驴Cu谩ntas veces se vaticin贸 la desaparici贸n de clubes con ra铆ces centenarias, patrimonios incalculables y v铆nculos culturales estrechos con la comunidad? 驴Cu谩ntas veces, con o sin prop贸sitos mercantiles inconfesables de por medio, se temi贸 por su existencia? Tantas que esa percepci贸n equ铆voca sigui贸 de largo en algunos casos, pero se instal贸 en la vida de otros hasta truncarlas. Racing y Hurac谩n, por mencionar uno sometido a quiebra y otro que ni siquiera puede pagar el concurso de acreedores, sobrevivieron. Hubo otros que no. Son los llamados clubes de barrio ubicados en la ciudad de Buenos Aires que, entre principios del siglo XX y la actualidad, se redujeron en un 50 por ciento. Eran 612, hoy no llegan a 300.
Los datos surgen de la informaci贸n combinada entre la Unidad de Servicio y Apoyo a los Clubes, que depende de la Direcci贸n de Deportes porte帽a, y el aporte desinteresado de estudiosos que abordaron el problema. Aquellos que desaparecieron son un recuerdo borroso que abre paso a otros en tiempo presente. Dominados por econom铆as de subsistencia, estos clubes son la consecuencia de una serie de razones.
C茅sar Francis, responsable de aquella Unidad y uno de los referentes del Foro Social, las explica as铆: 鈥淪e lleg贸 a esta situaci贸n por la falta de participaci贸n vecinal, el menoscabo al rol que debe cumplir el dirigente comunitario, la falta de apoyo de los estados nacionales, provinciales y municipales, la falta de controles a los presupuestos, la ausencia de una legislaci贸n que proteja a estas instituciones en materia impositiva, los juicios laborales y la falta de capacitaci贸n dirigencial, entre otras causas鈥.
La Unidad no discrimina entre clubes que practican f煤tbol profesional, como Atlanta y el ex Deportivo Espa帽ol, y los que jam谩s han alentado el desarrollo de un deporte rentado. Son 284 las entidades relevadas hasta ahora en toda la Capital Federal, aunque puede haber m谩s. Y que la n贸mina se haya achicado un 50 por ciento en poco menos de un siglo es el dato preocupante que estimula la pol铆tica de auxilio y compromiso con ellas. El soci贸logo Rodrigo Daskal, quien est谩 al frente del Centro de Estudios de River y da cursos sobre la historia de los clubes, analiza: 鈥淧arecer铆a que estas entidades barriales no forman parte del acervo cultural de una ciudad como Buenos Aires, que no tienen ese status, como s铆 lo poseen las bibliotecas o los museos. Ellos representan un capital social considerable y, sin embargo, no son observados como parte de la sociedad civil鈥.
Daskal admite que, aunque 茅l no se aboc贸 a investigar este tema espec铆fico, es posible que algunos clubes de barrio hayan cerrado sus puertas entre los a帽os 鈥70 y 鈥90, cuando la econom铆a tom贸 como variable de ajuste a la propiedad social y se dio v铆a libre a los emprendimientos inmobiliarios de dudosa procedencia. En Mataderos, por tomar un solo barrio de la ciudad, desapareci贸 el club Larraz谩bal y otros dos se reconvirtieron en centros de jubilados: 鈥淟as cuatro Efe鈥 y 鈥淓l boch贸filo corta nada鈥.
A los que se sobrepusieron a dictaduras militares, inflaciones, hiperinflaciones y deflaciones, se los apuntal贸 en varios frentes. Una forma fue evitando los remates que pesan sobre sus instalaciones, como ocurri贸 con el Lugano Tenis Club y El Ideal. Tambi茅n se socorri贸 a clubes como Torino, El Talar y a los que trascendieron gracias al f煤tbol, como Atlanta y Espa帽ol. El primero salv贸 su sede social gracias a una ley, ya que se hab铆a desprendido de la misma en plena quiebra, cuando la venta era patrocinada por Miguel Angel Broda, un economista liberal que sol铆a decir: 鈥淐uando me muera quiero que la gente diga: 茅ste se rompi贸 el culo por el club鈥. La instituci贸n del Bajo Flores, donde hizo de las suyas Francisco R铆os Seoane, contin煤a tratando de recuperar sus instalaciones y, por el momento, apenas pudo detener su remate. En la Unidad se consigui贸 crear un registro de los clubes porte帽os donde constan la cantidad de socios, las disciplinas deportivas que se practican, las actividades culturales y sociales que se desarrollan, sus estatutos y balances. Cada uno de ellos recibe subsidios anuales para modificar su estructura edilicia o pintar sus paredes y, como contrapartida, sus instalaciones permitieron realizar diecis茅is campa帽as de vacunaci贸n gratuitas, talleres y programas de teatro. Instituciones barriales como Nueva Estrella o Malvinas Argentinas, cambiaron la cara gracias a los programas de asistencia.
Durante 2005 se reglament贸 la ley de condonaci贸n de deudas de alumbrado, barrido y limpieza (ABL) y 150 clubes recibieron el perd贸n que les permiti贸 zafar de una pesada carga acumulada en el pasado y tambi茅n los liber贸 de abonar la tasa en el futuro. Asimismo, se firm贸 un convenio con la Inspecci贸n General de Justicia (IGJ) para que se los exima del pago al impuesto a los sellos cuando certifiquen su personer铆a jur铆dica o sus balances.
La campa帽a 鈥淎sociate al club de tu barrio鈥 recorri贸 todos los estadios de f煤tbol importantes de la ciudad y hasta tuvo un toque de pel铆cula, con la proyecci贸n de Luna de Avellaneda, de Juan Jos茅 Campanella, ese fresco tan sensible sobre las pr谩cticas asociativas en un club de barrio que corre peligro de desaparecer.
Como fuere, de aquellas cifras que registraban los peri贸dicos a comienzos del siglo XX, cuando los incipientes emprendimientos de obreros anarquistas, socialistas o radicales procuraban recursos para fundar un club, a este presente, quedaron por el camino nombres como Charleston, Gaona Juniors, Porte帽os de Flores y Argentinos del Sur, entre tantos otros. El diario La Argentina, en la d茅cada del 鈥10, difund铆a que eran 612, de los que hoy apenas queda la mitad.
Unidos de Pompeya, Pinocho, All Boys de Saavedra, Franja de Oro y El Tr茅bol, entre los 284 que permanecen, son nombres que apenas trascendieron las fronteras de un barrio, de un campeonato de papi-f煤tbol, de veladas de boxeo que llaman a la nostalgia o de un torneo de bochas o billar. Jaqueados por un modelo econ贸mico que responde a otros intereses, sobreviven con orgullo y, si sumaran esfuerzos, reflejar铆an una red de solidaridades imposible de romper.
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