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Lunes, 24 de diciembre de 2007
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EL CORDOBES SE SUPERO EN UN CIERRE BRILLANTE

NALBANDIAN

Por un fin de semana fue el mejor del mundo

Por Pablo Vignone
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Siempre recordará aquellas 48 horas en Madrid en las que batió sucesivamente a Nadal (2), Djokovic (3) y Federer (1). Y siguió castigando.

Cada especialista en el tema alimenta con honestidad teorías de elaboración propia acerca de la resurrección tenística del Rey David y, en un segundo plano, de las circunstancias que rodearon el fenomenal, inesperado salto de calidad que el cordobés experimentó en el cierre de la temporada. Yo tengo una también:

Era comienzos de octubre –no pasaron ni tres meses de esto– cuando nos sentamos a cenar en Puerto Madero con una barra de deportistas. Me tocó enfrente Marcos Ligato, el cordobés que hace un culto tanto del rally como de su amistad con David Nalbandian, a quien por entonces y hundido en el mid-20 del ranking de la ATP, con veleidades de chofer de rally en acción –no hacía tanto que el de Unquillo había conseguido debutar como volante en el Master de Andalgalá, en Catamarca– se le pronosticaba un inexorable paso a la clandestinidad del esfuerzo deportivo coronado.

–Ya lo van a ver –prometía sorpresivamente Marcos, el socio de David en el Tango Rally Team–. Todavía va a jugar mucho tiempo, va a volver a los primeros planos del ranking, va a dar mucho de que hablar.

Se sabía que Nalbandian estaba entrenándose desde julio con Martín Jaite, pero también que Marcos es el amigo fiel y que, rodeado de periodistas, no podía más que acelerar a fondo. ¿David de vuelta en el tapete? Ahí andaban sueltos los fantasmas mucho más deshilachados de Coria y Gaudio para cubrir de niebla el optimismo.

–Tiene ganas de ser el número uno, lo va a intentar –insistía su afectuoso compadre–. No es cierto eso de que va a dejar el tenis para venir a correr, no todavía, tiene mucho para darle al tenis.

Un mes después de esa conversación casi profética, Nalbandian había derrotado dos veces al número uno del mundo, Roger Federer; otras dos veces al segundo, Rafael Nadal, y una vez al tercero, Novak Djokovic. No era que Ligato se estuviera jugando el pálpito: sabía más de lo que podía contar. Y si no estaba al tanto de que semejante racha era posible, sin duda sucedía porque ni el propio Nalbandian lo calculaba. Pero era cierto: si había vencido al 2, al 3 y a 1 en las 48 horas más frenéticas que Madrid vivió durante el año, el tenista de Unquillo era, nominalmente, el mejor del mundo, el mensaje que había mandado apenas dos semanas antes...

¿La teoría propia? No existe: es la que se conoce tanto como la del Big Bang. David se vio desbarrancado más allá del puesto 25 y contrató a su primer entrenador en 16 meses. Con Martín Jaite acudieron dos –a falta de uno– preparadores físicos, Fernando Cao y Claudio Galasso, y con horas interminables de puesta a punto el físico se acomodó a la justeza de los golpes. Ganó el saque, creció la moral.

Hasta Jaite, Nalbandian había jugado diez torneos en 2007, con cuartos de final en Barcelona como actuación más memorable (pero no mucho). Desde que la sociedad se estrenó en Los Angeles, David jugó 23 partidos oficiales, de los que ganó 17, incluidos los seis de Madrid y otros tantos en París. Allí, además, cayeron Ferrer y Gasquet. Esa seguidilla, inclusive, atenta contra su impronta de ganar pocos títulos pero exquisitos. La calidad es la misma, la cantidad va en aumento. ¿Podrá con un Grand Slam, su principal obsesión? Ya viene Australia... ¿Podrá con la Davis, su fenomenal vocación? Ya arriba Gran Bretaña... ¿Podrá meterse entre los tres primeros del ranking, su objetivo más serio para el 2008? Ya conoce el terreno.

Antes de arrancar el Masters Series madrileño afirmó en un reportaje publicado en este diario que apuntaba al top-ten para 2008; se anticipó bravamente, porque el cierre de fin de año lo incluía en el noveno lugar, superando a Guillermo Cañas, el otro tenista argentino que durante la temporada abochornara en dos ocasiones sucesivas a Federer. De broche, ganó la Copa Argentina. Esa sí que no fue inesperada en lo absoluto.

“Juego por la gloria y por la historia. Por placer. Y por estar ahí arriba.” Como definición de voluntad es impecable. Mientras Coria y Gaudio tambalean para no caerse del mundo del tenis, Nalbandian grita en 2007 que no le toquen la plaza que tiene reservada.

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