“Esto es una mierda”, dijo Lionel Messi, reconociendo que la goleada recibida en el Mineirao ante Brasil no fue un hecho aislado, sino otro eslabón en una cadena conformada por desinteligencias con los dirigentes, lesiones recurrentes, nulo funcionamiento colectivo, flojos rendimientos de las individualidades, malos resultados. En tren de explicar esta actualidad que aleja a la Argentina de Rusia 2018, vale la pena prestar atención al contexto donde transcurre la crisis: la agonía estructural del fútbol argentino. Ese proceso de disolución también conlleva la falta de proyecto para la Selección.
Después de la eliminación en la fase clasificatoria para México 70 y del paso irrelevante por Alemania 74, César Luis Menotti puso las bases de un proyecto de trabajo inédito para la Selección que reportó el título en el Mundial 78 y en el Mundial de Juveniles de Japón 79. Más allá de la gloria deportiva, lo interesante fue el desarrollo de ese proyecto. Se formaron varios seleccionados que permitieron integrar al equipo mayor a los mejores futbolistas, jugaran en Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Italia, México, España o donde fuere. 
Con otra filosofía, tras el fracaso en España 82, Carlos Salvador Bilardo sentó las bases de otro proyecto, también coronado con un título mundial (México 86) y un subcampeonato (Italia 90). El Narigón hizo todas las pruebas habidas y por haber. Reunió a los jugadores que estaban en Europa para entrenamientos especiales. Trabajó con los que trajinaban las canchas locales, fueran pocos o muchos. Intenso, polémico, locuaz, tuvo un proyecto, lo defendió a capa y espada, y así le fue.
Tan buenos resultados entre los mayores hicieron que la AFA repitiera la receta con los juveniles, con José Pekerman a la cabeza. Y vaya que la claridad de objetivos que perseguía el actual entrenador de Colombia arrojó éxitos, repitiendo títulos en el sub-20 y en otras categorías formativas.
En esa misma idea de construcción de proyectos no se pueden pasar por alto los nombres de Alfio Basile, Marcelo Bielsa y de Gerardo Martino. Tal vez en la interrupción de lo que venía gestando el Tata esté la génesis de lo que hoy vive el representativo nacional. Las dolorosas derrotas ante Chile en las finales de las Copas América de 2015 y 2016 pusieron en discusión los lineamientos del proyecto del rosarino, justo cuando el técnico entregaba señales de que estaba a la búsqueda de encontrar los protagonistas adecuados para desarrollar su idea, un proceso que quedó trunco por el portazo al que lo empujaron los dirigentes al negarle los jugadores para concurrir a los Juegos Olímpicos de Río 2016. Ese equipo y esa experiencia eran fundamentales para solidificar y empezar a ver crecer el proyecto Martino.
El alejamiento del Tata obligó a salir a buscar un nuevo DT. Y después del cuestionado casting de Armando Pérez, la investidura cayó en Bauza. ¿Por qué se lo eligió? Es necesario creer que se debió a su proyecto, porque para bombero hay otros entrenadores con mejores antecedentes. Obviamente, que el desarrollo de un proyecto demanda tiempo, algo que las Eliminatorias Sudamericanas no prestan. Pero hay que encontrarlo. He ahí tal vez el mayor déficit del corto período del Patón al frente de la Selección. Cuando la idea está clara hace falta hallar a los protagonistas y que éstos se apropien de la misma y la plasmen en el campo lo más rápidamente posible. Y el camino más directo para lograr tal cosa son los entrenamientos. Y si los jugadores que están en Europa y en otras latitudes no disponen de tiempo hay que probar con los mejores del fútbol doméstico. Al menos darles la oportunidad de que esa suma de horas de trabajo tal vez supla talentos más acotados.
Los malos resultados no deben ser la única variable para dejar de lado un proyecto, salvo que éste no exista o tenga vida únicamente en la mente de Bauza, y ni los jugadores ni los dirigentes quieran contribuir a su desarrollo.