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Lunes, 14 de marzo de 2011
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NUEVO NOCAUT DE SERGIO “MARAVILLA” MARTINEZ

Todo un crack del boxeo

Disciplina, aplicación, inteligencia, talento, ingenio, elegancia, velocidad, contundencia y chispa rebosan en los puños del quilmeño campeón mundial mediano del Consejo, que vapuleó al ucraniano Dzindziruk.

Por Daniel Guiñazú
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1“Quiero la gran pelea antes de fin de año. Que sea con (Manny) Pacquiao, con (Floyd) Mayweather o con (Miguel) Cotto.”


2“El plan de pelea salió tal cual estaba previsto. Me salió a la perfección mi trabajo, porque estuve rápido y no lo dejé pensar. Ahí estuvo la clave.”


3“El ucraniano es un rival fuerte, muy duro. El último golpe me hizo acordar al cruzado de izquierda que le di a Paul Williams cuando le gané.”

Con sus 72 kilos, Sergio “Maravilla” Martínez sintetiza gran parte de las virtudes que definen a un crack del boxeo. La disciplina para entrenarse con rigor y aplicación, y la inteligencia para tramar un plan de pelea y cambiarlo sobre la marcha si hiciera falta. El talento para desarrollar ese plan con ingenio y elegancia, y la velocidad de piernas, brazos y cabeza para concebirlo y ejecutarlo. La contundencia para darle rotundo remate a la tarea y la chispa para llenar de show y brillos los ojos del público y de la cátedra. Y hasta el coraje y la determinación para no dejarse llevar por las adversidades e imponerse sobre ellas. Como si en el ring no hubiera nada más grande que su convicción de victoria.

Todo eso puso de manifiesto Maravilla (72,100 kg) para derrotar por nocaut técnico al minuto y 43 segundos del octavo round al ucraniano Sergiy Dzindziruk (72,100 kg), interrumpirle su invicto de 36 combates y ganar el cinturón de diamante del peso mediano con que el Consejo Mundial de Boxeo trató de compensarlo por haberle quitado el título regular de la categoría que el año pasado le ganó a Kelly Pavlik y que luego retuvo con su imborrable nocaut ante Paul Williams. Martínez sigue sin poder asimilar ese manotazo que en persona le dio el propio José Sulaimán, el eterno presidente del Consejo y que él atribuye al deseo del dirigente mexicano de liberar esa corona para que, dentro de no mucho, pueda ganarla Julio César Chávez Junior, el hijo del extraordinario campeón azteca, cuya campaña Sulaimán supervisa sin disimulo.

Sobre el ring del Foxwoods Resort & Casino de la reserva indígena de Mashantucket, en Connecticut (EE.UU.), y en la madrugada del domingo, el campeón quilmeño volvió a deslumbrar al mundo. Derribó cinco veces a Dzindziruk (una en el 5º round, otra en el 6º y tres más en la definición del 8º), avasallándolo en lo físico, lo técnico y lo mental. Le taladró la cara con su derecha en punta y su izquierda cruzada viniendo detrás. Se le tornó inalcanzable con la rapidez de sus piernas para acercarse y alejarse según lo dictaran sus conveniencias. Y también dio el plus de coraje que, en algún momento, deben mostrar los grandes campeones cuando las cosas se les enrevesan.

En el 7º asalto, Dzindziruk, todavía campeón superwelter de la Organización, le produjo a Martínez una herida en un párpado que diseminó preocupación en él y en su rincón. “Sequen, sequen que no veo nada”, gritó Maravilla a sus segundos, el argentino Pablo Sarmiento y el español Rubén Sánchez Atocha. La pelea hasta allí era otro inspirado concierto a dos manos del argentino. Pero la lastimadura podía reescribir la historia en las cuatro vueltas finales. Podía agrandar a Dzindziruk, fuerte aunque esquemático. Y podía achicar a Martínez, hábil pero en problemas.

Nada de eso sucedió, sin embargo. Martínez salió hecho una tromba dispuesto a terminar allí mismo la pelea. Y la misión le llevó poco más de un minuto. Quebró dos veces su cintura hacia la derecha y, como ante Williams, sacó una izquierda voleada y poderosa que mandó al ucraniano de cara a la lona. Luego lo volteó dos veces más con combinaciones secas, cortas y velocísimas. En la última, el árbitro, Arthur Mercante Junior, ni siquiera se tomó el trabajo de contar y allí mismo decretó la 26ª victoria de Maravilla por fuera de combate, mientras todo el teatro lo aplaudía de pie.

En medio de la locura posterior, Samson Lewkowicz, el manager uruguayo que le maneja la carrera, descartó que Martínez vaya a pelear alguna vez con Manny Pacquiao. Pero reveló que acaso en noviembre pueda concretarse su choque con Floyd Mayweather y que, en julio, volverá a subir a un ring para exponer su cinturón de diamantes ante un rival a designar. “No es de acá”, dicen aquellos que lo ningunean por haberse ido hace una década del país para buscar fama y fortuna en el exterior. Se equivocan. Maravilla es de acá y de todos lados. Es un crack de ahora y de todos los tiempos que nos ha concedido la gracia de ser contemporáneos a él para poder contemplarlo, disfrutarlo y decir que alguna vez, alguna noche, fuimos testigos del resplandor de su talento.

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