una taza de azúcar y un buen dÃa se levantó dispendioso y se le ocurrió ser más ofensivo que Brasil ’70.
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(Ya que estamos con Maradona. Dijo que la AFA es una mafia. Pregunto: ¿quién fue parte de la mafia hasta post Mundial 2010? ¿Quién intentó su continuidad ligado a un alto cargo de la mafia? ¿Quién supo dedicarle su libro al mismÃsimo jefe de la mafia? Digo: ¿Maradona fue director técnico de una ONG? No. Fue director técnico de esa corporación liderada por El Jefe, Julio, Don Julio, sic de DAM. Contar el baile según se bailó es un tic tan viejo como las éticas delivery, las éticas a la carta, las éticas comodÃn.)
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Dijo Carlitos Tevez que la Selección quita prestigio. Interesante. Allá por los sesenta, nuestras estrellas más luminosas pensaban lo mismo. Lo curioso es que, presuntamente, desde la refundación de 1974 para acá la Selección Argentina fue siempre sinónimo de prestigio. Sin embargo. Ahora que recuerdo, el Cholo Simeone jugador supo quejarse de que en su paÃs subestimaran su trayectoria. Y que diez años en la elite europea no salvaron a Juan Sebastián Verón de la desconfianza perpetua.
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De tres lustros a esta parte, la abrumadora mayorÃa de los cracks que supimos conseguir ha tenido mayor suceso en sus clubes que con la albiceleste. Por el contrario, Kempes es más recordado por sus goles en el Mundial ’78 que por haber sido Ãdolo en Valencia. ¿Y quién se acuerda de dónde jugaba el Vasco Olarticoechea en 1986? Como las hipotéticas respuestas son de ardua construcción, habrÃa que aceptar el desafÃo de profundizar el debate.
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Hace rato que lo único que emana de la Selección es apuro y crispación. Y me hago cargo de la parte que me corresponde. Es tiempo se sembrar paciencia. Esto es, es tiempo de sembrar con la semilla que menos abunda.
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