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Lunes, 13 de junio de 2011
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Casi no pasa el examen de Urina

Narváez no noquea las dudas

Defendió por tercera vez su corona mundial OMB de los supermoscas, pero le costó enormemente superar al áspero colombiano. Ya no le sobran calidad y físico para boxear al chubutense.

Por Daniel Guiñazú
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Al final, la cuesta terminó siendo más empinada de lo que se pensaba. Y Omar Narváez debió exigirse a fondo para retener por tercera vez su título de los supermoscas de la OMB. Es más: en la suma de la tarjeta de Líbero aparecieron algunos puntos de ventaja a favor del áspero retador colombiano William Urina (116/114). Pero de ninguna manera podría afirmarse que hubo un atraco en el Luna Park, ante 9 mil espectadores, y con el ex campeón mundial Evander Holyfield como invitado de lujo en el ring-side. Eso sí: las diferencias para Narváez no resultaron tan amplias como los siete puntos (117/110) que coincidieron en darle los tres jurados (los argentinos Luis Romio y Luis Doffi y el panameño Ignacio Robles) o como los nueve que llegaron a conceder algunos colegas en la bancada de prensa al borde del cuadrilátero.

De ninguna manera se trató de una victoria cómoda por parte del campeón chubutense. Sí resultó un triunfo sufrido y ajustado. Y una de sus actuaciones menos lucidas. En la madrugada del domingo, de la velocidad y el talento acostumbrados de Narváez (51,950 kg) no hubo noticias. A partir de lo cual, y tomando en cuenta lo mucho que tuvo que trabajar para derrotar al puertorriqueño César Seda, es lícito preguntarse si Narváez no está sacrificando lo mejor de sí mismo por su decisión de subir una categoría y afincarse entre los supermoscas.

Está claro que ganar le cuesta cada vez más. Que ya no marca las diferencias de otros tiempos. Que sus manos no duelen como dolían antes. Y que la holgura para dar el peso que le concede el kilo y trescientos gramos que separa el límite de los moscas (50,802 kg) del de los supermoscas (52,152 kg) se compensa negativamente con la novedad de tener que enfrentar rivales más altos y más largos. Si antes le sobraban a Narváez calidad y físico como para deslumbrar en cada pelea, ahora ya no sucede lo mismo. Cada triunfo viene envuelto en el papel ordinario del sufrimiento. Y mucho más si tiene enfrente un boxeador tan decidido y agresivo como lo fue Urina (51,800 kg).

El colombiano no resultó el rival de ocasión que se suponía en la previa. Y desde el campanazo inicial se plantó a hacer lo suyo sin complejos de inferioridad. Tanto que, en el 2º asalto, Narváez ya tenía marcas en la frente y el tabique nasal, y terminó herido debajo de la ceja izquierda. En verdad, en toda la noche a Narváez le costó encontrar la pelea. Se lo vio lento, quedado, sin vigor e iniciativa y sin poder imponerse en la media y larga distancia donde la decisión y el mayor alcance de Urina consolidaron ventajas.

Sólo de a ratos, Narváez pudo afirmarse en la medida corta. Pero ni siquiera en esos breves intercambios pudo llevárselo por delante al duro fajador de Barranquilla. Urina respondió todo lo que le tiraron, nunca recurrió al amarre para enfriar o contener, y en el 8º round generó el momento de mayor incertidumbre de la noche al aplicarle a Narváez una derecha que enmudeció al estadio y que motivó la reacción del chubutense. Tan firme y vibrante que le alcanzó para dar vuelta un round que hasta allí iba perdiendo.

En el 6º asalto, el árbitro puertorriqueño Roberto Ramírez le descontó un punto a Urina por reiterados golpes bajos. Pero ni siquiera eso lo detuvo al colombiano. Siguió dando batalla, cambiándole a Narváez ascendente por ascendente y hasta llegar al final, convencido de que había hecho una gran pelea, pero que aún así no le había alcanzado para llevarse el título.

Luego del alivio del fallo y de los festejos, ya de madrugada, al borde del ring o bien en los corrillos apurados sobre la calle Bouchard, algunos se apresuraron a susurrar la palabra “ocaso” al referirse a Narváez. Resulta temerario afirmarlo. Pero lo que llamó la atención aquella noche en Bahía Blanca ante César Seda, ahora volvió a reiterarse encendiendo no pocas alarmas de preocupación. A Narváez le está costando cada vez más ganar y lucir. Acaso haya que habituarse a que sea así de aquí en adelante.

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